EL PAíS › PANORAMA POLITICO

Rompecabezas

 Por J. M. Pasquini Durán

Cada pieza va ocupando el lugar para el que fue destinada, único y propio pero menos útil si no ensambla con los otros de su alrededor. Son los miembros del gabinete nacional, auténtico rompecabezas, todavía inconcluso, porque de cada área en la cabecera cuelgan secretarios, subsecretarios, directores nacionales y otras especies de la fauna y la flora gubernamental. Sumando a esta lista los destinos diplomáticos más relevantes, hay quienes calculan que son tres mil los llamados “funcionarios de confianza” que acompañan al Poder Ejecutivo en cada mandato, aunque su máximo titular no los elegirá a todos en persona, sólo a los principales, pese a que todos necesitarán el nihil obstat superior, ni los frecuentará por igual en el futuro. La electa presidenta, por el momento, creó un ministerio (Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva), postergó otro que estaba presagiado (Medio Ambiente), retuvo a siete ministros del mandato vencido, uno de ellos mudó de cartera (de Interior a Justicia) y se llevó puestas a las fuerzas de seguridad, y nombró cinco nuevos, incluido el más joven ministro de Economía, Martín Lousteau, de 36 años, aunque aparenta menos con esos rulos que simulan impecable desorden. Es un grupo heterogéneo, sin unidades ideológicas ni adhesiones partidarias definidas, de manera que sus chances de compactarse residen en otras características. El compromiso con el proyecto de gobierno, la obediencia voluntaria a la cadena de mandos y la lealtad a sus líderes podrían ser los elementos necesarios para integrarse al seleccionado, distinciones singulares que, por cierto, responden a la lógica de un país que inauguró el siglo XXI renegando de la tradicional división en partidos, algunos centenarios, que perdieron como tales el consentimiento mayoritario. Hay fuerzas políticas, por supuesto, pero sin envases que las contengan. Esa misma condición está en la base del método que permitió delegar la candidatura presidencial en el recoleto ámbito matrimonial de los Kirchner y usar las elecciones generales, lo mismo que en 2003, también como internas o primarias para dirimir preferencias entre mujeres y hombres de la misma corriente originaria. El método, por cierto, podría prolongarse dada cierta propensión de época al pragmatismo que juzga, igual que el fútbol, por los resultados más que por la elegancia y la armonía del juego. El propio matrimonio presidencial, sin embargo, ha sugerido con cierto énfasis que la tarea futura del actual Presidente será la organización de una fuerza política múltiple, con formas todavía imprecisas (convergencia, movimiento, frente interpartidario, etc.), pero que permita sostener con firmeza las columnas del poder y darle permanencia en el tiempo, es decir sin el requisito presente de actualizar alianzas precarias a cada momento. Mediante trascendidos, método favorito de la pareja para anticipar sus movimientos sin que signifique compromiso cerrado, también se difundió la probabilidad de un plan de conferencias en el exterior de Néstor Kirchner, por algunos meses de 2008, para divulgar la gestión cumplida y de paso dejarle todo el espacio de gobierno a la presidenta, sin que nadie tenga la oportunidad de reconfirmar opiniones en las oficinas de la Fundación que encabezará el ex presidente, después del 10 de diciembre, ubicadas a unos setecientos metros de la Casa Rosada.

El interés por la actividad de Néstor es comprensible, ya que no es frecuente que un líder político dé un paso al costado después del enorme esfuerzo que significó ascender al podio vencedor tras haber llegado a la meta con un escuálido 22 por ciento hace apenas cuatro años y medio. A la vez, depende de los interesados, puede ser una manera, maliciosa por lo general, de sembrar dudas sobre la capacidad de gestión de la elegida por las urnas. En esa dirección hay que anotar a los que ahora hablan de “gobierno de dos cabezas”, como si en el mandato que termina las virtudes y los errores hubieran sido de exclusiva responsabilidad del marido, cuando todos los que tuvieron oportunidad de acercarse al Poder Ejecutivo saben que las determinaciones estratégicas eran adoptadas de común acuerdo por ambos, a veces con el concurso de algún par de opiniones adicionales. En la relación hay un acuerdo funcional que tampoco es secreto: el titular del cargo tiene la última palabra, Néstor hasta ahora, Cristina de aquí en adelante.

