EL PAíS › PANORAMA POLITICO

SINTONIAS

 Por J. M. Pasquini Durán

Tanto Kirchner como Lula aprovecharon distintas ocasiones en la última semana para revalidar criterios y principios concordantes que fundamentan sus respectivas políticas exteriores y de integración sudamericana. Ambos presidentes viajaron en estos días por el espacio del Mercosur (el argentino a Caracas y el brasileño a Montevideo) para rubricar acuerdos de cooperación que, además de sus valores propios, ponen a prueba la capacidad de todos para mantener el equilibrio político en la región. Los mensajes y desplazamientos merecen subrayarse también porque ocurren en las vísperas de la visita de George W. Bush a Brasil, Uruguay, Chile y Colombia, un surtido de diferentes sabores para el paladar de la diplomacia norteamericana, más interesada, para fortuna de la región y para desgracia del mundo, en sus aventuras militares extracontinentales.

Es tan letal la adhesión a las políticas estadounidenses que, en esta misma semana, provocó la primera crisis del gobierno italiano de Romano Prodi, apoyado por doce partidos de centroizquierda, y la primera soldado española muerta bajo la administración socialdemócrata de Rodríguez Zapatero. En los dos países, los acontecimientos estuvieron relacionados con sus compromisos con la OTAN y la Casa Blanca para apoyar acciones en Afganistán. En el caso italiano, los votantes de izquierda también están fastidiados por el intento del Pentágono de multiplicar los recursos militares propios en la base de Vincenza, lo que en esta época significa una opción política repudiable y encima convertir la zona y el país en blancos directos para cualquier delirio terrorista. Ni siquiera Tony Blair, por su propia supervivencia, pudo seguirle el tren a la Casa Blanca y comenzó a retirar tropas británicas, al tiempo que aumenta el número de marines para pacificar ya no Irak sino su capital, Bagdad, donde la violencia diaria y el número de víctimas demuestra que la política de Bush es inútil, sin destino y tan fanática como la de los enemigos que pretende combatir.

En Sudamérica, por suerte, los trajines son pacíficos, aunque no por eso menos complicados y difíciles. Durante la firma de los nuevos acuerdos con Venezuela, el miércoles 21 en Puerto Ordaz, Néstor Kirchner aprovechó para aclarar roles: “No puede ser que moleste a nadie que nuestros pueblos se integren, tenemos que terminar con las teorías paternalistas desde el punto de vista institucional y político. Mucho se ha dicho en los últimos tiempos de que había países que tenían que contener a otros países, en el caso del presidente Lula o en mi caso nosotros teníamos que contener al presidente Chávez. Error absoluto (...) cuando nuestros pueblos se expresan es una voz clara y concreta que debe ser entendida en ese sentido. No hay salidas individuales; la región necesita una construcción colectiva, independientemente del pensamiento político de cada gobierno”.

En la misma sintonía, Lula da Silva, por su parte, recibió en Brasilia al boliviano Evo Morales con un discurso de fraternidad y de inequívoco sentido político: “No somos los imperialistas que algunos dicen que somos, no somos hegemonistas como algunos quieren que seamos; somos, sí, un país que comprende que, por su dimensión geográfica, por su importancia económica, por su desarrollo científico y tecnológico, no debe disputar un espacio con ningún país hermano. Debemos, sí, brindar solidaridad, establecer asociaciones y comprender que los países más fuertes económicamente, los más desarrollados desde el punto de vista científico, tecnológico e industrial son los que deben tener la generosidad de comprender que los acuerdos bilaterales y los acuerdos del bloque del Mercosur deben tomar siempre en cuenta las necesidades de las economías menores, para que podamos vivir en un continente de paz, en donde reine la democracia y el pueblo conquiste definitivamente su ciudadanía”.

Este último tramo del mensaje brasileño estaba anticipando lo que después demostraría el mismo Lula al uruguayo Tabaré Vázquez, cuyos rezongos por las asimetrías en el interior del Mercosur se dejaron oír en los últimos encuentros presidenciales, con un paquete de acuerdos y beneficios que Bush jamás podría empañar debido a su real vocación imperial y hegemónica. Esta verdadera asimetría en la oferta integradora de unos y otro es el principal obstáculo para que Uruguay abandone el Mercosur por un hipotético Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, sin contar los efectos disgregadores que podría tener semejante opción en el interior del Frente Amplio. Aunque el pleito con los argentinos ya ganó la calle en los cánticos de las murgas de Carnaval, sería una torpeza de análisis confundir esos sentimientos ocasionales con el antiimperialismo del pueblo, en particular de la izquierda, de Uruguay. Las décadas de historia del Frente Amplio y su actual administración del Estado forman parte de una trayectoria compartida y del patrimonio político-cultural del pensamiento progresista latinoamericano, sin lugar a dudas. En el asunto que poluciona las relacionales binacionales, sólo quedará desearles a los vecinos orientales, a la manera de algunos graffitti, el doble de lo que ellos desean para sus hermanos argentinos.

