[cerrar]

Comparta esta nota con un amigo

E-Mail de su amigo
Su nombre
Su E-Mail

El argentino se parece mucho a un enigma. Por un lado, dos de cada tres sostienen que hay que reestatizar las empresas privatizadas y hay una leve mayoría a favor de nacionalizar la banca. En forma paralela, más de la mitad se pronuncia por negociar con el FMI y está en desacuerdo con no pagar la deuda externa. Las contradicciones no terminan allí. La gente afectada por el corralito es aproximadamente una de cada diez, aunque una proporción importante ya logró recuperar el dinero. Las quejas son durísimas, se sostiene que el corralito existe por culpa de los bancos, pero al mismo tiempo, siete de cada diez personas piensa que si el corralito se levanta quiebran los bancos y los ahorristas perderían sus ahorros. “La gente tiene dos lógicas”, señala el consultor Hugo Haime. “Cree que si no pagamos la deuda y no negociamos con el FMI, nos quedamos fuera del mundo y nos morimos. Pero también sostiene que las privatizadas, los bancos y el modelo económico en general nos llevaron a la ruina.”
Las conclusiones surgen de una encuesta realizada por la consultora Hugo Haime y Asociados, que entrevistó a 400 personas de Capital Federal y Gran Buenos Aires. Las encuestas fueron domiciliarias y respetando las proporciones por edad, sexo y nivel económico-social.
“No hay dudas de que la gente está como disociada y obviamente impacta la convulsión actual –insiste Haime–. Ya en la época de Carlos Menem veíamos que el ciudadano común sólo compraba a duras penas el modelo. Las encuestas terminaron dando que había apoyo a las privatizaciones, pero siempre que trajeran cierto bienestar. Cuando ese bienestar no está, es lógico que la gente vuelva a su pensamiento inicial de desconfianza hacia el modelo. Ahora bien, hay que alertar sobre dos cosas. Por un lado, ya el año pasado testeamos si los ciudadanos veían posibilidad de reestatizar las privatizadas y la mayoría decía que no. Además, diría que es seguro que si se reestatizan esas empresas y después hay problemas de funcionamiento, la gente también va a mostrar rechazo.”
Comparando las encuestas de hoy con las realizadas en el 2001, se advierte que la bronca se traduce en el crecimiento de la furia contra las privatizadas y los bancos, acusados por una mayoría de haberse quedado con enormes ganancias y sindicadas también como responsables de parte de la crisis. Esto igualmente derrama sobre el propio Eduardo Duhalde: una franja importante de la población, sobre todo de la Capital Federal y no del Gran Buenos Aires, cree que gobierna para los más ricos, entre ellos las privatizadas y bancos.
La encuesta de Haime es la primera que esboza en proporciones el efecto del corralito. En Capital Federal y el conurbano bonaerense, un poco más del diez por ciento estuvo afectado por el corralito, pero de ese total hay un dos por ciento que ya sacó el dinero y otro 5 por ciento que rescató una parte de la plata depositada. Los más afectados, los que siguen atrapados, son un cuatro por ciento.
Es interesante ver la opinión diferenciada sobre las razones de que no se haya levantado el corralito. En la población en general, 70 por ciento dice que los bancos se llevaron la plata del país y no la quieren traer. Pero entre los atrapados por el corralito, ese porcentaje baja al 57 por ciento, mientras que crece la proporción de los que creen que los bancos no tienen plata porque dieron créditos que no pueden cobrar. En una palabra: los afectados por el corralito no quieren que se afecte demasiado a los bancos, porque creen que de otro modo no van a cobrar. Es más, el 72 por ciento cree que si se levanta el corralito perderán sus ahorros.