EL PAíS › LA RUPTURA KIRCHNER-DUHALDE Y SUS CONSECUENCIAS

De película

Furioso por la estigmatización a que lo sometió Cristina Fernández de Kirchner y sobre todo por el entusiasmo del aplauso de quienes fueron sus más próximos colaboradores, Duhalde decidió no dejar huérfana a la derrota. Su contribución a la gobernabilidad será brindarle a Kirchner la victoria contundente que Menem le negó hace dos años al abandonar el terreno. Un acto depresivo para el fin del duhaldismo y el riesgo de contaminación para el gobierno.

Por Horacio Verbitsky
Ayer y antes de ayer quedó entablada la confrontación electoral en la provincia de Buenos Aires entre la Señora de Duhalde y Cristina Fernández de Kirchner. El acto del viernes en La Plata provocó un clima sombrío en el campo duhaldista. Pese a que había llegado a entender que no habría acuerdo, Duhalde todavía esperaba que la campaña expresara disenso pero no desprecio. Luego de la referencia a Francis Ford Coppola y la película El Padrino su furia se concentra en aquellos integrantes del otro sector que más próximos estuvieron a él en días mejores. El más obvio es el candidato a senador José Pampuro, pero tanto o más lo indigna la desconocida candidata a diputada Marcela Bianchi, quien fue su secretaria privadísima. Esto hace que sus dilemas sean tanto políticos como personales y no lo ayuden a adoptar decisiones que convengan a sus intereses. Duhalde, quien decidió no dejar huérfana a la derrota, puede recibir este año la paliza política que Menem esquivó en 2003 al abandonar el terreno. Sólo en ese rol ingrato pero necesario su candidatura puede ser una efectiva contribución a la gobernabilidad democrática.

La Caída

Las discusiones en su entorno reflejan el ánimo de quienes se aprestan a lanzar un ataque suicida, sin esperanzas de éxito ni vía de escape. Peor aún, desde el gobierno y en privado se compara esta situación con los últimos días de Hitler descriptos en otra película, La Caída. Cuando un general anuncia el avance de las tropas rusas e informa que sólo queda la rendición para evitar mayores sufrimientos al pueblo alemán, Goebbels responde: “Ellos nos eligieron. Que se aguanten las consecuencias”. Como éste no es el momento del análisis sino el de la estampida para ponerse a salvo, nadie le ha preguntado a Duhalde cómo es que condujo a su gente a semejante encrucijada, pero más temprano que tarde ese día llegará. La visión del justicialismo bonaerense y de la totalidad de los gobernadores de su partido (menos el menemista salteño Romero) sentados junto al presidente, fue la notificación formal de que el tiempo de Duhalde ha concluido. Pero al mismo tiempo esto constituye un problema para el gobierno, que hasta ahora no ha ejercido el derecho de admisión.

