EL PAíS › QUIENES FUERON, CON QUE ILUSION

Tribuna bicolor

 Por Laura Vales

Cuando Hugo Chávez ingresó, rodeado de una custodia que se había trasladado en seis automóviles y una camioneta, la cancha de Ferro y sus tribunas ya estaban nítidamente diferenciadas en dos sectores de manifestantes. Se los podía distinguir por el color. Ocupando la mayor parte del espacio, las organizaciones sociales kirchneristas, con banderas celestes y blancas, fueron las que aportaron al acto el grueso de su público. Y a un costado del palco, con menos despliegue pero con una cantidad de gente más que suficiente para hacerse notar, el sector de las banderas rojas, formado por partidos y movimientos de izquierda.

Quien ayer recorriera la cancha podía encontrarse así con manifestantes sin afinidad en la política interna, pero con un común apoyo al presidente venezolano. Si uno preguntaba por qué, la respuesta era más o menos la misma en cualquier parte: “Por la recuperación de los recursos naturales” o por la “recuperación de las privatizadas”. Se daban también otros argumentos, como el antiimperialismo o la unidad latinoamericana, pero el acento estaba puesto en la palabra “recuperación”.

Andrea López, de 37 años, piquetera, fue a la cancha con la Federación de Tierra y Vivienda, el movimiento del kirchnerista Luis D’Elía. Viajó desde Quilmes en uno de los colectivos contratados para la movilización, que se llenó casi exclusivamente con mujeres. Era la segunda vez que escuchaba a Chávez.

–Lo vi en la contracumbre de Mar del Plata –contó.

Hasta hace poco tiempo, vivía de juntar cartones. Ahora integra una cooperativa que fabrica baldosas, donde gana 600 pesos al mes. Andrea no tenía ganas de hablar de política: “Me interesa el trabajo social, pero no la política. Lo que pasa es que si no formo parte de ella nos pisan y nos quedamos fuera”, señaló.

Unos metros más lejos, Nadia, de 19 años, desocupada, estaba con sus amigas del barrio El Peligro, de La Plata, donde pertenece al Movimiento de Unidad Popular (MUP), una agrupación que en sus orígenes fue anarquista y hoy es parte del kirchnerismo. También ella había viajado a Mar del Plata en el 2005 para escuchar a Chávez, aunque tenía menos idea del asunto: “Lo principal para mí es que tengo un plan”, se definió.

Verónica Barrionuevo, de Barrios de Pie, dio su razón para apoyar a Chávez: “Estuve mucho tiempo sin trabajo. A nosotros, a mí y a mi familia, nos afectó el neoliberalismo”.

En Ferro se vio además a gente suelta. Apartidarios, independientes, curiosos, ex miembros de asambleas barriales o, como Mario González, un mix de todo eso. Tenía puesta una remera con la cara de Chávez.

“Soy de ningún lugar, aunque estuve en el movimiento de fábricas recuperadas”, dijo. Lo acompañaban dos amigos, ambos de empresas reabiertas por sus trabajadores, Impa y La Argentina.

–No sé mucho de política, pero escucharlo a Chávez me pone la piel de gallina. No sabría explicarme bien.

–¿No se da cuenta de qué lo emociona?

–Sí, sí: que nacionalizó las empresas.

Había varias batucadas y zonas donde se volvía difícil escuchar el discurso, pero con cada mención de Chávez a George Bush, la cancha paraba la oreja y se divertía.

Francisca Leiva, del Movimiento Territorial de Liberación, la organización piquetera del Partido Comunista, estaba –esperablemente– en el sector rojo. “Vinimos a apoyar al compañero, porque queremos que se nacionalice el petróleo, que los recursos sean argentinos”, dijo. “Y para decirle a Bush que si estamos pobres es porque ellos hicieron la pobreza.”

Jorge Manograso, de 66 años, repetiría lo mismo. Ex trabajador de Siam, todavía siente nostalgia de los viejos tiempos del pleno empleo. “A mí me arruinó la vida Menem”, se definió.

–¿Por qué vino a ver a Chávez?

–Fíjese en los que están acá: son gente de los movimientos que nacieron de la pobreza. Yo vine solo, pero estoy en la misma. Chávez me moviliza porque tomó la bandera de la autodeterminación.

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