En la misma recepción a Morales, el jueves 15, el reelecto presidente de Brasil reafirmó criterios ligados a los problemas surgidos en esa relación bilateral por la nacionalización de los recursos energéticos bolivianos y los precios del gas que consume sobre todo la poderosa industria paulista, pero que también podrían aplicarse a Uruguay y Argentina para enfocar el litigio derivado de la instalación de la pastera finlandesa en Fray Bentos. Lula puntualizó: “En un relacionamiento tan intenso, no siempre nuestros puntos de vista coinciden ni todas las prioridades y soluciones son las mismas. Pero esas diferencias son pequeñas si las comparamos con lo que nos une. Tenemos un gran potencial de iniciativas comunes. Esta visita permite dar continuidad a nuestro diálogo franco, abierto y constructivo. Sin condicionantes, sin imposiciones, sin amenazas o rupturas. Así se relacionan países amigos y soberanos”.

Como es habitual en la política criolla, todo lo que sucede en el mundo le es ajeno, o para decirlo con más propiedad, sólo quedan títulos de libros y lugares comunes. Así, la derecha desparrama alarmas por la relación con el populismo tropical de Hugo Chávez, mientras el simplismo de izquierda quiere más del “socialismo siglo XXI”, como si fuera cierto. El precio que pagará Venezuela por la nacionalización de empresas en los sectores petrolero, eléctrico y de telecomunicaciones, según estimaciones privadas, rondará los 25.000 millones de dólares, un monto equivalente al total de reservas o a la deuda externa, un lujo que se permite este productor petrolero que tiene un Producto Bruto Interno (PBI) de 150.000 millones de dólares, de acuerdo con las estimaciones de los especialistas en The Economist.

Para detener la escalada inflacionaria, dos por ciento en enero, el gobierno bolivariano redujo el IVA en cinco puntos para todos los productos, por lo que la recaudación impositiva perderá este año alrededor de 5000 millones de dólares, que serán compensados, claro está, por nuevos aportes de la industria petrolera y, si le da el cuero, por la aplicación de tributos a la riqueza. Con tanta plata, así cualquiera. Otro error de enfoque: muchos de los opositores de Chávez en Venezuela en el pasado fueron parte o aliados de gobiernos socialcristianos y socialdemócratas que también dispusieron de chequeras abundantes, pero sus criterios de distribución eran más mezquinos los del gobierno actual. En tiempos de Carlos Andrés Pérez, por recordar un dato, para Navidad los buques hacían cola para descargar bebidas y productos suntuarios, de una manera tan frívola que en cualquier hotel de cuatro estrellas para arriba se podía consumir agua mineral de cualquier lugar del mundo. Otra vez: hay que recuperar sentido de la historia para apreciar en sus debidas dimensiones, sin negar los claroscuros, lo que sucede en la región.

Kirchner señaló en su última visita a Venezuela cuáles son las condiciones del buen gobierno en la región: “Primero, ser absolutamente heterodoxos en nuestras acciones; segundo, entender que es muy importante el crecimiento de nuestros países, pero que venga acompañado de una justa distribución del ingreso (...) Este es el gran desafío de la etapa”. Así es, ése es el desafío que la Argentina tiene que afrontar, cuanto antes mejor. En ese sentido, sería bueno que el discurso oficial deje de ocuparse tanto de índices, estadísticas y encuestas para ocuparse más, en cambio, de las realidades y sensaciones que vive la ciudadanía común y corriente.

Cuando se habla de aumentos en la medicina prepaga o en las escuelas privadas, los técnicos podrán argumentar hasta el cansancio que su incidencia porcentual en el cálculo inflacionario será tal o cual, pero lo cierto es que esas matemáticas no funcionan del mismo modo en los bolsillos de franjas de población mucho más anchas que las estimaciones expertas. Mientras la escuela pública no recupere la calidad perdida o los hospitales estatales no tengan los recursos plenos para prestar los servicios que se requieren, los servicios prepagos o la escuela privada no se refieren sólo a una elite social. Es necesario aplicar sintonía fina para captar a este país, tan diferente a lo que fue alguna vez que no sirven preconceptos o lugares comunes válidos en el pasado, por muy inmediato que sea. Ojalá que la campaña electoral sirva para reemplazar los clichés habituales por un diálogo auténtico y franco entre la política y la sociedad.

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