Estatuas sin cabeza

En su mejor hipótesis, Duhalde confía en lograr el 22 o 23 por ciento de los votos contra el doble de su contendiente. Esto le permitiría colocar nueve diputados, hasta el propagandista de la mano dura y la pena de muerte Jorge Casanovas. El gobierno nacional tiene otros cálculos. El día anterior al acto en La Plata recibió un estudio sobre intenciones de voto en el Partido de Ezeiza, realizado el 5 y 6 de julio por la Consultora Equis sobre un muestreo probabilístico de 400 casos. Su interés principal reside en que Ezeiza es el sitio del conurbano donde se concentra el núcleo más duro del voto partidario por el PJ. Por ejemplo, en las elecciones legislativas de 1997, cuando Graciela Fernández Meijide derrotó a Duhalde por 48 a 41 por ciento, en Ezeiza el resultado fue el inverso. Allí el PJ se impuso con el 61 por ciento (es decir 20 puntos más que en la media provincial), contra 29 por ciento de la Alianza, que estuvo 19 puntos por debajo de su propio promedio bonaerense.
Ahora la intención de voto por el PJ triplica en Ezeiza a la del ARI y casi quintuplica a la del Frente por la Victoria (33 a 11 a 7 por ciento). Pero si la pregunta se efectúa acerca de los candidatos, CFK obtendría veinte puntos más que La Señora de Duhalde y el tercer lugar sería, bien lejos, para el radical Beto Brandoni (46 a 26 y a 9 por ciento). Esto confirma que las personalidades tienen mayor influencia que las pertenencias partidarias. Si se considera, como lo hace el sociólogo Artemio López, que las cifras de 1997 responden a condiciones socioeconómicas estructurales de Ezeiza que no se han modificado desde entonces, los veinte puntos de ventaja para CFK que se prevén allí podrían estirarse significativamente en el resto de la provincia. Según las estimaciones oficiales, si CFK superara el 50 por ciento de los votos, el Frente para la Victoria podría obtener hasta 22 de las 35 bancas en juego. En ese caso, Duhalde-Díaz Bancalari no llegarían al 20 por ciento y ni siquiera tendrían asegurado el segundo lugar.
“Me cuesta seguir hablando sin llorar. Sé que éste es el final de mi carrera política”, llegó a decir uno de los más próximos colaboradores de Duhalde, cuya obsesión era hablar de ética y no de política. Pero también hay otros que lo toman sin tanto dramatismo, como el ex jefe de gabinete Alfredo Atanasof, quien hoy mismo partirá hacia sus vacaciones de invierno en las playas de Cancún junto con su esposa y un hijo de ella, con pasajes aéreos en primera clase y reservas en un hotel de cinco estrellas “porque si no cuando llueve es un embole”, como les pasó la vez anterior en Miami. La escenografía retroperonista de San Vicente, las estatuas sin cabeza del parque, el tren de Evita, la marcha cantada por Hugo del Carril y las banderas argentinas, las invocaciones a la alegría, no alcanzaron para disimular la depresión. Los tres oradores repitieron los mismos tópicos del discurso de CFK, y sólo La Señora de Duhalde intentó diferenciarse, con su defensa del asistencialismo y su crítica a la política de derechos humanos del gobierno. El tono general osciló entre la negación de la ruptura y el rencor, potenciado por la insistencia discursiva en desmentirlo.
Los duhaldistas han comenzado a expresar incluso inquietud por su seguridad. El episodio que mencionan es la pintada de acusaciones de asesino a Duhalde en el frente de su casa de Lomas de Zamora. Pero no ignoran que (a diferencia de lo que ocurrió en el hostigamiento a López Murphy), el gobierno no tiene relación con los autores de esas leyendas, miembros de las agrupaciones piqueteras de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. En realidad su inquietud es más difusa. En agosto de 2003, durante la visita de Lula, el presidente de la Cámara de Diputados Eduardo Camaño contó que durante la gestión de su amigo Duhalde en el gobierno nacional, “pasamos 18 meses encerrados en el Congreso porque no podíamos salir a la calle hasta que pasara la última manifestación. Nos íbamos a las 3 de la mañana, cuando se apagaba la última fogata. Pero en pocos meses ha cambiado todo. Cuando fuimos a Salta, el día en que se cayó el helicóptero, vimos tanto entusiasmo en la gente que no lo podíamos creer. Lo rodeaban a Kirchner, lo abrazaban. En un momento dado Duhalde y yo nos dimos cuenta de que habíamos quedado rezagados veinte metros, que veníamos charlando sin que nadie ni siquiera nos mirara, tranquilos y contentos. Este es otro país”.

