EL PAíS › EL PRESIDENTE LES TOMO JURAMENTO A LOS CUATRO NUEVOS MINISTROS

Kirchner ya tiene el Gabinete que quería

En un Salón Blanco repleto, el presidente Kirchner les tomó juramento a Felisa Miceli, Nilda Garré, Jorge Taiana y Juan Carlos Nadalich. Roberto Lavagna estuvo presente en el acto y recibió un abrazo de Kirchner. Pero en las barras cantaron en contra del ex ministro y también contra Duhalde.

 Por Diego Schurman

Néstor Kirchner enfiló derecho hacia Roberto Lavagna y se fundieron en un fuerte abrazo. Un gesto que pareció cálido y sincero y que indefectiblemente marcó el final de un ciclo. El Presidente acababa de tomar juramento a Felisa Miceli. La flamante ministra de Economía se quedó con los hurras y los aplausos de un salón desbordado, aunque en la festiva ceremonia también hubo momentos emotivos y graciosos para Juan Carlos Nadalich, Jorge Taiana y Nilda Garré, los elegidos para ocupar Desarrollo Social, Cancillería y Defensa, respectivamente.
“Lavagna tenía que saber que el que habla en IDEA... kaput”, se bromeó muy cerca de Kirchner, como para poner clima a una hora de la jura. Un año antes, por ese atrevimiento, la furia presidencial se posó sobre Daniel Scioli. Claro que le salió más barato: por sus palabras en el coloquio empresario le quitaron la Secretaría de Turismo, pero al menos mantuvo el cargo de vicepresidente. Tampoco se lo podían quitar.
El calor de la jornada comenzó a madurar puertas afuera de la Casa Rosada. Amuchados sobre los vallados de Balcarce, funcionarios, familiares y periodistas transpiraban la gota gorda esperando que les habiliten el paso. La policía entendió que a esa altura era en vano el control personalizado. Y, resignada, abrió el cerco: el vicejefe de Gobierno porteño a cargo del Ejecutivo, Jorge Telerman, y el gobernador de San Juan, José Luis Gioja, por sólo nombrar dos caras conocidas, prácticamente fueron arrastrados por la marea que pugnaba por ingresar.
El camino hacia el Salón Blanco no devolvía una fotografía homogénea. Algunos yendo, otros viniendo, transitaron por los pasillos del poder los empresarios Luis Betnaza, de Techint; Daniel Hadad, de Canal 9; Aldo Roggio, el banquero Carlos Heller, los sindicalistas de la CGT comandados por Hugo Moyano y las dirigentes de Abuelas y Madres de Plaza de Mayo Estela de Carlotto, Hebe de Bonafini y Nora Cortiñas, además de un contingente de gobernadores, entre ellos el bonaerense Felipe Solá.
Si afuera hacía calor, adentro era una hoguera. Los piqueteros de Barrios de Pie le pusieron ritmo al lugar. Apostados en el Salón Sur, contiguo al Blanco, azuzaban: “Lo echaron a Lavagna y a Duhalde también, lo echaron a Lavagna y a Duhalde también, van llegandooooooooooo compañeros al poder”. En ese momento, Kirchner y todo su Gabinete enfilaron hacia el estrado alfombrado de rojo punzó. Hubo un ausente con aviso: el ministro de Justicia, Alberto Iribarne. Un posoperatorio de hernia de disco lo dejó afuera de la fiesta kirchnerista.
Felisa Miceli simuló no escuchar los cánticos contra su antecesor. Quien no debió hacer ninguna mímica fue su marido, Ricardo “Pacha” Velasco. Parecía un nene con chiche nuevo. Seguramente la pareja no imaginó este momento en aquel acto que compartieron en la Federación de Box, en los albores del actual gobierno. Lavagna, con prestancia y palidez perenne, se mostró desentendido de la tribuna bullanguera. Sabía que las cámaras hacían foco en él y trató de descontracturarse salpicando diálogos y sonrisas con Alicia Kirchner, bien firme a su diestra.
El fantasma de Menem recorrió el lugar con el fallido del escribano general de la Nación, Natalio Etchegaray. “El doctor Carlos...” arrancó al momento de presentar al Presidente. “... Nnnnéstor Carlos...” corrigió con un fondo de “uhhhhhhhhh” y muchos ademanes antimufa de los presentes. Kirchner se miraba los zapatos. Esta vez no tocó madera.
Cuando Taiana dio un paso al frente para jurar como canciller, el silencio lo rompieron los periodistas. “¡¡¡Abaaaaaaajoooooooooooo!!!” Las invitados se habían parado para acompañar el acontecimiento. Pero de esa manera impedían que las cámaras registraran el momento. Histriónico, un sonriente Kirchner movió los brazos con un gesto de resignación.
Una vez que todos volvieron a apoltronarse, comenzaron a escucharse los “sí, juro”. Nadalich, Taiana y Miceli lo hicieron por Dios y la Patria. Garré sólo por la Patria. Los jefes militares siguieron impertérritos las palabras de la mujer, con pasado combativo, que de ahora en más impartirá las órdenes.
“Vamos por el trabajo”, interrumpió una señora, dirigiéndose a Miceli cuando todos optaban por los aplausos. “Aguante Felisa”, siguió, enérgica.
Lavagna aplaudió el abrazo entre Kirchner y la flamante ministra de Economía. Ella devolvió el gesto, cuando el Presidente lo abrazó a él, en una ronda de saludos que incluyó a Rafael Bielsa y a José Pampuro, los otros dos funcionarios salientes.
Nadalich pasó por algunos sofocones. Primero, cuando se tildó a la hora del juramento y Kirchner, muerto de risa, le recordó que le tenía que obsequiar un “sí”. Después, como testigo de una escena de pugilato entre dos periodistas, a menos de un metro suyo, mientras salía en vivo por una radio. Finalmente, cuando “las chicas” –así se presentaron sus colaboradoras, aunque no bajaban de los 40– lo rodearon para saludarlo.
Los cachetes del ministro, que manejará un presupuesto de 3550 millones de pesos, se pusieron más colorados que el distintivo alusivo al Día Internacional de Lucha contra el Sida que llevaba en la solapa. En rigor, todos los debutantes se vieron rodeados. Y de eso pudo dar cuenta el jefe de la Casa Militar, el siempre atento Héctor Giacosa.
Las hijas de Garré, luego de presenciar una hora de saludos y felicitaciones a su madre le suplicaron dejar el Salón. A Miceli directamente se la llevaron a la rastra porque Kirchner la solicitaba raudo para un aperitivo antes de la reunión con los supermercadistas.
Fue comentado el saludo entre el suspendido jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra, y Telerman. También sorprendió Carlos Zannini, algo más dicharachero desde que ofreció su primer discurso público al frente de su línea interna Compromiso K. El secretario de Legal y Técnica no entendía por qué la “homogeneización” del Gabinete sorprendía a la prensa. Esa idea de que ahora Economía dejará de ser un “islote” y se integrará al “equipo del Gobierno” también había sido esbozada en la intimidad por el jefe de gabinete, Alberto Fernández.
Evidentemente, la salida de Lavagna no fue festejada únicamente por Barrios de Pie.

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El presidente Kirchner fue hacia donde estaban los ministros salientes y abrazó a Roberto Lavagna.
 
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