EL PAíS

Desmonte y muerte

 Por Darío Aranda

El Chaco fue noticia el año pasado por la muerte de al menos veinte personas, del pueblo toba, por desnutrición y enfermedades evitables con atención primaria de salud, situación de emergencia sanitaria que aún continua. Los tres pueblos indígenas de la provincia (toba, wichí y mocoví) también vinculan los fallecimientos a la falta de tierras y los desmontes producto del avance sojero. Un relevamiento del Foro Multisectorial por la Tierra da la razón: sobre diez millones de hectáreas que tiene la provincia, contaba con 3,5 millones de hectáreas fiscales, casi la totalidad del Impenetrable chaqueño. Entre 1995 y 2005, sojización mediante, los sucesivos gobiernos provinciales vendieron 1,7 millón de hectáreas, la mitad de las tierras fiscales.

En el mismo período, según datos del Censo Nacional Agropecuario, se confirma la concentración: las explotaciones de más de 1000 hectáreas representaban el ocho por ciento del total. En 2002, con la venta de espacios fiscales, pasaron a representar el 56 por ciento del total, en su mayoría para siembra de soja. El Centro de Derechos Humanos Nelson Mandela va más allá: denuncia que sólo sobreviven 490 mil hectáreas de selva chaqueña. Además de la concentración de tierras y la pérdida de bosques nativos en detrimento de territorios indígenas, el Foro chaqueño advierte el “vaciamiento del campo”: a mediados de siglo la población rural provincial representaba el 70 por ciento, en 1991 había descendido al 28,5 por ciento, y en 2001 sólo el 16,5 por ciento de la población permanecía en el campo. El éxodo tuvo un solo destino: los márgenes de las grandes ciudades.

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