EL PAíS › OPINION

Un regalo de aniversario

 Por Mario Wainfeld

Tras una prolongada reunión con el Presidente y con la senadora Cristina Fernández de Kirchner, Jorge Taiana anunció que Argentina denunció el acuerdo sobre hidrocarburos en Malvinas, firmado con Gran Bretaña en 1995. Dio una conferencia de prensa en la Casa de Gobierno, cuando una noche propiamente londinense (lluviosa y húmeda) ya se abatía sobre Buenos Aires. Casi simultáneamente un emisario de su ministerio le entregaba al embajador inglés en la Argentina, John Hughes, la “carta reversal” (de canciller a canciller) notificando la medida.

No fue necesaria tipiarla de urgencia, chimentan en el Palacio San Martín. Hace varios días o quizá semanas que el Gobierno venía amasando la decisión. Sólo un alma cándida puede imaginar que es coincidencia la fecha, poco antes del 2 de abril, aniversario de la infausta invasión ordenada por el dictador Leopoldo Fortunato Galtieri.

El paraguas de Guido: Argentina y el Reino Unido reestablecieron sus relaciones diplomáticas, interrumpidas a consecuencia de la guerra, en 1990. Gobernaba Carlos Menem y se articuló entonces la llamada “fórmula del paraguas”, que consistía en dejar afuera de toda conversación la cuestión de la soberanía en el archipiélago para ir avanzando en acuerdos económicos.

En ese marco, se firmó la declaración sobre hidrocarburos, en Nueva York, en septiembre de 1995. Se la motejó “declaración” y no “tratado” por una astucia cortita del presidente y de su canciller, el inefable Guido Di Tella. Con esa sustitución querían gambetear la discusión parlamentaria, exigida por la Constitución para la aprobación de los tratados.

El acuerdo pretendía establecer cómo dividirían los estados las regalías de la explotación petrolera. La intención, obvia, era ir avanzando en cooperación económica, superando desconfianzas para llegar, en algún momento, al debate sobre soberanía.

Pero el tratado nació inviable. Tanto que, simultáneamente a su firma, ambas partes elaboraron sendas “declaraciones interpretativas”, precisando su cabal alcance. No hace falta ser adivino para saber que eran diferentes. Comenzó entonces lo que se bautizó en jerga como “período de reflexión”, otra impasse.

Colonia, no: Más allá del estancamiento de toda forma de cooperación, Argentina siempre bregó por reabrir la discusión de la soberanía. Obtuvo sucesivos pronunciamientos favorables a retomar las negociaciones de la Comisión de Descolonización de las Naciones Unidas (ONU). Se fue haciendo una rutina, cuyas mínimas variaciones seducen a los diplomáticos profesionales aunque suelen no mover el amperímetro de la política real ni el de la opinión pública.

Dos malvineros: Jorge Taiana es, seguramente, uno de los cancilleres ulteriores a 1983 más involucrados con los reclamos sobre Malvinas. O el más involucrado, tout court. Cuando fue designado en reemplazo de Rafael Bielsa, en corrillos diplomáticos se comentó que se escuchaban bufidos desde el Foreign Office.

Néstor Kirchner, a su turno, como suele ocurrir con los habitantes de la Patagonia, tiene una empatía emocional infrecuente con la cuestión. Lenta, tozudamente, la cuestión Malvinas fue un tema mentado en la agenda de la gestión Kirchner, repetido en sus mensajes al Congreso desde 2003. En 2005, Taiana le planteó el reclamo el entonces titular de la ONU Kofi Annan.

En varios foros internacionales y en intervenciones periodísticas cuestionó la existencia de actos unilaterales de los británicos en la explotación de hidrocarburos, de vuelos no autorizados y de presencia militar en el archipiélago.

La cosa negra, negra: En un escenario de parálisis, el Gobierno registra que Inglaterra “duerme” la relación, en especial en ese rubro. Tratando de combinar lo útil con lo agradable (una medida para el mercado interno ante el aniversario y una advertencia a la contraparte) se eligió denunciar el acuerdo sobre hidrocarburos. “La comisión que discute la pesca en la región no avanza mucho. Su mandato se va desvaneciendo con el andar del tiempo. Por lo menos se viene reuniendo, lo hizo dos veces este mes”, diferencia, ma non troppo, un Taiana boy.

El mensaje del canciller también sugirió algo confirmado off the record por sus voceros. Nada se ha dicho oficialmente sobre la fórmula del paraguas. El Gobierno autodescribe su jugada como firme, sobria y circunscripta. La verba del canciller, aunque no se prive jamás de hablar de usurpación y colonialismo, suele ser ponderada y técnica. Fue un visaje enérgico, “un golpe sobre la mesa” traduce un embajador avezado. Habrá que ver cómo se lee la cuestión del otro lado de la mesa.

También habrá que ver si en estos días, si Kirchner (cuya retórica no suele ser sosegada) no retoma el tema en su maratón cotidiano de actos y le añade una buena dosis de pimienta a la novedad.

La reacción británica y la de la oposición política local darán el real marco de referencia del anuncio de ayer. En tanto, a cuenta de análisis más meditados, vale puntualizar que es lógico que Argentina siga impulsando, por medios diplomáticos, la recuperación de las islas o la reactivación de las relaciones, francamente frizadas.

También es razonable advertir que no ha sido la perfidia inglesa la que determinó el estrangulamiento de la producción energética, hija de la patética política doméstica. Y que la falta de soberanía más grave que aqueja a Argentina no es la privación de la hermanita perdida, sino su impotencia para garantizar los atributos básicos de la ciudadanía social a buena parte de su población diseminada en dos millones setecientos mil kilómetros cuadrados de superficie.

Pompa y circunstancia: Está al caer la respuesta british, que no tiene por qué ser flemática, como quiere la leyenda. Mientras atraviesa esa vigilia, Taiana fue anoche a un cóctel en la Embajada de Alemania. Se celebraban los 50 años de la Unión Europea, el canciller no quiso estar ausente. Seguramente se vio con el embajador inglés. Lo cortés no habrá quitado lo valiente, demos por hecho que se saludaron.

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