EL PAíS › JULIO GAMBINA, DIRECTOR DE ATTAC

“Desconocer al Fondo”

Por C. Z.

Julio Gambina es director de Attac Argentina y tiene una mirada aguda sobre el problema de la deuda. Plantea que el Gobierno debería desconocer el último acuerdo con el Fondo, unido con los demás países endeudados.
–¿Hay casos en que un país declaró “odiosa” su deuda?
–El primer planteo ocurrió en la década del ‘20 y fue Cuba. Ahora Estados Unidos lidera una petición para que en Irak ocurra algo parecido. Esa posición no hace más que certificar la posición dominante de los EE.UU. No debe olvidarse que es el mismo país que trabaja para que la Argentina reconozca la mayor deuda posible en la renegociación con los acreedores. Y es el mismo que a través del Fondo obligó al Gobierno a reconocer el ciento por ciento de la deuda con el organismo. Hubo trato preferencial. Seguimos debiendo los mismos dólares, sin que se tomara en cuenta que al país le cuesta el triple generar las divisas para pagar.
–¿Podría la Argentina declarar “odiosa” la deuda y plantear una nueva estrategia para la renegociación?
–La Argentina debió hacerlo hace 20 años, al inicio de la administración de Raúl Alfonsín. Era el momento preciso para denunciar que esa deuda había sido contraída por un gobierno ilegítimo. Fue una lástima porque el tema de la deuda externa surgió como un problema estructural para el país.
–¿Quiere decir que ya llegamos tarde para cambiar?
–Podrían encararse otras fórmulas. Creo que el Gobierno está obligado a discriminar entre los acreedores. Eso implicaría desconocer el acuerdo con el Fondo, que fue impulsado por la comunidad financiera internacional, los organismos multilaterales en sociedad con los bancos y los países más poderosos nucleados en el G-7.
–¿Sería viable esa propuesta?
–Sí. Siempre y cuando ponga en marcha una acción conjunta con los demás países endeudados. Hay que tener en cuenta que habría que enfrentarse al poder omnímodo de los Estados Unidos, ejercido a través del FMI. Por eso fue muy importante la época de comienzos de los años ‘80, cuando existía el movimiento de Países No Alineados. Ese grupo planteó la conformación de un club de deudores para debatir y hacer frente al problema de la deuda.
–¿Ese objetivo quedó en la nada?
–Se perdió su esencia porque los acreedores se movieron con astucia. La deuda ilegítima fue renegociada en el marco del Plan Brady. El proceso se publicitó con un marco favorable para los países, pero lo cierto es que les sirvió a los bancos para transferir la deuda a inversores particulares. Socializaron los pasivos mediante la transferencia de títulos de la deuda de los diferentes países. Se sacaron de encima, por ejemplo, la deuda impagable de la Argentina. La historia reciente quedó más fresca: la comunidad financiera internacional alentó el endeudamiento de la Argentina hasta el ahogamiento.
–¿Sería posible replantear el acuerdo con el Fondo?
–Por supuesto. Diría que es necesario modificar la situación en 180 grados. No es verdad que el estatuto del FMI prohíba condonar la deuda o darle un trato distinto al actual. En el año 2000 existió un jubileo y el Fondo le disminuyó los pasivos a un grupo de 47 países empobrecidos. ¿Por qué no podría llevar a cabo la misma decisión con la Argentina?
–¿Cuál sería el argumento para convencer a la comunidad internacional de que ése debería ser el camino?
–En los ámbitos académicos, en aquellos lugares sin cinismo, se coincide en que Washington debería asumir su responsabilidad de haber exigido las recetas neoliberales que aplastaron a la Argentina. Que dieron lugar a un endeudamiento irresponsable, sin el cual era imposible mantener el status exigido por la comunidad financiera internacional. Estados Unidos, a través del FMI, favoreció la concentración de la riqueza que, a su vez, dio lugar a la enorme desigualdad de la Argentina. Es tiempo de que se haga cargo del desastre.

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