EL PAíS › JUAN JOSE ALVAREZ HABLA DEL TRASPASO DE LA POLICIA A LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

“Acá hay una decisión del Presidente”

Flamante secretario de Seguridad y Justicia de la Ciudad, ex ministro nacional y provincial del mismo rubro, Alvarez reconoce la profundidad de la crisis porteña. Habla de las responsabilidades, de su plan, de su relación con Kirchner, Ibarra y Duhalde, de la culpa del Estado y la corrupción.

 Por Sergio Moreno

Cuando se mete en un tema, Juan José Alvarez hace un gesto por el que parece que está enojado. Su seriedad cuando habla de la tragedia de República Cromañón –que lo tocó personalmente, ya que el novio de su hija está internado en terapia intensiva– no ensombrece la satisfacción que le produce haber sido convocado nuevamente en medio de una situación de crisis. Enumera: fue ministro de Seguridad en la provincia en noviembre-diciembre de 2001 y, días después, tras el estallido, ocupó el mismo cargo a nivel nacional con Adolfo Rodríguez Saá y una semana más tarde con Eduardo Duhalde. Regresó a su provincia en plena crisis de los secuestros, ante la renuncia de Juan Pablo Cafiero a la cartera de Seguridad. Ahora, a una semana de la catástrofe de Once, ocupará ese puesto en la ciudad de Buenos Aires.
“Estoy acostumbrado a trabajar en plena crisis y con gobiernos débiles”, dice. “Esto no va a volver a pasar”, repite una y otra vez, cuando se le menciona el incendio que se llevó la vida de casi 200 jóvenes. Convencido de que lo convocaron porque es él y no otro, reconoce que su nombre debió consensuarse entre Aníbal Ibarra y Néstor Kirchner. El Presidente fue el elemento clave para que Alvarez perdiese su último cargo en la provincia de Buenos Aires. Esta vez, dio su OK para que Juanjo –como lo llaman amigos y enemigos– volviese a la tribuna grande de la política nacional.
–¿Por qué lo convocan en situaciones de crisis?
–Pienso que porque creen que soy un loco y que voy a decir que sí...
–Es como que le gusta la sangre...
–Nooooooo... (sonríe). La odio, la odio. Es porque no me gusta lo que pasa que me decido a aceptar en estas situaciones. Las peores cosas que han pasado me han tenido al frente de la batalla. Y esta vez es la que sin duda tenía que aceptar.
–El jueves, León Arslanian con un dejo de ironía se preguntó para qué lo nombran secretario de Seguridad si la ciudad no tiene policía.
–Pero la va a tener pronto.
–Para conseguir el traspaso de la Policía Federal a la ciudad hace falta una ingeniería política y legal mayúsculas. ¿Cómo piensa conseguirlo?
–Lo de la ingeniería es cierto. Debemos ir resolviendo esa cuestión con el Poder Ejecutivo Nacional. Pero acá hay una decisión del Presidente, comprometida por su ministro del Interior, de que la Ciudad de Buenos Aires debe tener su policía. Imaginarse una ciudad como esta que no tiene su policía es imposible...
–Hay algo más ridículo aún: no tiene siquiera cuerpo de bomberos propio.
–Yo fui ministro de la Nación y era el encargado de la seguridad en la Ciudad de Buenos Aires. A partir de mi asunción en la ciudad, mi problema va a ser la limitante de no controlar a la policía. Respecto de Arslanian, aclaro que no tengo una mala relación con él, a pesar de que a veces se inventan historias que dicen lo contrario. La Ciudad de Buenos Aires debe tener los elementos mínimos para poder hacer frente a las necesidades de la población. Conozco el tema desde que fui ministro de la Nación, pero además gran parte de mi vida transcurrió aquí... Obviamente, me hubiese gustado que hubiesen sido otras las circunstancias que me trajeron acá. Usted lo sabe, y no quiero sobreactuar, que estoy involucrado personalmente en este episodio. Los chicos, las víctimas, tienen entre 18 y 25 años; de cinco hijos que tengo, cuatro tienen entre 18 y 25 años, y son del palo del rock, de Callejeros, han ido a recitales y a Cromañón más de una vez. Esto es un desafío al que no se puede decir que no.
–Además de la seguridad, está el otro costado de lo que será su gestión, el de los inspectores, el de los boliches...
–Recuerde que durante seis años fui intendente...
–De Hurlingham. Hay diferencias de escala.
–Sí, pero tenía habilitaciones, inspecciones. En escala menor, sí, pero los problemas eran los mismos. Había boliches, restorantes, geriátricos...
–En el gobierno porteño están ansiosos para ver cómo responde a los problemas del tipo de los que generaron esta tragedia.
