EL PAíS › OPINIóN

Gobierno y oposición, aquí y ahora

 Por Mempo Giardinelli

Pareciera que la cuestión, propagandizada y binarizada como casi todo en este país, es la licitud de desear que al gobierno “le vaya bien” o “le vaya mal”. Y no es así.

Esta pequeña, infantil y hasta estúpida diferenciación es otra manera, una más, de trivializar las cosas. El empeño en tontificar a la sociedad es acción política permanente de la Alianza Macri-Radical-Empresaria que está en el Gobierno y creyendo que para siempre, ante el atontamiento generalizado de la sin dudas mitad hoy mayoritaria de la ciudadanía.

Muchos dirigentes dizque “opositores”, peronistas y kirchneristas, adoptan también estas terminologías reaccionarias. Lo cual, mientras la sociedad sigue grogui, sumida en el desconcierto y mirando hacia dirigencias que callan o son incapaces de reaccionar, obliga a reconocer que la cosa está muy grave.

Corresponde entonces decirlo de una vez: el problema central de la sociedad argentina, hoy, no está en el Gobierno. Está en la oposición.

Porque cualquiera sabe de lo que es capaz el macrismo. La mentira, la insensibilidad, la rapiña, son en ellos estilo. Son sello de clase. Por eso no sólo no van a cambiar ni morigerarse, sino que, como todas sus medidas confirman día a día, van a seguir así y yendo por más. Los que lo decíamos hace meses éramos tachados de agoreros o exagerados, pero ahí tienen, pasen y vean. El macrismo, peor aún que el menemismo hace dos décadas, es una máquina de hacer daño a la Nación porque no les interesa el pueblo, porque su ideal es la neocolonización, porque su concepción de “la gente” es de mercado, o sea consumidores, televidentes o vecinos idiotas.

Por eso es tan difícil inventariar sus desatinos y organizar resistencias. La enumeración de cretinadas parece infinita y mientras millones leemos diarios y portales en el nuevo estilo que implica adivinar quién te miente, quién un poco menos y quién no, el desfile de hechos es impactante e imposible de enumerar. Estos tipos se hacen leyes a medida y para ello cuentan con la complicidad -por necedad, concupiscencia, acomodatismo o corrupción- de dirigentes y legisladores que nosotros mismos votamos y aunque sea horrible debemos reconocer.

Está a la vista todo lo que engañan. La foto de la celda de la Sra. Milagro Sala, presa política que ha de tener muchas explicaciones que dar pero cuyo encarcelamiento es un claro ataque a toda racionalidad jurídica. O la nueva edición del libro Nunca más replanteando la miserable teoría de “los dos demonios” para justificar el genocidio, promocionada con una foto del Presidente a pura sonrisa rodeado de funcionarios gozosos y, detalle patético, junto a una complacida Graciela Fernández Meijide, otrora figura emblemática de la reivindicación de los derechos humanos. O el ministro del Interior, Sr. Frigerio, elongando nuevamente los plazos de una supuesta bonanza al decir que “es muy difícil poner fechas precisas”. O el ministro de Energía, Sr. Aranguren, con impecables traje y cara de piedra reconociendo su participación millonaria en la empresa Shell que él presidía hasta ser nombrado en el ministerio que debe controlar a Shell y todas las petroleras.

Y mientras el Papa Francisco vuelve a ser despreciativamente “Bergoglio” para sus hasta ayer chupamedias de la derecha más rancia y vengativa, la nueva frutilla del postre deriva de la torpe incontinencia verbal del presidente del Banco Nación, Sr. Melconián, sin vergüenza, diciendo que “como muchos argentinos, tengo dinero guardado en el exterior. Por supuesto que voy a traer parte de mi dinero y parte quedará afuera para mis hijos”. No aclara, obvio, que se refiere a “muchos argentinos” como él, o sea esa rotunda minoría propietaria de dólares ocultos que ahora ellos mismos blanquean y así se autoindultan. Y para colmo, promete que “a medida que el país vaya generando confianza todos traeremos los fondos”.

Con rostros de piedra, corazones de hielo y moralidad de hienas, negocian en las sombras con personajes que hasta ayer nomás representaban todo lo contrario. Y de lo cual también estaría bueno que la ex presidenta y su entorno tomaran debida nota, porque fueron ellos los responsables de encumbrar los apellidos Bossio, Urtubey e Insaurralde, y también Giorgi, Domínguez o Randazzo, que según mentideros de estos días estarían buscando cobijo contra los fríos de este otoño feroz junto a cálidos fogones macristas.

Frente a todo eso lo terrible, y penoso, es que la sociedad sigue en estado de parálisis. Congelamiento que es comprensible porque reconocer errores siempre es difícil y sobre todo a las mentes simples les cuesta ejercitar la autocrítica. Vaya y pase con ellos, pero no con las dirigencias.

Este artículo se escribe recordando al brillante periodista e intelectual uruguayo Carlos Quijano, fundador de la mítica revista Marcha, de Montevideo. En los años del exilio mexicano este viejo sabio solía repetir, mientras dirigía los también célebres “Cuadernos de Marcha”, que no le preocupaba el gobierno en su país porque él sabía todo lo que esos miserables eran capaces de hacer; lo que sí lo preocupaba era definitivamente la oposición, que no sabía qué hacer.

Como aquí y ahora, y ése es el problema mayor.

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