ESPECIALES › A PARTIR DE MAÑANA PAGINA/12 PUBLICA CINCO CD DE PABLO MILANES

Amor, compromiso, belleza y estilo

La colección incluye todos los clásicos del cubano, desde “Yo no te pido” hasta “Yolanda”, pasando por “El breve espacio en que no estás” y “Para vivir”. Son 79 temas que condensan magníficamente la carrera de un cantante y compositor fuera de serie.

 Por Fernando D´addario

Una recorrida por los discos de Pablo Milanés en su contexto histórico desarma unos cuantos prejuicios y reafirma una verdad empírica: mientras todo alrededor (el mundo, los arreglos de sus canciones, los oídos y las expectativas del público) ha cambiado, la voz de Pablo, ese timbre único, limpio y cristalino, permanece inmutable, como más allá del tiempo. O tal vez todo sea como dijo él, alguna vez: “Las cosas no cambiaron. Lo que cambió es la manera de contar cómo están sucediendo”. La historia lo dirá. Mientras tanto, la idea de acercarse a la obra integral de Milanés seduce por la heterogeneidad de su naturaleza. Página/12 preparó una selección de sus mejores canciones. Mañana, con la edición habitual, y a un precio de $ 7, comenzará a aparecer una colección de cinco discos del gran músico cubano. Son 79 temas, agrupados libremente, como si se intentase reforzar la sensación de libertad creativa que gobernó la trayectoria de Milanés en los últimos 30 años.
El imaginario latinoamericano evoca naturalmente un puñado de canciones clave: “Yolanda”, “Yo no te pido”, “Años”, “Yo pisaré las calles nuevamente”, “El breve espacio en que no estás”, entre otras. Son esas melodías que, más cerca o más lejos del compromiso político, sitúan al oyente en una suerte de romanticismo militante, aunque “romanticismo” y “militancia” sean expresiones que remitan al pasado. Es que el declinamiento de las utopías no hizo mella en esos temas, tan palpables como los mejores sueños. La carrera de Pablo es mucho más compleja que el marketing revolucionario que acompañó sus éxitos en los 80. Aún como emblema de la nueva trova cubana, de la que fue fundador junto a Silvio Rodríguez y Noel Nicola, su música se relaciona mejor con el particular entramado sonoro que hace al folklore de la isla. Desde las guajiras que escuchó en el Oriente natal, hasta la pasión madura por Bach y Haendel, pasando por el son exportado a Nueva York y el filin’ con raíces bolerísticas, formaron un universo que obligó a Milanés a transitar por caminos divergentes, a veces discutibles, que convergieron en su estilo inconfundible.
El disco que se publicará mañana es una clara muestra de estas fluctuaciones. Aun en una misma canción, que se deja versionar de maneras diametralmente opuestas. La emblemática “Yo no te pido” aparece rescatada de 1977 y de una nueva versión, grabada veinte años después. La primera es acústica, remite al dogma instrumental de la nueva trova, pero se la intuye urgente, acelerada, a tono con esos tiempos. La segunda está tapada de arreglos y de sintetizadores, como si pretendiera adornar su esencia. Los distintos planos genéricos que enriquecen la música de Milanés no están confinados, de todos modos, a una clasificación temporal: allí está la canción “Homenaje”, de 1979, un contagioso ritmo caribeño que cobija estos versos: “Los años que han pasado/definieron mi suerte/la vida que he llevado/tiene un poco de muerte”. “Pensamiento” (1990) es un filin’ (el género sobre el que más trabajó el cantautor en sus comienzos) típico de Pablo, así como “Te espera una noche de éxitos” (1979) refleja claramente el compromiso con la nueva trova. Un compromiso no excluyente, por otra parte. Además, fuera de todo análisis, abre el disco “Yolanda”, esa hermosa canción de amor, sin época.
En la segunda entrega, el domingo que viene, se repite la presunta dialéctica entre el romanticismo y la canción de barricada, como si pudiesen escindirse y contraponerse. Empieza con “Yo pisaré las calles nuevamente”, ese tema situado emocionalmente en Santiago de Chile, en una Santiago hoy imposible, pero soñada, que ajusta cuentas con los traidores. Muy cerca aparece “Te quiero porque te quiero”, más allá la certificación de su sentido de pertenencia en “Amo esta isla” y “Yo me quedo”. Esto es: el Milanés revolucionario pero crítico de la burocracia cubana, el que puso su nombre a una fundación y luego la disolvió, el que tildó de “payaso anticastrista” a Rubén Blades y se peleó con el ministro deCultura de Cuba. Las siguientes entregas abundan en esa temática abarcativa, desde la bellísima “El breve espacio en que no estás” hasta la fuerza dramática de “Para vivir” y “La vida no vale nada”. Un Milanés auténtico, a veces ascético y otras barroco, que en el quinto disco hasta se da el gusto de cantar boleros tradicionales (“Perfidia”, “Contigo en la distancia”, etc.) en ese templo de la diversión cubana que es Tropicana.

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