Hay opiniones que atribuyen al renunciamiento de un segundo período con el mismo titular a una calculada maniobra por la cual en 2011 será Cristina la que ceda el paso para el regreso de Néstor. Los líderes políticos suelen ser voluntaristas y no hay, fuera de la pareja, ninguna persona en condiciones de confirmar o negar semejante cálculo. En cualquier caso, sería un dibujo en la arena, que la marea social puede borrar en una pasada. Para lograrlo, haría falta ante todo la factura de un buen gobierno durante los próximos cuatro años y esa premisa, sencilla sólo en el enunciado, es tan ardua que nadie puede anticipar el ganador hasta que no termine el partido. El modelo de acumulación sin exclusión social, la fórmula matriz del proyecto “nacional y popular” para el período inminente, requiere de la concurrencia de una diversidad de factores, entre los que la voluntad presidencial es sólo uno de ellos. La mayoría de los demás escapan al control del poder local. A título de referencia: de acuerdo con los resultados de los comicios de octubre del próximo año, ¿cuál será la futura relación de Washington con América latina? Al terminar la primera década de este siglo, ¿qué influencia tendrán China y la India en el comercio mundial de materias primas? Con Uruguay en el freezer, Brasil y Venezuela mirándose de rabo de ojo a un costado, ¿hacia donde marcharán el Mercosur y los planes de integración energética? Son tan variadas las líneas de fuga de la realidad global, que no hay Yahoo ni Google en condiciones de responder con anticipación certera.

Ni qué decir del paisaje local, donde las llamadas tensiones del crecimiento, sumadas a las emergentes de la injusticia, están lejos de amainar. Para citar sólo dos rubros: uno, los efectos de los precios de las mercaderías de alto consumo, cuyos aumentos exceden de sobra las caídas de la oferta por razones climáticas o de temporada para internarse en terrenos de especulación, no pueden ser resueltos por la precisión científica o la manipulación política de las estadísticas, porque eso es lo mismo que suponer que los consumidores comen vidrio. El Gobierno tendrá que revisar sin preconceptos la experiencia cumplida con el sistema de acuerdos de precios y, según las evaluaciones más realistas, actuar en consecuencia. Hay una campaña mediática, es verdad, alentada por intereses hostiles a las políticas oficiales, dedicada a instalar el temor a la inflación en el público, hasta el momento con relativo éxito, a la que han contribuido algunos funcionarios que, por lealtades mal entendidas o mal aplicadas, conservan posiciones en el entorno del Poder Ejecutivo, así sea para demostrar que ese tipo de campañas no doblega la voluntad oficial. De acuerdo con el juicio de los estrategas más antiguos y de mayor reputación en el mundo, el guerrero inteligente sólo presenta batalla cuando sabe que la victoria está casi segura, de lo contrario hay que saber retirarse a tiempo. La terquedad sirve cuando la calle está en disputa, pero es contraproducente cuando el campo ha sido minado por la agitación del espectro inflacionario, uno de los miedos, junto con el de la violencia, que más costó ubicar en segundo plano, pero está siempre listo, como un resorte, para reaparecer.

La mala calidad del transporte público es el otro caso en llamas. Por si fuera poco, el espectáculo de barras bravas sindicales apaleando policías que se vio esta semana, sin ni siquiera las consecuencias que están viviendo algunos “borrachos del tablón”, con la presencia de afiliados y dirigentes del gremio insignia de la CGT, el de los camioneros con el hijo de Moyano involucrado en el turbión, establece un estado de alerta, en medio de los discursos oficiales sobre el pacto social indispensable para “el proyecto”. La violencia, causa del horror paralelo al de la inflación, vuelve sospechoso cualquier incidente, como el que sufrió el vicejefe de Gabinete, Jorge Rivas, golpeado en Lomas de Zamora. Todo puede ser entendido como mensaje mafioso, en un régimen donde J. J. López sigue desaparecido desde hace más de un año, sin que los sabuesos hayan encontrado ni el menor indicio. No es el único testigo de los juicios contra el terrorismo de Estado que sufrió intimidaciones de distinta envergadura, sin hablar de la violencia delictiva y de la inseguridad vial. Cualquiera que se aventure en el transporte público, sobre todo en los ferrocarriles, sabe que el destilado de toda esa violencia camina por los vagones como pancho por su casa.

Así como los precios golpean a las clases medias, el transporte atormenta de ahí para abajo. Millones de pobres siguen hundidos en la pobreza y el trabajo en negro disminuye con cuentagotas. Hay una relación que pocas veces se entiende, pero que se da casi siempre: a medida que el infierno afecta a menos gente, sube el nivel de las demandas y los violentos que no saben convivir de otra manera se ponen más en evidencia. La mano firme, por definición opuesta a la mano dura, pondrá a prueba la fortaleza del Poder Ejecutivo y el compactado del nuevo elenco de ministros.

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