–Creo que este era un momento para poner a un hombre fuerte, sea yo u otro. Por los cargos que tuve, fui yo. Y me parece, además, que el cambio se tenía que notar, debía ser un mensaje a la sociedad. Esto que pasó fue terrible, no solamente para los chicos que murieron, para los heridos y para sus familias, sino que es terrible porque no es una catástrofe natural: acá hay responsables. Y el Estado tiene una indelegable capacidad de control. Si no se ejerce, pueden pasar estas cosas. Claro, mientras no pasan parece una exageración. Me imagino que hoy habrá dueños de boliches que estarán comprando matafuegos porque saben que se viene un endurecimiento en los controles, infracciones muy duras, y obviamente no quieren que les pase algo como esto. En otras provincias hay clausuras de boliches. Ahora, ¿tenía que haber pasado esta tragedia para hacer las cosas como se deben? Y esto no es la genialidad de las nuevas medidas que se le ocurran a alguien. Acá lo que hay que hacer es poner en marcha capacidades que existen. Es un trabajo que lo vamos a ordenar rápidamente. No me parece imposible hacerlo.
–Por el perfil del gabinete de Aníbal Ibarra, por la extracción política de él y por la suya, es curioso verlo a usted en ese gabinete. Se ha dicho que su designación es el desembarco del duhaldismo en la ciudad.
–¿Quiere decir que cualquier persona que estuviese vinculada con Eduardo Duhalde podría asumir este cargo? No. Me llamaron porque creen que soy la persona que puede solucionar estos problemas en este momento. Cuando me llamó Carlos Reutemann por las inundaciones de Santa Fe, ¿a alguien se le ocurrió que había un desembarco duhaldista en Santa Fe?
–Ahora lo nombraron ministro de la ciudad.
–Yo no vine acá para ser pieza de una jugada política. Yo vine acá para ver cómo desarmamos una bomba de tiempo... mejor dicho, las bombas de tiempo que hay, porque una ya estalló y dejó casi 200 muertos. Esto es lo único que me interesa. Cuando asumí en la provincia de Buenos Aires la última vez, la discusión era por qué me habían puesto, quién me impulsó, que si Felipe Solá, que si Duhalde. Este no es mi distrito, no tengo un sistema de relaciones políticas en esta ciudad, no hago política en la Ciudad de Buenos Aires. También hubiese aceptado este cargo si lo hubiesen necesitado en otra provincia y me hubieran convocado.
–¿Cómo se lleva con Ibarra?
–Bien. Vamos a trabajar 24 horas por día. La ciudad no puede seguir clausurada, la clausura es una medida preventiva. Si todas las soluciones pasan porque en esta ciudad nunca más se puede ir a un recital, estamos mal. Hay que tratar de normalizar la situación lo antes posible. Ahora, cuando nuestros hijos salen a divertirse, no los podemos poner en una ruleta rusa. Y esto lo debemos hacer juntos. Creo que más allá de las diferencias políticas que podamos tener con algún funcionario o legislador, voy a tener toda la colaboración que necesito para resolver el tema más dramático que ha tenido la ciudad.
–Su designación requirió un núcleo de consensos mínimos entre la Jefatura de Gobierno local y la Casa Rosada. Básicamente porque usted dejó su último cargo en la provincia de Buenos Aires tras una dura avanzada del Presidente en su contra...
–Eso lo dice usted, no yo.
–Sí. Ahora surgió el visto bueno de la Casa Rosada y posibilitó su designación. ¿Qué pasó, qué fue lo que cambió?
–He conseguido el respaldo que debe reunir una persona que se hará cargo de una responsabilidad como la que se me propone. Es una locura que una persona que asume este cargo no tenga respaldo. Usted se hace cargo de lo que dijo recién y lo tiene escrito, pero fíjese lo que dije yo cuando fui funcionario de la provincia y en la Cámara de Diputados de la Nación: jamás he hecho una imputación al gobierno nacional, sigo diciendo que el presidente Kirchner, cuando fui ministro de la provincia, me ayudó, me dio Gendarmería y Prefectura. Otras cuestiones que hayan sucedido habrán sido parte de malos entendidos y demás que no lo rozan al Presidente, porque yo jamás sentí que el Presidente tuviera animadversión conmigo.
–¿Se siente respaldado por Kirchner?
–Absolutamente.
–Usted mantuvo el miércoles reuniones con Kirchner y con Alberto Fernández. ¿Qué discutió ahí?
–Lo que me dijo el Presidente cuando me vino a saludar mientras yo estaba en el despacho de Alberto Fernández fue: “Para adelante, no vuelve a pasar nunca más; para atrás, justicia”. Eso es su idea y mi slogan, eso será el eje de mi trabajo. Para adelante, Buenos Aires tiene que ser una ciudad muy segura, y para atrás debe haber justicia. No se les puede decir a los familiares de los muertos y a los heridos que esto no volverá a pasar, eso puede decírselo a los que no les pasó nada. A los que sí les pasó esta tragedia hay que decirles que habrá justicia.
–¿Por qué se produjo esta calamidad?
–Sobre el hecho en sí no voy a opinar hasta tanto no converse con la jueza que tiene la causa. Creo que no podemos decirle a la gente que el Estado no tiene nada que ver. En todo caso, después veremos quién del Estado, cómo se llaman la o las personas que tienen que ver, qué se hizo bien o mal y los diversos grados de responsabilidad. Repito: para atrás, justicia. Me lo dijo el Presidente de la Nación. No me dijo cientos de cosas, me dijo básicamente esto. El Estado debe estar presente, pero no en el organigrama, debe estar presente en la calle. Y además, ¿quién controla al controlador? Al controlador lo voy a controlar yo y a mí me va a controlar la gente. Voy a llevar esto adelante personalmente. Esta ciudad va a tener un sistema de control que va a funcionar, y va a funcionar muy bien porque va a ser transparente. La gente me va a ayudar a auditarlo.
