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Estampita

 Por Washington Uranga

“El agua es para todos, la tierra es para todos, el pan es para todos... y esto no es subversión... yo sé que esto puede afectar intereses... pero la Iglesia debe estar, y está, profundamente comprometida con el desarrollo del hombre.” Así era Angelelli de frontal. Lo dijo en 1969 y año después sostuvo que “es hora de despertar de nuestro letargo, si la fe nuestra ya no nos hace hacer opciones de vida. La fe es operante, transformante, comprometedora, signo de contradicción”. Ese era su mensaje. Directo, comprensible para todos, sin medias tintas. Por eso resultó incómodo. Para los que ordenaron su asesinato y para quienes, de manera cómplice, prefirieron sumarse a la versión infame del accidente y, peor, de la impericia del Pelado para conducir su camioneta. Seguramente por eso se necesitaron treinta años para que Angelelli recibiera un reconocimiento por su entrega, por su servicio a los más pobres y por su coherencia evangélica por la justicia. Su caso no es distinto al de tantos otros argentinos y argentinas anónimos, pero es mucho más significativo por la condición de obispo en un país que se sigue diciendo, por lo menos culturalmente, católico. Como bien lo dijo el presidente Kirchner, el reconocimiento llega tarde. Pero sirve. Sobre todo si no se pretende, como lo advirtió Alba Lanzillotto, convertir a Angelelli en “una estampita”. Para lo que tiene que servir la memoria –ésta y la de todos aquellos a quienes se recuerda por su condición de mártires por la justicia– es para alimentar las imágenes de futuro, para que los que construyen hoy cuenten con esa referencia. Al homenaje y al reconocimiento del gobierno nacional se sumará mañana el de la jerarquía de la Iglesia Católica. También tardío y mucho más gravemente tardío, porque se trata de alguien que murió como mártir por fidelidad al Evangelio y a la misma Iglesia. Pero también sirve. Siempre y cuando el reconocimiento sea integral, no sólo para enaltecer la figura y para lavar las propias culpas, sino para que lo hecho y lo dicho por Angelelli se transforme en criterio de vida, para que sus afirmaciones y sus prédicas sean retomadas y actualizadas. Sencillamente porque siguen siendo vigentes. Y para que cada frase y cada gesto que nos dejó resuenen con la misma significación en el hoy. Para entender, por ejemplo, que “el ansia de liberación de un pueblo no es algo que los poderosos puedan llevarse en una bolsa”.

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