Los votos y el aparato

La metáfora del Padrino es eficaz pero deja a la vista algunas contradicciones. Si el guión de Duhalde lo escribe Coppola, demasiados actores principales ahora trabajan en el Teatro Argentino de La Plata. Sobre algunas de sus biografías da cuenta el libro aún con la tinta fresca de la periodista María O’Donnell, El Aparato. Los intendentes del conurbano y las cajas negras de la política, con capítulos dedicados a representantes de ambas formaciones y también de la Unión Cívica Radical. “Los pocos casos de corrupción que llegan a la instancia judicial demuestran, más allá del voraz enriquecimiento personal de ciertos dirigentes, que el problema menos coyuntural y más estructural consiste en la financiación ilegal de los aparatos políticos”, afirma.
No menos asombrosos fueron los aplausos del gobernador Felipe Solo cuando CFK dijo que Duhalde debió acortar su mandato debido al asesinato de dos piqueteros en Avellaneda, como si no hubiera ocurrido bajo su responsabilidad política directa, por mano de un comisario al que el gobernador presentó ese mismo día como el policía ejemplar. Si el ex Senador diera curso libre al enojo que esto le provoca asumiría el mote con que CFK lo estigmatizó en su explosivo discurso y dejaría a la vista las piedras y las puñaladas que le atribuyen lanzar contra la acción del gobierno. Por eso, en el lanzamiento de ayer intentó presentar a su menguada fuerza como garante de la institucionalidad, los derechos humanos, la libertad de expresión y el prestigio del Congreso. Pero sobreactuar la moderación debilita sus argumentos electorales y lleva a exaltar “el encanto de los grises”, como hizo ayer el atribulado Jorge Villaverde. Esto incrementa las posibilidades de los candidatos radicales, ya que tanto el pupilo de Alfonsín como Ricardo López Murphy resultan más verosímiles que el duhaldismo como representantes del control republicano del poder, aunque nadie podría pensar en ellos como una opción de gobierno.
El consejo a Kirchner para que deje de mirar al pasado contradice el minuto de silencio por todos los caídos peronistas con que se inició el acto. Las constantes referencias a la lealtad y la gratitud apuestan a colocar a Duhalde como víctima, al estilo de Felipe Solá o De la Rúa, a quienes el rol les ajusta mejor. Los duhaldistas señalan con buena lógica que todo el aparato que en 1985 respondía a ExtHerminio Iglesias y en 1988 a Antonio Cafiero no impidió que fueran derrotados en las urnas. La diferencia es que ahora el aparato acude en auxilio de una victoria anunciada por todos los estudios de opinión pública. La demostración de fuerza de Kirchner del jueves tornó ridícula la insistencia del duhaldismo de presentarse como “el peronismo de la provincia de Buenos Aires”, ángel guardián de “la gente” y la idea de que sólo ellos conocen la provincia y sus problemas, como si no hubieran tenido parte en su génesis, luego de tantos años de gobernarla. Para colmo, lo hizo de la mano del concesionario de la Sociedad Rural y del canal 2 de televisión Francisco De Narváez, experto en apostar al pasado: Menem en 2003, Duhalde ahora.
Pero el gobierno nacional enfrenta un problema simétrico: ¿o acaso gobernadores justicialistas como José De la Sota o intendentes como Osvaldo Granados pueden mostrar algún pelo de transversalidad y renovación? Kirchner tiene hoy tanto los votos cuanto el aparato y su problema será impedir que el aparato lo condicione y lo contamine. Pero ese partido empezará a jugarse después de las elecciones de octubre cuando, ya sin trabas institucionales o políticas, se ponga a prueba el espesor del cambio no sólo en los gestos sino también en la gestión. En su mensaje CFK se refirió a la distribución del ingreso y antepuso la creación de empleo genuino al asistencialismo, en un momento en el que el crecimiento macroeconómico aún se asienta en costos laborales casi un tercio más bajos que los de 2001.

Nombres propios

La conformación de la lista de candidatos presentada por CFK brinda algunos indicios acerca de cuáles son las intenciones presidenciales para llevar adelante esa pugna. Hasta último momento el vicecanciller Jorge Taiana fue tenido en cuenta como acompañante en la fórmula para el Senado. Era el preferido de CFK. Pero la decisión final por Pampuro apuntó a dar tranquilidad al vasto núcleo de ex duhaldistas que el gobierno considera necesarios para acabar con el duhaldismo, en una transición decidida pero gradual. La misma razón explica la presencia como cabeza de lista para diputados nacionales del intendente de La Matanza Alberto Balestrini, uno de los pocos candidatos que es al mismo tiempo un caudillo territorial. Además, Balestrini tendrá a su cargo el reordenamiento del bloque de diputados nacionales o de la propia Cámara a partir de diciembre, cuando cesen en sus cargos Díaz Bancalari y Camaño. El duhaldismo retiene en este momento su influencia sobre unas tres decenas de diputados, que serán aún menos luego de los comicios. El sociólogo Taiana, que pasó en la cárcel toda la dictadura y luego fue secretario general de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, es el segundo integrante de la lista y la sobrina nieta de Evita, Cristina Alvarez Rodríguez, la tercera. Ambos fueron funcionarios del actual gobierno bonaerense pero llegaron a la lista por elección de CFK.

