EL PAíS › EL TESTIMONIO DE LA MUJER QUE ENCONTRO LOS CUERPOS

Un caso que empieza de cero

 Por Alejandra Dandan

Desde cero. Cinco meses después de la aparición de los cuerpos de La Dársena, el caso ha vuelto a la primera página. Cerca del mediodía, sobre el monte donde se hacía la reconstrucción del hallazgo de los cuerpos, la Justicia le tomaba declaración a una de las personas que hasta ese momento nadie había escuchado: Rosa Angélica Vargas, la mujer que descubrió los cuerpos de los crímenes mientras buscaba huesos en el monte. “Quería levantar los restos que había –dijo– y veo que era la cabellera de un cristiano”. Era la cabellera de una cristiana, la de Leyla Bshier Nazar. Pero en el monte, la mujer no sólo encontró los huesos y la cabellera de la primera muerta de La Dársena. Encontró un elemento que ahora parece clave: un cable sujeto a los huesos del antebrazo de Leyla, semejante al cable colocado más tarde en el cuerpo de Patricia Villalba. El dato podría reorientar la investigación hacia la posibilidad de que Leyla haya sido arrojada al monte con el cuerpo entero, tal como lo hacen en estas zonas las bandas compuestas por narcos. Con aquel dato, hubo otro elemento que fue más poderoso aún: en su testimonio aparece un “auto bordó con vidrios espejados”. ¿Semejante al auto de Patricio Llugdar, el único detenido del caso?
Vargas fue el resultado de una pesquisa que comenzó esta semana entre los pobladores de La Dársena. Los familiares de Leyla necesitaban dar con la persona que había encontrado los cuerpos sobre el monte ubicado a unas doce cuadras del centro del pueblo. Hasta ese momento, la mujer había hecho un paso fantasmal por la investigación. Cuando localizó los cuerpos, aquel 6 de febrero se encaminó hasta la casa de Juan Arias, uno de los pobladores de la zona, relacionado con los medios locales y fotógrafo aficionado a los casos policiales. Arias le sacó las primeras fotos a Patricia Villalba antes de que comenzaran a trabajar en el lugar los policías que terminaron arruinando buena parte de las pruebas. Esas fotos recién esta semana se incorporaron al expediente. Tal como sucedió con su testimonio y el de la mujer que entró a La Dársena cuando, aparentemente, un auto bordó acababa de arrojar el cuerpo de Patricia.
Aquel 6 de febrero, Rosa Vargas comenzó a caminar por el monte a las 6.30 de la mañana, seis horas después de la desaparición de Patricia Villalba. La mujer habitualmente recorría el monte buscando chatarra, pero también huesos para uno de los mayoristas de la zona. “Yo vine en el carrilín, usaba este camino, me iba juntando huesos, agarro y cargo mi bolsa que iba llenando”, decía ayer, cuando contaba el momento en que se topó con la cabellera de un cristiano. “Con eso dije: ‘Ay, mi Dios, señor Jesús, ¿qué es esto?’”, y volvió a descargar los huesos que tenía. “Y yo me quedé cruzando los brazos porque verdaderamente me sorprendió porque no era de animal”. En ese momento, no vio demasiado, pero sí lo necesario. “En eso que salgo disparando –decía– veo otro cuerpo: ese cuerpo yo no sé si lo pasé por encima o lo pasé por el costado, en este momento no me acuerdo”. En ese momento tomó otra vez el carrito. Su hijo la notó asustada.
Hacía dos días, Vargas había hecho una denuncia en la comisaría 13ª de la zona porque su hija estaba desaparecida. En aquel momento, sobre el monte, cuando vio los cuerpos pensó en su hija. “‘Hijo –le dijo–, hay un cuerpo, vamos a tratar de salir por acá no más’, y no hemos podido repechar porque la huella es honda, y el eje del carrito no andaba”. Aun así intentaron irse: “¿Qué hacemos?”, le preguntó a su hijo: “¿Qué hacemos?, que quizá el delicuente está en ese monte metido”.
Sobre la reconstrucción de las escenas de La Dársena, los peritos se llevaron algunas señales del terreno, de los huesos carcomidos por los perros encontrados por la mujer y además detalles de la presencia todavía presunta de un nuevo cable, un cable que habría atenazado los antebrazosde Leyla. Ese cable sobre el que no existen otras pruebas que el testimonio de la mujer estaría mostrando las señas de un mismo homicida y, tal vez, un mismo tipo de crimen. La mujer habló allí de un olor fuerte -tal vez ácido– que le quedaron en las manos, un olor “que no se le fue durante varios días”. Cuando los peritos le preguntaron si las manos le ardían, ella dijo que no. Eso descartaría, para ellos, la presencia de ácido y reforzaría en tanto, el descarte del cuerpo a un monte caliente con circulación de animales. Sin ácido, las dos muertes con cables, en un mismo lugar, podría pensarse todavía que Patricia murió para tapar otro crimen o sólo fue la segunda muerte de un mismo asesinato donde aún quedan 15 horas de misterio. Ayer se supo que el viernes renunció a su cargo de juez el primer responsable del caso, Mario Castillo Solá.

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