EL PAíS › ¿POR QUE BALBIN AGUAYSOL?

Un maestro que no tenía escuela

 Por Luis Bruschtein

Es una escuelita blanca con dos salas grandes y varias aulas. En una de las salas hay varias computadoras y en la otra un museo con reliquias históricas y donaciones de artistas de la región. Tiene una galería con arcadas y un quincho en el patio de tierra donde se hacen las fiestas para recaudar fondos. Hay que llegar al pueblito de Los Zazos y subir una cuesta empinada que se lleva el aliento de cualquiera. Hay chicos en las computadoras y una reunión de madres de los chicos que integran el ballet folklórico que representa a la escuela en la fiesta de la Pachamama.
Todo se hizo en forma comunitaria. El único aporte en dinero que recibieron hasta ahora fueron cinco mil pesos del gobierno para materiales. Otras cosas, como las computadoras, fueron donaciones de otras ONG o de los mismos vecinos. Balbin Aguaysol fue un poco el motor de la iniciativa en ese pueblito de los valles calchaquíes. Es la historia de un maestro sin escuela pero con una idea clara de qué enseñar y cómo hacerlo, desde su cultura y desde sus necesidades.
“Todo esto que enseñamos en nuestra escuelita no se enseña en la escuela oficial”, afirma Aguaysol. Se refiere en primer lugar a la historia y la cultura de los pueblos originales. Pero también alude a una cultura del trabajo que no dependa del Estado o de otros, como las zafras o las minas. “Aquí hay tierra fértil –insiste–, no tiene que haber hambre, si lo hay aquí, en parte es porque la gente se alejó de una cultura de la tierra.”

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