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“Cuando lo chicos no aguantan ni siquiera hasta el primer recreo”

En San Cristóbal la olla funciona a partir de la asamblea, la gente del hospital, las maestras y los grupos de la Santa Cruz. En otro barrio, surgió todavía más espontáneamente: los vecinos de la cuadra terminaron cocinando en común.

 Por Laura Vales

La primera voz de alarma la trajo la maestra Irina Garbus. En la asamblea contó que los chicos estaban llegando al colegio sin comer. “En mi escuela tuvimos que adelantar el horario del desayuno, que antes servíamos en el primer recreo, porque no aguantan”, dijo. Gladys Delgado, asambleísta e integrante de la comunidad de la parroquia Santa Cruz, apuntó que la iglesia también estaba desbordada por los pedidos de alimentos. “Ya no nos queda nada.” En la rueda había gente del hospital Ramos Mejía: “Nosotros vemos exactamente lo mismo”, agregaron. “Cada vez vienen más personas, recurren al hospital cuando se quedan sin casa o sin comida”. Para los vecinos de San Cristóbal, armar la olla popular fue cuestión de urgencia, sin mayores cálculos. Y como es corriente en estos tiempos, la sostienen sin otra garantía que la necesidad.
La olla funciona desde hace seis semanas, en un local prestado sobre la calle Estados Unidos al 2900. Cocinan los sábados, para dar un plato de comida el fin de semana, cuando están cerrados los comedores escolares. No hizo falta más publicidad que una cartulina en la puerta. El primer sábado se acercaron 150 personas, el segundo fueron más de 200, el cuarto eran 350 y ayer quinientos. El trabajo se organiza integrando a los que se acercan a comer. “Cuando la gente viene, la invitamos a que sea parte de la preparación de olla”, contó Adolfo Mango. “Nos dividimos en equipos: algunos cortan verdura, otros cocinan, limpian, llenan las viandas.”
Los cocineros son dos desocupados, Raúl y Luis, que se sumaron a la olla por ese sistema. Cinco mujeres desempleadas hacen pan para los comensales, pertenecientes a distintos sectores sociales. Se ve un poco de todo: clase media empobrecida, inmigrantes bolivianos y peruanos, mujeres solas a cargo de sus hijos, gente que vive en casas tomadas y propietarios de departamentos con heladeras vacías.
En la olla confluyen vecinos de dos organizaciones: los de Santa Cruz, la parroquia donde durante la dictadura se reunían las Madres de Plaza de Mayo, y los de la Multisectorial de San Cristóbal. Vienen de ensayar otras estrategias: en enero organizaron compras comunitarias. Funcionaron un tiempo, pero después el sistema decayó porque para comprar, por muy comunitaria que sea la compra, hay que tener dinero. En febrero inauguraron un club de trueque. Al comienzo anduvo bien: algunos vecinos llevaban alimentos al nodo y los trocaban por artículos de limpieza o ropa. Con el correr de los meses el club entró en crisis, porque para hacer la comida hay que tener un mínimo de efectivo con el que comprar insumos. El trueque adelgazó hasta parecer una feria americana con remeras, veladores, zapatos usados, artesanías. Pero no alimentos. Finalmente se pusieron a cocinar, y consiguen los alimentos con la estrategia corriente: “Pedir a todo el mundo”.
“Primero nos pusimos a vender café en las reuniones donde se preparaban las marchas contra la represión en Avellaneda –cuenta Adolfo–. Juntamos 140 pesos y conectamos el gas. Los docentes de CTERA, que estaban recorriendo la ciudad con carpas itinerantes para reunir alimentos, nos acercaron donaciones. Hace quince días vinieron las Abuelas de Plaza de Mayo, que están con el ciclo de Teatro por la Identidad, y también nos ayudaron. Hay vecinos que tomaron el compromiso de donar mensualmente dinero o carne. La escuela de Psicología Social organizó una colecta de cajas de leche. Algunos comerciantes hicieron donaciones. La casa es prestada y ya nos quedó chica.” La comida en stock alcanza para una o dos semanas más. El Gobierno de la Ciudad quedó en contestar un pedido de asistencia. Comensales y cocineros están organizando equipos para recorrer el barrio casa por casa, con la idea de que cada persona con trabajo del vecindario done ahora un alimento por mes.

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