Casi la mitad de quienes ocupan puestos con posibilidad de resultar electos pueden exhibir distintas historias de militancia. Los más notorios, además de Taiana, son los sindicalistas Edgardo De Petri y Francisco Gutiérrez, el abogado laboralista Héctor Recalde, el ex intendente de Ayacucho Luis Ilarregui, las ex frepasistas Diana Conti y Graciela Rosso y El Hijo Remo Carlotto. Además abundan los compañeros del presidente y de CFK cuando activaban en las agrupaciones de la tendencia revolucionaria del peronismo de La Plata hace casi tres décadas, como Carlos Kunkel, Carlos Moreno y Nora César. Como suplentes para el Senado se presentan Graciela Ocaña y el joven sociólogo Eric Calcagno, coautor con su padre, el economista Alfredo Eric Calcagno, de un libro cuyo título describe los dilemas de esta hora: Para entender la política, entre la ilusión de lo óptimo y la realidad de lo pésimo. También es cierto que no pocos integrantes de una y otra lista podrían intercambiarse sin que se notara la diferencia. Por ejemplo, Pampuro y el primer candidato duhaldista a diputado, Jorge Villaverde (cuyo desempeño en las comisiones de Defensa de ambas cámaras tuvo afinidad con las políticas de Kirchner), o Rafael Magnanini y Jorge Sarghini, ambos colaboradores de Felipe Solo. La decantación llevará tiempo, pero el filtro ya no será Duhalde.

Disyuntivas

El ex Senador se ha colocado en una disyuntiva tan insostenible como la de 1999, cuando intentó presentarse como el candidato del cambio pero no pudo extremar las críticas a quien había sido su compañero de fórmula presidencial diez años antes. El electorado sabía de la existencia de pugnas muy enconadas entre Duhalde y Menem pero no percibía una diferencia esencial entre el menemismo y el duhaldismo. Por eso, quienes se oponían al menemismo se sintieron mejor representados por la Alianza. El resultado reflejó el hartazgo de una década dominada por las figuras de Menem y Duhalde. Es seguro que sólo un reducido núcleo de observadores especializados percibió la pugna de fondo que subyacía entonces, entre quienes propiciaban la dolarización completa de la economía y aquellos que preferían la devaluación. Eran dos opciones igualmente destructivas de los ingresos populares, que en ambos casos actuarían como variables de ajuste, pero con otros beneficiarios entre las distintas fracciones del capital. Hoy, en cambio, dos tercios de la sociedad advierten las diferencias entre Duhalde y Kirchner. Sólo se confunden los representantes del antiperonismo cerrado, que forman el otro tercio (esa es la suma exacta de los porcentajes obtenidos hace dos años por las vertientes radicales de López Murphy y Elisa Carrió y la paleoizquierda).
Dado que la principal característica de Duhalde no es la sutileza, pasó a la oposición a la Alianza como elefante perdido en un barrio de Rosario y arrastró a su paso la institucionalidad que ahora ofrece garantizar. El fracaso del gobierno de Fernando de la Rúa y Carlos Alvarez no implicó una revalorización de los años anteriores. Esto fue evidente en las elecciones de octubre de 2001. Duhalde obtuvo la primera minoría con el voto de apenas uno de cada cinco empadronados en la provincia de Buenos Aires y superó por muy poco la suma de votos nulos y en blanco. Tanto en valores absolutos como en porcentajes fue la peor elección del justicialismo en toda su historia. Sabía que se arriesgaba a ese record, pero igual fue candidato porque necesitaba el puesto en el Senado que le permitiera por la ley de acefalía el acceso al gobierno que no pudo ganar en las urnas. Ahora se encamina a un resultado mucho peor.

Fueros

Sobre aquellos días y sus consecuencias versó la reaparición de Domingo Cavallo, quien recordó el acuerdo entre Duhalde, Raúl Alfonsín y la Unión Industrial para provocar la caída del gobierno e imponer la devaluación. Cavallo practicó una diferenciación sutil entre el fugaz presidente Adolfo Rodríguez Saá, quien declaró la moratoria de la deuda externa, y Duhalde, cuyo pagadiós afectó a los argentinos que tenían activos en pesos. La motivación de Cavallo no deja mucho lugar a dudas: a medida que avanzan las investigaciones judiciales en varias causas paradigmáticas de sus años en el poder, su campo de alternativas se reduce a exilio o fueros. Es difícil imaginar que obtenga los votos suficientes como para guarecerse en la Cámara de Diputados pero mientras dure la campaña y no vuelva a Estados Unidos la suya es una voz bienvenida para complejizar las discusiones públicas con algunas referencias a conductas e intereses y no sólo a imágenes y marketing.

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