–¿Cómo?
–Le voy a dar la información en tiempo real. El “Programa Cristal” que pondremos en marcha implica poner todas las inspecciones en Internet y la gente podrá ver qué se hizo en tal y cual lugar y, obviamente, podrá llamar e involucrarse en el sistema. Vamos a armar equipos con voluntarios, algo parecido a lo que proponen los padres de las víctimas de Kheyvis. Vamos a controlar. Un Estado que no controla no es un Estado.
–Se dijo en estos días que es imposible controlar a todos los boliches. ¿Es imposible?
–No. No es lo mismo poner en orden las marquesinas, que hay que hacerlo y lo vamos a hacer, que controlar boliches donde van 5000 chicos. No es imposible. Hago al revés y me pregunto: el día de la desgracia, ¿cuántos recitales de esa envergadura había en la ciudad? Para lugares de gran concentración de público debe haber (y va a haberlo) un responsable con nombre y apellido que dé la bandera de largada y diga que está todo OK para realizar el evento. No me parece que sea tan complejo tecnológicamente saber cómo están las habilitaciones. Y mucho menos de aquellos lugares en que por distintas razones el riesgo es mayor.
–También interviene la corrupción.
–Correcto. La corrupción y/o la ineficacia no sólo deterioran nuestra calidad de vida, nos encarecen la vida, nos distraen las prioridades, sino que –quedó demostrado– nos matan, nos asesinan. No es un tema meramente declamativo.
–En la marcha se cantaba que “no fue la bengala ni el rockandroll, a los pibes los mató la corrupción”...
–Lo que debe quedar claro es cuál es la parte que le corresponde al Estado, y esto es indelegable. Hay tres momentos: cómo se habilitó, cómo se inspeccionó, si es que se hizo y cómo se actuó frente a la catástrofe. Son cuestiones en que está involcrado el Estado. Desde mi asunción empiezan las auditorías y los sumarios administrativos. Acá no es solamente una bengala, acá hay cosas que fracasaron. Esto de cruzar los dedos para que no se junte la bengala en un lugar sobrevendido que no ha sido controlado no va más. Es la ruleta rusa y yo no quiero que vuelva a pasar. Y ojo que esto le pasa a cualquiera. Esto no va a pasar más, esto no va a pasar más.
–Es consciente de que desembarca en un sitio de mucha responsabilidad y en un gobierno debilitado por esta crisis.
–Claro que sí.
–El examen que le tomarán a usted no es el mismo que se le tomaba a su antecesor.
–No es la primera vez que me toca enfrentar algo difícil, ni trabajar para un gobierno débil. Pero no podía decir que no. ¿Con qué argumentos decía que no? No tenía argumentos. Fíjese: yo en el Congreso no trabajaba ni en la Comisión de Seguridad ni en la de Justicia. No quería saber más nada con tema. Había colgado el uniforme... (risas)
–... de comisario (más risas). ¿Cómo queda su situación en el Congreso?
–Pedí una licencia de cuatro meses. Yo no soy adepto a las licencias pero, como soy diputado por la provincia de Buenos Aires y vengo a hacerme cargo por otro distrito, me parece que en este caso cuadra.
–¿Su cargo en la ciudad es interino?
–No, no. Esa es mi licencia y ese es el plazo que me pongo para poner un pretencioso plan en la ciudad (ver páginas 2 y 3). Tengo poco tiempo para hacerlo porque es inimaginable pensar las consecuencias que tendría que se produjese un hecho levemente parecido al que ocurrió.
–¿Habló con Duhalde?
–Sí. Está muy contento, me dio todo su apoyo, me da ideas, consejos. Pero quiero aclarar que Duhalde no me ofreció este cargo ni me sondeó ni nada parecido. Duhalde habló conmigo cuando yo ya había aceptado el cargo. A diferencia de lo que pasó cuando ocupé el Ministerio de Seguridad, la última vez, en la provincia. En esa oportunidad era razonable. Esta vez Duhalde habló conmigo cuando yo había terminado de hablar con el Presidente de la Nación y con el jefe de Gobierno de la ciudad.
–¿Macri le hizo un ofrecimiento?
–No.
–¿Pero usted tenía diálogo con él?
–Sí. Hemos charlado muchas veces. Tengo con Mauricio una buena relación, lo que no quiere decir que coincidamos en todos los temas.
–¿Cómo es su sintonía con él?
–En lo deportivo, antitética. En política... él se enteró de mi designación en la ciudad por su gente en la Legislatura.

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“La Ciudad de Buenos Aires debe tener los elementos mínimos para poder hacer frente a las necesidades de la población”, dice Alvarez.
 
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