EL PAíS

Desobediencia de civiles

Por Javier Flax*

Un aspecto decisivo que expresa la importancia histórica que tiene el Movimiento de Trabajadores Desocupados, es que es un ejemplo de resistencia no-violenta, precursor de tantos movimientos de resistencia que se extienden hoy en el planeta. Frente a la violencia económica y social, sin entrar en actitudes reactivas, se constituyó un actor social que eligió la desobediencia civil como forma de acceder al espacio público que tenía vedado. Sin recursos ni medios de comunicación, se instaló frente a la opinión pública cortando calles y puentes para intentar recuperar el derecho a la libre expresión, al trabajo, la alimentación y la educación. La desobediencia civil es considerada desde la teoría político-jurídica como un recurso extremo para poner de manifiesto las injusticias de la legalidad formal, expresadas en este caso por un aumento inaudito e impúdico de las desigualdades artificiales y de la exclusión. Se trata de la exigencia de los derechos económicos, sociales y culturales que la Constitución garantiza y el Estado debe promover y tutelar. La pobreza no genera violencia, pero el aumento de la desigualdad y la pérdida de reconocimiento conduce a la anomia y a la violencia, tanto más cuando se perdió el horizonte cultural. Muchos ejemplos hay de jóvenes que reactivamente tomaron el camino de la delincuencia, de difícil retorno. Pero en el MTD lograron elaborar una respuesta consciente y organizada de una resistencia no-violenta. Los “superfluos”, los “irrelevantes” para el sistema decidieron que su lucha sería no-violenta. Violentados y humillados, decidieron que no responderían a las provocaciones y lo lograron mediante un aprendizaje insólitamente rápido. El poder no pudo generar las condiciones para la represión generalizada. En el principio, cuando comenzaron los cortes en Neuquén un funcionario polirrubro intentó comenzar con un discurso criminalizador de la protesta y Carlos Auyero le contestó que lo único que querían es estar de nuevo incluidos. Fue en ese programa de televisión donde Auyero, indignado frente a esa canallada, dejó su vida. Ya son muchos los que dejaron su vida siguiendo este camino. Ojalá esos pibes se constituyan en arquetipo de tantos chicos que no encuentran un sentido; ojalá la nueva configuración política esclarezca plenamente sus asesinatos y ojalá en poco tiempo se haya recuperado la Justicia y la equidad, para que sea innecesaria la desobediencia civil.
* Profesor de Filosofía del Derecho, Univ. Nac. de General Sarmiento.

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