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Confesiones de los que abandonaron las asambleas

“Empezá por tu barrio”

Raquel tiene 70 años. A principios 2002, luego del asesinato de los pibes de Floresta y de una “acumulación de broncas”, buscó contactarse con otros vecinos. Fue a la interasamblea de Parque Centenario pero allí, cuenta, “no vimos a nadie de nuestro barrio”. Junto a una amiga fueron negocio por negocio pegando carteles, llamaron por teléfono a otros vecinos y decidieron reunirse en la plaza Vélez Sársfield. “Cuando llegamos a la plaza ya había gente por lo de los chicos asesinados, éramos muchos, todos querían hablar y nos peleábamos”. Ese día quedó impresionada con las otras generaciones, que tenían expectativas diferentes a la suya. “Vino el invierno nos juntamos en bares, escuelas no formales y otros lugares semipúblicos. Todo era muy caótico pero fue una experiencia muy buena: nos dimos cuenta que podíamos hacer algo”, reflexiona Raquel, quien sentía que las asambleas formaban parte de un cambio: “Podía decir lo que pensaba, participar, encontrarme con otros, saber quién vive al lado tuyo y dejar ese anonimato típico de la Capital”. Con el tiempo, relata Raquel, quedaron “los mismo personajes con grandes ideales. Si vas a cambiar el país, empezá por cambiar tu barrio. A veces el que sabe soñar no sabe ejecutar”. Para esta abuela muchos salieron a protestar solo por el corralito y no querían saber nada con lo que pasaba alrededor: “Algunos veían a los piqueteros o a los cartoneros como enemigos. Yo sé que si me pasa algo en la calle el único que me va a ayudar va a ser el cartonero y no el vecino que no me mira”. Elsa dice que otro de los factores de la desintegración fue el cansancio, los manejos políticos y el egoísmo de los porteños. “Pero por suerte –estimó– algo va quedando. Hubo un avance por el simple hecho de participar”. Aunque dejó de ir a su asamblea, sabe que cuando “hay cosas lindas me llaman”.

“Listos para salir de nuevo”

“El 19 a la noche salimos a cacerolear a la esquina de Córdoba y Pueyrredón, después se generaron listas kilométricas de mails y propuse encontrarnos con los vecinos en un bar”, relató a modo de génesis Andrea Madariaga, una ex asambleísta que estima que las reuniones tuvieron un pico de 350 personas. A ella no le molestaba la presencia de los partidos políticos porque “ellos trajeron debates ideológicos serios”. De hecho, atribuye el nacimiento de la asamblea al Partido Obrero, aunque reconoció que “lo de ellos fue construir para destruir porque después se llevaban a la gente”. Otra de las fallas que destaca Andrea eran los pedidos sin resultados en las asambleas y el verticalismo que se fue imponiendo. “Pedían pero no hacían”, resumió. La avenida Córdoba une a dos barrios muy distintos, el Abasto y Palermo, por eso para ella fue “bueno poner en contacto esas dos realidades”. Cuando se organizaban ollas populares para los más necesitados “la gente de la clase media empobrecida de Palermo venían y se llevaban la comida en un tupper. No se quedaban comiendo con los demás, iban a su casa: obviamente nunca participaban de la asamblea”. De todos modos, para Andrea la experiencia fue “maravillosa, descubrí el barrio detrás de la gran ciudad. Hoy quedamos dispersos pero no separados”. Luego de irse, ella encaró proyectos colectivos apuntados a los medios alternativos. “Hoy estamos listos para salir de nuevo porque quedaron los códigos”, resaltó al tiempo que recordó que durante el incendio de Cromagnon la red de vecinos volvió a funcionar y de inmediato fueron a ayudar.

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