EL PAíS › EL HOMENAJE EN LA CGT CON LA PRESENCIA DE DUHALDE

Por la mañana hubo armonía

“Borombombom/ borombombom/ los sindicatos/ son de Perón.” Una hora antes del mediodía, cuando la cúpula de la CGT había convocado a una buena parte del peronismo a homenajear a su líder en la sede de Azopardo e Independencia, nada hacía presagiar una pelea entre gremios. La postal era más bien la de una convivencia agitada pero pacífica. Cascos amarillos de los obreros de la construcción afiliados a la Uocra llenaban las escalinatas de la Facultad de Ingeniería, por varios lados se veían camisetas blancas con letras verdes de Camioneros. Las barras sindicales seguían con entusiasmo al que parecía ser su único conductor: el Tula, con su bombo lleno de calcomanías extranjeras que decían CheckPoint Charlie y Deutschland producto del último Mundial. La imagen de aparente armonía se completó cuando los “figurones”, como los llamaba la gente que esperaba afuera, salieron del edificio para hacer un minuto de silencio y, luego, sumarse al inicio de la procesión. En ese momento en la puerta se los vio juntos a los caciques Hugo Moyano y Gerardo Martínez.

Mientras la gente comenzaba a impacientarse y a presionar sobre el cordón de hombres con pecheras de las 62 Organizaciones, los pocos privilegiados que pudieron entrar se repartían en dos escenarios. La mayoría se concentró en el salón Felipe Vallese que está en el primer piso, donde tendría lugar el acto encabezado por Moyano. Otros preferían bajar al garaje del primer subsuelo: pasadas las ocho de la mañana, la Cochería Paraná había llevado a ese lugar al féretro de Perón, cubierto con la bandera argentina, la gorra y el sable del Ejército. A medida que iban llegando, algunos asistentes bajaban para observar el cajón.

Un sacerdote acompañaba a los visitantes que iban desfilando ante el ataúd. El cura dijo haber conocido a Perón en Chile en 1937 cuando era agregado militar en ese país. Así fueron pasando Antonio Cafiero y su hijo Juan Pablo, Graciela Camaño, Ramón Puerta, Graciela Giannettasio, el duhaldista Carlos Catterbetti y Herminio Iglesias con el pelo teñido. Como anfitriones estaban Julio Piumato, de Judiciales, y Juan Manuel Palacios, alejado de la UTA tras la revelación de que compró una estancia en Henderson. Mientras tanto, en el salón Felipe Vallese comenzaba el acto que la CGT había organizado para reemplazar la idea original, que había sido organizar un nuevo velatorio de uno o tres días.

“Hoy es un día histórico porque comienza a cumplirse el deseo de Perón de descansar en la provincia de Buenos Aires”, dijo Moyano. Aunque todos buscaban a Eduardo Duhalde, el ex presidente no era el único exponente del peronismo no kirchnerista. En el auditorio se veían varias figuras del PJ de contradictorios vínculos con el Gobierno, como los gobernadores de Salta, Juan Carlos Romero, y Córdoba, José Manuel de la Sota. “No tengo ni resentimiento ni nada con ningún compañero, es de esperar que todos los peronistas trabajemos juntos”, exhortó Duhalde. Luego hablaron De la Sota, Díaz Bancalari, y el titular del gremio Uatre, Gerardo “Momo” Venegas.

El acto terminó cerca de las 12. Los dirigentes salieron a la puerta y el cordón de seguridad comenzó a empujar para hacer espacio. Por la calle Azopardo aparecieron los granaderos a caballo y la Fanfarria Alto Perú, del garaje salió la cureña con el ataúd. “Peronistas/ ni yanquis /ni marxistas”, se comenzó a escuchar. En el remolino de gente volvieron a notarse diferencias. Mientras algunos privilegiados parecían disfrutar con el momento de sus vidas –Venegas se trepó al jeep que conducía la cureña y en un momento enarboló como un triunfo el sable de Perón–, la mayoría se limitaba a mirar, intentar tocar el féretro y arrojar alguna flor.

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Eduardo Duhalde en la CGT.
Imagen: EFE
 
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