EL PAíS › LA PAREJA CELEBRó EL CASAMIENTO EN LA SEDE DE CTERA DE SAN TELMO

La fiesta después de treinta años

La celebración tuvo todos los ingredientes rituales de cualquier matrimonio: la torta, los ramos y los anillos. Las protagonistas estuvieron rodeadas de militantes, dirigentes políticos y periodistas.

 Por Emilio Ruchansky

La boda entre doña Norma Castillo y Ramona Arévalo, también conocida como “Cachita”, asombró a muchísima gente. Pero nadie se sorprendió tanto como la enfermera que les sacó sangre en el Hospital Tornú, coincidió la pareja, cuando fueron a hacerse los exámenes prenupciales. “La enfermera me preguntaba ‘¿dónde está el señor?’ y yo me reía... le dije: ‘El Señor está en el cielo’. Cuando miró por la ventana de la puerta y vio a Norma esperando su turno no entendió nada. Y nos preguntó de nuevo: ‘¿Y los señores?’. Ahí le dijimos que nos íbamos a casar nosotras, qué pena que no tenía una cámara, ¡la cara que puso fue increíble!”, relató Cachita, de 67 años, con el ramo de rosas blancas sobre la falda y rodeada de una multitud de activistas, políticos y periodistas que se acercaron a compartir ayer la fiesta de casamiento, en una sede de la Ctera, el sindicato de maestros.

“Es emocionante verlas, hace treinta años que están juntas; yo, la verdad, si tuviera la edad de ellas cuelgo los guantes”, decía María Pía Braudacco, activista travesti y presidenta de Asociación de Travestis, Transgéros y Transexuales de Argentina. Esta admiración era compartida también por Alex Freyre y José María Di Bello, la primera pareja del mismo sexo que logró casarse en América latina en diciembre pasado. “Son un flash, ellas muestran otro universo, rompen con todos los estereotipos”, aseguraba Di Bello. “Para mí, son dos ciudadanas del amor”, agregó Freyre, mientras las novias se dirigían al escenario para leerse los votos y dar su mensaje a los invitados.

Norma, quien además de trabajar en la cooperativa de vivienda El Caracol tiene una larga trayectoria como artista plástica y poeta, leyó un poema que escribió para su esposa en noviembre de 1994, cuando cumplieron quince años juntas. “No tuve tiempo de escribir otro”, se excusó antes de recitar. “No importa, yo te quiero igual, mi amor”, le contestó Cachita. El poema se llama “Canción de amor” y Norma comenzó a leer la primera estrofa conteniendo las lágrimas: “Universo... / Tu piel, tu voz / tus manos... / todo está en ti./ Mi pensamiento vuela / hacia el encuentro / hacia el abrazo / que sabe ser feliz”.

El conductor de la ceremonia, Carlos Alvarez, quien aún espera que la Justicia apruebe su casamiento con Martín Canevaro, comentaba ante el público: “Hemos visto mucho amor, mucha vida, muchos proyectos. Las dos son un ejemplo de amor y compromiso para luchar contra la discriminación del Estado argentino. Cuando las vemos, sentimos que aprendimos tanto de ustedes, del amor y de la alegría que tienen”. A su turno, la presidenta de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (Falgbt), María Rachid, pidió un momento para secarse las lágrimas y recuperar el aliento. Luego reclamó la derogación de los edictos y códigos de faltas que castigan la homosexualidad y el travestismo en varias provincias, también mencionó la necesidad de aprobar la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo y la de identidad de género para travestis y transexuales.

Tras un número musical de boleros, a cargo de la cantante Gabriela Elena, las novias se acercaron al escenario para intercambiar las alianzas. Cachita se deshizo en palabras de agradecimiento ante los presentes; para Norma, decir “gracias” quedaba chico. “Quisiera inventar nuevas palabras para decirles lo que siento en este momento”, dijo. Tras colocarle el anillo a Norma, Cachita admitió que estaba “tan emocionada como la primera vez”, cuando conoció a su gran amor en Colombia. Por entonces, ambas estaban casadas y ya se habían visto en Buenos Aires, Cachita era la esposa del primo de Norma. “Nos hicimos muy amigas primero y después vino el amor, vino de una forma totalmente espontánea”, contó Cachita, nacida y criada en Uruguay.

“Yo tenía 35 años cuando me di cuenta de que me gustaban las mujeres y me quería matar. Me acuerdo que fui a un psicólogo en Colombia a ver si me curaba, como dicen allá, ‘la maricada’. Me costaba aceptarlo porque yo siempre seguí el reglamento”, recordó Norma. Con sus respectivas familias nunca consiguieron hablar del tema. “Pero tampoco nos hacían problemas, con mi hermana no tuve líos y tampoco con mis sobrinos, la mamá de Cachita tiene 88 años y me dice ‘sí, m’ hija’; es más, fui testigo en el casamiento del hijo de Cachita que vive en Barranquilla”, explicó Norma. ¿Sabe que su mamá se casó? “No, no tuve tiempo, en cuanto llego a casa le mando un mail”, respondió Cachita.

Al momento de cortar la torta de merengue, frutilla y crema, con dos pequeñas novias de azúcar clavadas en el medio, desfilaron legisladores y funcionarios: Aníbal Ibarra, Gabriela Alegre, Tito Nenna y Claudio Morgado, del Inadi, entre otros. Sentada en la otra punta, mirando la escena con una enorme sonrisa, estaba María Eugenia Salazar, una amiga de la pareja que vino porque se enteró en la radio. En voz baja, contó que las recién casadas son un emblema de Parque Chas, el barrio donde viven. “Yo manejé hasta hace dos meses el CGP 15 y Norma dio varios talleres de pintura y siempre traía proyectos. Además, las dos venían a las clases de literatura y a las asambleas, son dos ciudadanas preocupadas por el otro, tan comprometidas y activas, cuesta encontrar gente así hoy día”, señaló Salazar.

Tras el corte de torta y el protocolar lanzamiento de los ramos de flores, que fueron dos esta vez, las novias se sentaron a descansar un poco, interrumpidas a cada rato por los movileros. Por momentos, se hacían gestos para fumarse un cigarrillo juntas, mientras aparecían sus primeros bostezos. “Nos levantamos a las cinco, si ella no duerme siesta se le caen los ojos”, deslizó Norma. Cachita, que no cena porque si no duerme de más, estaba empachada de sandwiches de miga, pero no rechazó notas. Tenía un motivo: “Que los demás aprendan de nuestros errores y aciertos”.

De momento, este matrimonio no planea irse de luna de miel. “Yo tengo que trabajar en la cooperativa textil y ella en la de viviendas, no podemos irnos a ningún lado”, lamentaba Cachita, a quien en el barrio le dicen “la niñera del Mercosur”, porque cuida los hijos de sus vecinos peruanos y bolivianos. Cansada pero alegre, Norma se despidió con un ruego: “Ojalá lleguemos a ver la aprobación de la ley para que todos y todas podamos casarnos, es horrible vivir ocultándose porque cuando uno ama, y ama tanto, quiere expresar el amor que siente, en cualquier momento y lugar”.

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“Es emocionante verlas, hace treinta años que están juntas.”
Imagen: Pablo Piovano
 
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