EL PAíS › LA FUGA

Mexicano para principiantes, argentinos haciendo de homeless

La lengua es el primer y principal problema de los actores que se van a probar suerte afuera, y no sólo en los Estados Unidos o Italia, sino también en España o Centroamérica. Un acento no se aprende en pocos días, y la empresa difícil de asimilarse incluye cursos intensivos (como los que Televisa ofrece a sus recién llegados de la Argentina) o su opción menos tentadora: el encasillamiento. Aquí, un listado de las quejas e inconvenientes más frecuentes:
* Mexicano para principiantes. En México, Perú, Venezuela, los quieren con tonada, como corresponde a los papeles grandes o protagónicos que se les asignan. Para eso, la rutina previa al set del flamante galán incluye: clases de foniatría y dicción, visualización de novelas de “la casa” y un curso especial de actuación para extranjeros, que deberán tomar los interesados en quedarse. El riesgo: parecer un poco artificial y poner en riesgo el cartel para engrosar el “elenco general”, destino de varios de los que firmaron con Televisa para encabezar y terminaron anunciando una mesa servida, al menos hasta que el idioma alcance para más. “La experiencia indica que en un plazo de tres meses pueden aprenderse correctamente modismos y localismos de la cultura mexicana”, aseguran, optimistas, en Televisa.
* Por siempre argentino. En España es frecuente que el actor argentino deba interpretar un papel vinculado a la dictadura militar. El castizo es difícil de imitar y vuelven, entonces, las ofertas restringidas a sobrevivientes, exiliados, familiares de víctimas. Cecilia Roth lo hizo en Todo sobre mi madre; Grandinetti en Hable con ella, de Pedro Almodóvar. Noelia Castaño lo hace en “Periodistas” (serie televisiva de mayor éxito en este momento) y se queja: “El acento es central: o se aprende o te encasillan”. Susana Etcher llegó a Barcelona con ofertas para bolos en la tele, y ni siquiera dio para eso. “Cada vez son más exigentes con el español y pueden ponerse agresivos. En varios castings –dice– me preguntaron cuánto hacía que estaba en Madrid. Siete meses, respondí. Me dijeron que volviese cuando aprendiera a hablar correctamente. Como si el rioplatense fuera una desviación de la lengua original.”
* Estoy lejos de casa. El actor emigra solo, tentado por un contrato para una película o una telenovela, o por la promesa de una seguidilla de castings por doquier. Patricio Contreras va y vuelve de Chile; Mariano Martínez proyecta estadía en Roma con su novia Lola Ponce (devenida estrella de la comedia musical italiana). Pero a la mayoría les queda intacto el nido en Buenos Aires. Con la devaluación, el ida y vuelta se hace complicado y el nuevo mapa de la actuación genera familias desmembradas. Valeria Britos vive en Miami con su hija, su marido Christian Sancho espera en México hasta que aclare. Alertados ante el nuevo conflicto de los actores, los representantes empiezan a diseñar una estrategia que no se restringe al exilio, sino que va en busca de alternativas. La “gira” los pasea por Europa y los Estados Unidos, con pasaje de regreso. Dolores Fonzi en París (promocionando su película Caja negra), Gastón Pauls en España (con El lugar en el que estuvo el paraíso) entre otros, adoptaron la modalidad.
* Latino en Miami. Sin excepción para con las nuevas políticas inmigratorias cada vez más estrictas, los actores en Miami necesitan cumplir con los mismos requisitos que otros inmigrantes. Edgardo Mustio, de publicidades de Telecom y Visa, y varias novelas en Telefé, pasó una temporada que no arrojó el resultado previsto. “Para filmar una publicidad en Miami. –cuenta– no te habilitan un permiso de trabajo. El bolo o la actuación muy temporaria no sirven para gestionar la residencia o la visa de trabajo, son empleos muy pasajeros o precarios que no se tienen en cuenta para el trámite. Podés tener muchísimo laburo en publicidades o como extra, pero si se te vence la visa de turista nadie va a impedir que te den una patada y te devuelvan a la Argentina. La única alternativa es un contrato por más de tres meses, pero es muy difícil obtenerlo. En los Estados Unidos hay más trabajo, pero no ocurren milagros.”
* Estereotipos. El actor que emigra puede sentirse molesto si, al pasar, se le asignan unos pocos roles ligados a su proveniencia nacional. En México, dicen, a los galanes les reservan el rango de “chicos sensibles y doctorados”, como el oceanógrafo que interpretará Segundo Cernadas en su protagónico, o el estudiante universitario que hará Christian Sancho. En los Estados Unidos, algo se ha modificado. Si el argentino era considerado el “europeo” del sur del continente, ahora entra en los castings de ilegales, homeless y latinos sin documentación, a la par de cubanos, dominicanos y portorriqueños. “Tiene que ver con la cantidad de argentinos que hay circulando –cuenta Nilda Ríos Seoane, selectora de actores en una productora de publicidad en Miami–. En el imaginario norteamericano, el argentino pasó a ser un ilegal, un inmigrante que se disputa la ciudadanía y el trabajo con portorriqueños y dominicanos. Eso influye en el modo en el que los retrata, luego, la ficción en cine o televisión.”
* Más dificultades. Un modo legitimado para emigrar era presentarse a una beca o financiarse un período de estudios en el extranjero mediante el subsidio de fundaciones. Con la devaluación, muchas de ellas están cortadas y otras reducen el dinero hasta lo inviable. Otro modo: participar en festivales de teatro y tentar a productores. Así recorrieron el mundo teatristas como Federico León y Alejandro Tantanián, entre otros. La crisis, otra vez, lo hace difícil. Uno más: productores y organizadores de festivales solían pasar una temporada en la Argentina (reconocido foro de teatro independiente de calidad) para observar nuevos valores. Los rumores sobre saqueos e inseguridad restringen también esa llegada. Ni siquiera se puede contar con centros antaño neurálgicos para hacer contactos entre actores, directores, productores como lo fue el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires. La reducción del presupuesto cortó las visitas. El resultado: muchos que querrían irse se conforman, por el momento, con una improbable lista de espera.

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