EL PAíS › OPINION

El quinto elemento del Mercosur

 Por Luis Bruschtein

El Mercosur pudo superar la violenta ofensiva de los gobiernos de México y de los países centroamericanos en Mar del Plata. Era difícil suponer que la alianza sureña, con todos sus problemas, pudiera soportar la fuerte presión que fogonearon los gobiernos de Canadá y Estados Unidos. La más mínima concesión hubiera significado su certificado de defunción.
Mar del Plata confirmó a los gobiernos de Uruguay, Brasil, Paraguay y Argentina la necesidad de profundizar el Mercosur por una cuestión de sobrevivencia. Pero al mismo tiempo puso en evidencia que hay una brecha muy grande entre esa necesidad y la lentitud con que se avanza. El Mercosur prácticamente es un partido que juegan Brasil y Argentina, lo que provoca las quejas lógicas de Uruguay y Paraguay. Además, los dos países grandes no tienen economías complementarias sino más bien competitivas entre sí. Entonces la lentitud está dada por las marchas y contramarchas de los empresarios de los dos países, sin que los Estados demuestren una actitud muy decidida para allanar las dificultades, limitándose a intervenciones esporádicas. Por otra parte, Brasil es la economía más importante de América latina, pero la tradición de la Cancillería brasileña tiene ciertos rasgos de hegemonismo que despiertan recelo del lado argentino.
En esas condiciones, el Mercosur avanza a paso de tortuga sin que se terminen de cerrar los lazos económicos regionales que permitan resistir las fuertes presiones y que den tiempo a los sectores empresarios para que vayan acomodando sus estrategias a ese marco. Con la composición actual hay una trabazón evidente donde Uruguay y Paraguay tardan en percibir los beneficios que debería reportarles esta alianza a sus economías.
La aparición de Venezuela tiene la cualidad de destrabar ese nudo. Como potencia energética y con un Estado fortalecido, Venezuela le impone un nuevo ritmo al Mercosur porque permite celebrar grandes acuerdos energéticos regionales, de ejecución casi inmediata, que seguramente apurarán las obras de infraestructura que requiere el acuerdo sureño. Interrelacionados con proyectos energéticos comunes, caminos, ferrocarriles, puertos y otras formas de transporte, los países del Mercosur estarán en condiciones de resistir las presiones y ganar el tiempo que necesitan sus empresas. Venezuela ya hizo propuestas de fondos de financiamiento y de comunicación comunes. Algunas están todavía en el plano de las propuestas y otras son de ejecución incipiente, como Telesur, pero son muchas las posibilidades abiertas.
A su vez, la intervención de Venezuela destraba ese empate un tanto receloso y competitivo entre Brasil y la Argentina porque es una tercera economía importante que abre el juego en un escenario que beneficia a todos, incluyendo a la propia Venezuela y a las economías más chicas. Venezuela ya cerró acuerdos con los países del Mercosur, aunque con menos incidencia en el caso de Paraguay, por lo que habría ya un clima propicio para su progresiva incorporación plena a la alianza.
Seguramente Washington no verá con buenos ojos este proceso, porque fortalece el acuerdo que puso límite al ALCA en los términos que impulsa actualmente Norteamérica. Pero su argumento principal no será el económico sino el ideológico. Y sobre ese punto el Mercosur establece que cualquier país democrático tiene derecho a participar.

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