EL PAíS › UNA HISTORIA DE DUDAS, BúSQUEDAS Y HALLAZGOS

“Quería saber quién era”

Mario cuenta cómo se acercó a Abuelas y a Conadi. La ayuda de su mujer. Las conversaciones con quienes llama sus “padres de crianza”. Y el encuentro con su mamá: “Con ella pude hablar muy poquito, casi nada, solamente llorar”.

 Por Ailín Bullentini

Después de la décima entrevista, parece que las palabras empiezan a gastársele a Mario Bravo, que no paró de hablar a micrófonos, grabadores y teléfonos desde que comenzó la conferencia de prensa que, en la sede de Abuelas, sirvió para confirmar lo que desde el lunes contó a los medios de su pueblo, Las Rosas, en Santa Fe. Se toma una breve licencia de los hechos que repitió sin cesar –”dudas”, “búsqueda”, “Abuelas”, “ansiedad”, “ADN”, “mamá está viva”– y se permite celebrar con asombro el prendedor de Familiares de Detenidos Desaparecidos por Razones Políticas que Jorge Morresi le regaló: “Me dijo que lo acompañó muchos años a él y que ahora quería que yo lo tuviera”, compartió, sin cambiar la sonrisa como gesto permanente. De a poco, y siempre con esa manera graciosa de hablar de sí mismo, retoma la historia que lo tiene como protagonista. “Dicen que somos iguales, que soy yo con peluca”, bromea sobre el parecido entre él y Sara, su mamá, a quien conoció ayer después de 38 años, y con la que charló “poco” y lloró “mucho”. “Es impresionante lo fuerte que es, ahora sé de quién heredé la fuerza”, comienza a armar el rompecabezas de su origen.

–¿Por qué llegaste a consultar con Abuelas sobre tu identidad?

–Por la inquietud de saber quién soy, pero sobre todo por mi señora y mis hijos. Por temor a no saber qué ofrecerles cuando preguntaran por mi historia, por tener datos necesarios en caso de que hubiera un problema de salud. Sabía que no era hijo de mis padres de crianza y de a poco fui atando cabos: algunas personas, algunos dichos. Hasta que dije “es probable que venga de acá”. Tomé coraje e hice el primer contacto con Abuelas, a principios de este año. Tuve una entrevista, después tres más hasta que me llamaron para que hacerme un análisis de ADN.

–¿Tuvo que ver el fallecimiento de quienes te criaron para que tomaras el coraje del que hablás?

–No. Cuando empecé la búsqueda, mi mamá de crianza todavía estaba viva.

–¿Lo hablaste con ella?

–Yo no. Mi señora sí hablaba todos los días. Ella tenía su verdad: que había sido engañada, que a los seis meses de fallecida una hija de ellos, que tenía seis años, llegué yo, que me traen a mí como un regalo, que me fueron a buscar a Tucumán, todo muy legal. En el 77, y por ahí ahora suena mucho el número, pero Las Rosas es un pueblo; en el pueblo no existe esa maldad, se conoce la gente que trabaja. Y mis padres de crianza fueron gente muy trabajadora, no eran terratenientes, gente rica. Era gente trabajadora de fábrica común y corriente.

–¿Sabías de la búsqueda de Abuelas por los bebés apropiados por el terrorismo de Estado, de dictadura?

–Sí, sí. Sabía, lo aprendí en la escuela. Empecé a estudiar la carrera de medicina, pero en el 94 tuve que volver porque mi padre de crianza falleció y quedó mi mamá de crianza sola. En la universidad conocí la militancia, el centro de estudiantes, empecé a leer. En el pueblo es más difícil de conocer aquello: “gobierno de facto” dicen y nada más.

–¿Tenés familiares o gente cercana que te haya dado alguna pista?

–No, nunca. Sí hay una familia, que fue la que generó el contacto entre mis padres de crianza y yo, que tendría que saber bien qué pasó. A ellos los contacté pero me negaron todo.

–Sabías que te habían ido a buscar a Tucumán cuando eras un recién nacido. ¿Comenzaste tu búsqueda por ahí?

–Con Tucumán me contacté vía telefónica con una chica que trabajaba en la temática. Pero yo quería que me hagan el análisis de sangre ya. Quería saber quién era yo, quiénes eran mis padres. Sabía que había dos posibilidades: o era hijo de desaparecidos o no. A mí había algo que me decía que yo venía de la dictadura. Entonces me dediqué a confirmarlo o a descartarlo, pero quería hacerlo rápido. En Abuelas me pidieron paciencia, que fuera con calma. Tuvimos dos entrevistas y a la tercera me tomaron la prueba de ADN, en agosto.

–No sólo te confirmaron tus sospechas, sino que además te dijeron que tu mamá estaba viva. ¿Cómo reaccionaste?

–Jamás me lo imaginé. Cuando entré a la reunión a la que me llamaron y vi que me esperaban Estela y el psicólogo de Abuelas, dije: “Sí, acá está”. Pero entonces me dijeron que habían encontrado a mi mamá y que estaba con vida. Cuando caí en que todos los datos formaban parte de la misma historia, se me cayeron todas las hipótesis que había hecho. Yo había pensado dos vías: si soy hijo del Proceso, mis viejos están desaparecidos; si no, no soy hijo de la dictadura. Fue muy fuerte.

–¿Pudiste hablar con tu mamá de tu papá?

–No, con ella pude hablar muy poquito, casi nada, solamente llorar. Es impresionante lo fuerte que es, ahora sé de quién lo heredé, pero ahora está muy conmocionada. Hablé con mi hermana y me dijo que es buenísima, es muy madraza.

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Mario Bravo nació en un centro clandestino en Tucumán y creció en Santa Fe.
Imagen: Leandro Teysseire
 
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