EL PAíS › OPINION

En castellano

 Por Martín Granovsky

Anoche, antes de la cena con el Presidente Néstor Kirchner en el Palacio San Martín, José Luis Rodríguez Zapatero pronunció un discurso con una sola cita: María Zambrano. “Transterrada”, la llamó, como una forma de combinar la descripción del destierro y la emigración. “Era lo mejor de la filosofía española”, dijo. Pero eso sucedió luego de la derrota republicana de 1939. Antes, la historia cuenta que Zambrano estaba en América latina con su marido, historiador y diplomático de la República, a comienzos de la guerra civil. El matrimonio volvió a España el mismo día en que Bilbao cayó en manos de los franquistas.
–¿Por qué vuelven, si la guerra está perdida? –les preguntaron.
–Por eso –fue su respuesta.
En su castellano seco de castellano, Rodríguez Zapatero no narró este cuento. Simplemente citó a Zambrano, que ya murió, en un discurso muy político.
“En nuestros malos momentos muchos españoles vinieron para acá”, dijo. “Mi país también caminó por ese túnel oscuro y solitario”, dijo también, antes de prometer tres cosas.
La primera, que su gobierno estará “al lado del presidente Kirchner y su tarea”.
La segunda, que “la Argentina ya no es país desgarrado y que por eso necesita objetivos, apoyos y lealtades”.
La tercera, que, “señor presidente, su país tendrá de España un apoyo especialísimo”.
Kirchner comparó la masacre de Atocha con la AMIA, calificó el momento de las relaciones de “excelente” y agradeció el apoyo al canje, a la renegociación de la deuda y a una futura negociación con el Fondo.
Y quiso presentarle a Rodríguez Zapatero en la cena un arco completo. Desde Francisco Soldatti a Estela Carlotto, incluyendo a políticos, empresarios y gobernadores y al trío dirigente de la Confederación General del Trabajo: una elegante Susana Rueda, un sobrio José Luis Lingeri y un sorprendente Hugo Moyano, de traje oscuro a rayas por primera vez en la historia, lo cual dejó como único comensal en camisa a Edgardo Depetris, de la Central de Trabajadores Argentinos.
Todos los participantes del encuentro de hoy consultados por Página/12 coincidieron en que Rodríguez Zapatero no quiso plantear problemas. Quedarán, seguramente, para otro nivel y otra oportunidad. Los empresarios que participaron en la cena dijeron lo mismo. “Hay intereses comunes, inversiones, una historia de ayuda argentina, coincidencia ideológica entre Kirchner y Rodríguez Zapatero y buena química”, resumió un español.
La sensación es que, después de José María Aznar, Rodríguez Zapatero busca sumar política a los negocios, que por otra parte van bien después del default y la pesificación. Para la Argentina, ésa es una buena noticia.

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