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“Hay un proceso de reducción de los espacios democráticos en el mundo”

Aníbal Quijano, sociólogo peruano, cautivó a los participantes del Foro Social. Describió un cuadro de situación sobre la falta de representatividad del Estado y de los partidos tradicionales.

Por Eduardo Tagliaferro

No son muchos los académicos que logran conmover a un auditorio multitudinario. El sociólogo peruano Aníbal Quijano se encuentra entre esos pocos privilegiados. Las 400 personas que lo escuchaban en la carpa instalada en la plaza Houssay lo ovacionaron. De hablar pausado, en diálogo con Página/12 avanza sobre el actual escenario político en Latinoamérica y sostiene que la virtual desaparición de los Estados nacionales arrastró a los partidos políticos tradicionales.
–¿Qué le sigue al fracaso de las políticas neoliberales?
–Se pueden observar dos procesos conectados. Por un lado una reducción acelerada, a partir del 11 de septiembre, de los espacios democráticos en el mundo. Por cierto, mucho más acentuado en la periferia que en el centro. Estamos frente a una erosión continua de la autonomía de los Estados, y eso lleva a una suerte de recolonización global. Los Estados de nuestro continente se han transformado en una suerte de correas de transmisión de los intereses y las necesidades de una parte del capital financiero y de sus respectivos Estados, que a mi juicio forman un bloque imperial global, con la hegemonía de los Estados Unidos. Esta política no sólo va a continuar sino que se va a acelerar.
–¿Esa definición entierra definitivamente algunos dilemas de la década del ‘70, como el rol transformador de las burguesías nacionales?
–En América latina nunca hemos llegado a tener de manera consolidada lo que se conoce como el modelo de Estado-nación. México, por un lado, y Chile, por el otro, llegaron probablemente lo más lejos posible en esa dirección, pero con sus límites. El patrón de poder se ha constituido sobre una base colonial. Este patrón se ha constituido sobre dos ejes: uno es un sistema de dominación que se construye en torno a la idea de raza, que pasa a ser el clasificador social básico. Del otro lado hay un nuevo sistema de explotación, que es la articulación entre el capital y todas las otras formas de explotación (como la esclavitud y la servidumbre). Para que la democracia sea real, y no una ficción, se requiere una clasificación entre iguales. Pero si los unos son “razas o colores” llamados inferiores, y los otros no, esa igualdad básica está excluida. Mientras no se descolonice, la democracia y su respectiva institución, el Estado-nación es solamente una parte delgada del patrón de poder vigente. El carácter nacional del Estado es limitado, porque el carácter democrático de la sociedad también es limitado. Lo poco que habíamos logrado en este sentido nos lo recortaron a partir de la crisis de mitad de los ‘70. La respuesta del capitalismo fue la hegemonía del capital financiero, que es diferente a las anteriores, porque es puramente predatorio y está a mayor distancia de las instancias de producción. Este aspecto ha permitido el desmantelamiento de las estructuras productivas en América latina, un proceso de reprimarización de la economía, donde los pequeños núcleos de burguesía local son reconvertidas en lo que llamamos burguesías compradoras, y por lo tanto asociadas a los intereses del capital especulativo.
–¿El capital financiero necesita sistemas políticos autoritarios, como las dictaduras de los ‘70, o democracias formales?
–Tenemos un proceso de desdemocratización de las sociedades, con una desigualdad profunda que se agudiza a medida que el elemento de colonialidad del poder es mucho más fuerte. Los regímenes políticos no solamente serán más conflictivos porque serán más autoritarios, sino que la crisis política pasa a ser continua. El Estado cada vez es menos representativo de la población, la legitimidad del orden va a estar en crisis, y la represión es necesaria pero no suficiente para sostener un orden que se vuelve ilegítimo para la mayoría.
–¿Este escenario nos lleva a pensar que las estrategias populistas, y sus fuerzas partidarias, han llegado a su fin?
–Nuestra región es muy heterogénea, a pesar de que la tendencia es la misma, probablemente no veremos que ocurra lo mismo en todas partes. Porejemplo, si tomamos el caso peruano vemos que el neoliberalismo fue insertado en el marco de la guerra sucia entre el terrorismo de Estado y el de la subversión. Eso fue usado para imponer sin resistencia esas políticas. Los partidos políticos han perdido las identidades sociales que antes representaban. Esos partidos pasan a ser aparatos que administran a sus clientes, y dejan de ser representantes de sectores sociales. Estos partidos no pueden arreglar nada, tienen que mutar y representar las nuevas identidades sociales. Los nuevos movimientos probablemente tenderán a generar nuevas identidades, de lo que no estoy seguro es si permitirán reconstruir el espacio público desde el Estado, o si tenderán a constituir sus propias instituciones de poder contra el Estado.
–¿Ha fracasado el proceso privatizador de Toledo en Perú?
–No del todo. Lo que queda por privatizar no es mucho, durante el decenio fujimorista fue privatizado prácticamente todo. Lo que queda, desde el punto de vista del capital financiero, no es muy importante, solamente hay un par de negocios apetecibles: el servicio de agua potable de Lima y la central hidroeléctrica de Mantado. La revuelta de los meses de mayo y junio en el sur y este del país bloquearon la privatización de algunas centrales hidroeléctricas de provincia, sin embargo no está excluido que esto ocurra. El problema es que el gobierno actual ha perdido sus base social y sus bases electorales, su popularidad desciende cada día, y estamos en el cuarto año seguido de recesión económica. Estamos tan mal, que hay gente vinculada al régimen anterior que sale a decir que antes estábamos mejor.
–¿Tienen potencialidad las experiencias autogestionadas?
–En la medida en que las tendencias van en sentido contrario, hacia una reprivatización, esta lucha probablemente no será exitosa en todos lados. Por eso la otra tendencia, la de generar otras formas de autoridad públicas que no son estatales, que tienen tendencias comunitarias, sólo pueden ser operables si se asocian a nivel regional o nacional, y así enfrentar la posibilidad de represión. Estamos ante la posibilidad del surgimiento de autogobiernos de las mayorías, que se enfrentarán tarde o temprano al Estado. La idea de que la conquista de este Estado permitía después partir hacia una nueva sociedad, y también quedó clausurada.

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