EL PAíS › JOSé MANUEL DE LA SOTA, EL CANDIDATO QUE CEDIó SU LUGAR A NéSTOR KIRCHNER EN 2003

No kirchnerista pragmático y negociador

De origen en el peronismo ortodoxo, luego renovador y filomenemista, Eduardo Duhalde lo había elegido antes que a Kirchner para ser el candidato en 2003. Tuvo que bajarse porque no le daban las encuestas.

Hubo un momento en el que fue el candidato preferido de Eduardo Duhalde para las elecciones de 2003, pero su bajo nivel de imagen dejó la sucesión en manos de Néstor Kirchner luego consagrado como presidente. Aquella vez le faltó a Juan Manuel de la Sota la popularidad que ahora se ocupó en construir para alcanzar nuevamente la gobernación de Córdoba de la mano de personajes como la Mole Moli o la Mona Jiménez, que en los últimos días de campaña logró hacer que su nombre estalle, ovacionado, por un estadio en un discurso crudamente peronista. Los cronistas políticos dijeron en las últimas horas que con esas presencias De la Sota les sacó a sus competidores los dos símbolos más populares de la provincia. Y recordaron sus dotes de político de centroderecha atravesado por lo pragmático.

José Manuel de la Sota suele aparecer mencionado en distintos intentos biográficos como un “equilibrista”. Un hombre capaz de permanecer en el poder con acuerdos entre sectores disímiles y sellados con “amianto”. En la línea histórica, aparece en el comienzo como parte del peronismo ortodoxo, pero tras el retorno de la democracia en los ’80 integró la Renovación. Compartió la fórmula con Antonio Cafiero en la interna del PJ que terminó consagrando más tarde a la pareja de Carlos Menem y Eduardo Duhalde en la presidencia. Pero De la Sota es el recuerdo también de quien abrió las puertas del partido a Domingo Cavallo. Quien encontró un lugar en el menemismo como embajador en Brasil. La persona que peleó y perdió una y otra vez la gobernación de la provincia de Córdoba hasta ganar primero en 1998 y luego en 2003. Más tarde entregó el mando al actual gobernador Juan Schiaretti y se replegó de las lides de la política hasta volver a asomar en 2008 en medio del debate por las retenciones móviles, confrontando con el kirchnerismo.

Hombre de 61 años, en febrero de este año empezó a mostrarse buscando un cambio de look para apostar de nuevo al gobierno. A través de algún diario, se anunció que había despedido a su publicista brasileño con el que trabajó durante trece años y en ese lugar ubicó al estudio de Ramiro Agulla. Alrededor de Agulla adelantaron en ese momento algunos tips de campaña. Dijeron que iban a instalar a un “nuevo De la Sota” en una campaña “corta”, de un mes, con un discurso “muy emotivo”, “humanizado”, como “un viejo sabio ante los jóvenes”. El creador del “Dicen que soy aburrido” de Fernando de la Rúa y responsable de la campaña con la que Francisco de Narváez le ganó a Néstor Kirchner las elecciones en la provincia de Buenos Aires, se puso a trabajar. La campaña que sumó a la Mona Jiménez y la Mole Moli, mostró al candidato dedicarse a ciertos ejes sobre los que hasta ahora no había hablado públicamente; entre otros, mencionó –como al pasar– su año de detenido político, en una entrevista a Cadena 3.

De la Sota ya era un egresado de Derecho de la Universidad de Córdoba con títulos de honores, que había comenzado a militar en el Partido Justicialista en 1973 cuando asumió, a los 24 años, el primer cargo de funcionario público como secretario de gobierno de la municipalidad cordobesa. Con el golpe de Estado terminó preso. La pregunta de un periodista que podría haber empezado directamente en ese punto arrancó con un episodio bastante más ligero sobre los cambios en el pelo.

“Tras explicar que nunca usó un peluquín y que se hizo dos implantes capilares, De la Sota afirmó que no se considera un tipo seductor”, puede leerse aún en el sitio de Internet. “Más que buscar ser seductor, es una manera de ocultar mis dolores. Porque perdí el pelo en la cárcel. Estaba en el gobierno peronista del ’73. Nunca participé de ninguna organización guerrillera. En 1976, el embajador en España, Gregorio Marañón Moya, me advirtió que me fuera del país. Decidí no hacerlo. Me agarraron en un control caminero. En el pasaje Santa Catalina viví la tortura. Vi matar a muchos. Sufrí simulacros de fusilamiento.” Y al final explicó: “Son cosas que nunca dije porque pensaba que no era bueno para contar mis dolores”.

Nadie sabe si ahora se siente bueno para hacerlo o lo hace por alguna otra razón. También en ese febrero donde empezaba la campaña, dijo que él prefería desmarcarse del discurso de Luis Juez. Que Juez aparecía hablando del pasado y él prefería hablar de futuro. Tal vez algo de esa posición es la que inspiró a las Madres de Plaza de Mayo en 2004 a escribir una “Carta abierta a De la Sota”. El había dicho: “Es necesario hacer una autocrítica de lo que pasó, los partidos políticos, los padres, las madres de los chicos desaparecidos, que tienen que pensar si realmente los cuidaron como corresponde”. Ellas le dijeron: “Sí, los cuidamos, nos preocupamos de su salud y de su entrega de vida hacia el prójimo. Hoy, las Madres reivindicamos sus ideales, orgullosas de ellos, de su militancia, siempre despojada de egoísmo para obtener el bienestar de su pueblo”.

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