EL PAíS › FESTEJO Y CANTITOS EN LAVALLE AL 800

“El gordo está presente”

Los abrazos comenzaron a multiplicarse, junto con caras de llanto, gritos que simbolizaban la victoria y los corchos de champagne volando por el aire. Cristian Ramaro había sido liberado tras una semana de cautiverio y los conocidos, amigos y familiares del joven empezaron a agolparse en la puerta de su casa.
Cristian, estudiante, 23, se bajó de un auto blanco y entró caminando. Su arribo se asemejó, por momentos, a la escenificación de un premio. La gente trataba de abrazarlo, otros corrían para acercarse más, le gritaban palabras de ánimo, los aplausos se repetían y hasta uno de los vecinos llegó a subirse al capot de un auto para poder agarrarlo.
Se lo veía entero. Después de su ingreso veloz y rodeado de una multitud volvió a salir para hablar. “Me trataron bien”, dijo. Y agradeció a la gente “que me apoyó en todo momento y que rezó por mí”.
Consultado por su liberación, no quiso dar detalles. “Me dejaron por ahí”, dijo solamente. El joven aseguró que los padres “están bien”. Estaba conmovido y no pudo seguir hablando.
Al igual que las personas que se reunieron en la puerta de la casa, la familia y amigos que se encontraban adentro no dejaban de abrazarse.
La madre de Cristian, Hilda Larrosa, agradecía con las manos extendidas agitándolas bien arriba, como un símbolo de victoria.
La salida de la madre se repetía una y otra vez para saludar a los más de 200 conocidos que llegaban corriendo para vivir en directo la noticia.
“Te queremos”, “Pudiste”, “Fuerza”, gritaba la gente al ver a Cristian salir de su casa junto con su madre y otros familiares.
Los abrazos y el llanto se fueron intensificando. Todos parecían ser parte de la historia de Cristian. Los amigos del joven, subidos a la parte trasera de la camioneta del estudiante, saltaban como en una competencia para destruir los amortiguadores.
Las bocinazos se hacían escuchar con fuerza. “Se siente, se siente, el gordo está presente”, cantaban amigos y familiares. La madre había pasado a tocar fuerte una campana mientras saludaba.
A las nueve de la noche, sólo la guardia periodística descansaba en la puerta de la casa de Lavalle al 800. En pocos minutos el escenario cambió. Hasta el comisario Cabrera de la Departamental de Tigre salió a agradecer el apoyo de la gente.
Metros más atrás se encontraba el jefe de la Dirección de Investigaciones de la Policía Bonaerense, Osvaldo Seisdedos.
Entre los cantos de festejo no desaparecían los pedidos de justicia de los vecinos, que ahora aguardan la captura de todos los secuestradores.

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