ESPECTáCULOS

La responsabilidad de los científicos, todo un tema

Los actores Juan Carlos Gené y Alberto Segado interpretan a dos Premio Nobel, el danés Niels Bohr y el alemán Werner Heisenberg, en
la polémica “Copenhague”, que estrena hoy el Teatro San Martín.

 Por Hilda Cabrera

La posibilidad de la existencia de la ciencia “no es un evento impersonal que ocurre con la imparcialidad del universo. Es un acto humano llevado a cabo desde un punto de vista específico en el espacio y el tiempo; el punto de vista particular de un posible observador”. Esta es una de las varias reflexiones que surgen de Copenhague, obra que se estrena hoy en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín, luego de dos funciones de preestreno para invitados y prensa. Quienes debaten en esta pieza del londinense Michael Frayn –nacido en 1933, también escritor, realizador de documentales, periodista y traductor de obras de Anton Chéjov– son dos físicos, premiados con el Nobel en diferentes años, que en determinada etapa trabajaron juntos, y que el autor reúne en la ficción (en una especie de sobrevida) para tratar temas específicos, como la génesis y utilización de la bomba atómica, la responsabilidad de los científicos, la pérdida de la libertad y de los afectos.
La obra recrea un fantasmal encuentro entre el físico danés Niels Bohr, la mujer de éste y el científico alemán Werner Heisenberg, personaje que en todo momento intenta dejar en claro su independencia moral y dice estar vigilado por la Gestapo. Porque aquello que se cuenta aquí tiene como punto de partida los años 20, la incidencia de los trabajos experimentales llevados a cabo por los integrantes del Grupo Copenhague (entre 1924 y 1927), donde Bohr era figura relevante, pero también el relato de lo que siguió después, y sorprendió a estos ex compañeros y amigos en bandos opuestos. La obra se centra muy especialmente en una controvertida visita de Heisenberg a Bohr en 1941. Componiendo a estos científicos, los actores Juan Carlos Gené y Alberto Segado se refieren, en diálogo con Página/12, a “la oscuridad dentro del alma”, una frase robada a Shakespeare que el inglés Frayn optó por no olvidar.
Una oscuridad que matiza en la obra a través del personaje de Margarita, interpretado en esta puesta de Carlos Gandolfo por Alicia Berdaxagar. “Margarita es el cable a tierra –opinan los actores–, la que hace de puente; pregunta y extrae temas, y rescata los afectos, tratando de aliviar esa sobrevida que el autor les dio a los personajes.” La obra, estrenada en 1998 en Londres, luego en Nueva York y más tarde en Roma, se basa en el libro del periodista Thomas Powers La guerra de Heisenberg, y exige interpretaciones de primer orden. Gené –quien fue en otra etapa director del San Martín y hoy se siente gratificado por esta convocatoria- conocía los trabajos del danés Bohr, estudioso de la fisión del átomo, integrante del Grupo Copenhague, y, tras la ocupación de Dinamarca por las tropas nazis, miembro del equipo de científicos de Los Alamos (Estados Unidos), donde se gestó la bomba atómica que la aviación estadounidense arrojó el 6 de agosto de 1945 sobre Hiroshima.
“Leí varios escritos suyos .-cuenta Gené–, sobre todo sus formulaciones pedagógicas. Me resultan perfectamente aplicables a cualquier enseñanza, por ejemplo sus formulaciones sobre la incertidumbre y la complementariedad. Porque en pedagogía todo es pregunta; y toda afirmación debe ser considerada una pregunta. Una afirmación no es otra cosa que un modo de discurrir, y no la instalación de una verdad que no deje espacio a otras alternativas. “Gené, también dramaturgo y director, dice aplicar este conocimiento a la enseñanza teatral, centrada hoy en el Celcit (taller-teatro que conduce Carlos Ianni). “Cuando me doy cuenta de que esto no ocurre, me detengo y le advierto a los alumnos: ¡Atención!, es una pregunta.” Respecto de Segado, también docente, pero del taller del director Augusto Fernandes, su preparación para esta obra lo convirtió, según apunta, en un monje tibetano. Necesitó “aislarse” para hacer suyo un personaje extremadamente complejo, y compenetrarse con un texto que -opina– “reflexiona sobre la aterradora incidencia que tienen ciertos experimentos en nuestra vida”.
–Y a los que se teme por la falta de responsabilidad de quienes los utilizan...
Juan Carlos Gené: –Eso lo expresa de modo definitorio el personaje de Bohr. A partir de la experiencia estadounidense de Los Alamos con la bomba atómica un mundo muy terrible empieza a tomar forma. Un mundo que nos viene persiguiendo desde hace más de 50 años. Desde entonces la amenaza es constante. El fin de la Guerra Fría, que en sí misma parecía el colmo de la peligrosidad, no hizo más que complicar este estado de cosas, porque el poder atómico siguió multiplicándose, pero en la clandestinidad. Hoy asistimos al descubrimiento de varios “poderes menores”, tan peligrosos como el concentrado. Es también absolutamente cierto que existe, como se plantea en la obra, una responsabilidad científica, pero sería absurdo aplicársela sólo a los científicos. En esto, la responsabilidad también pasa por políticos y militares y por los empresarios de la industria armamentista. Diría que existe una tendencia al “aventurerismo” en muchos sectores.
–La obra de Frayn quiere ser un debate intelectual con un fondo emotivo. ¿Cómo se conjugan en casos límite el conocimiento y las emociones?
J.C.G.: –Esa contradicción, que en la obra aparece como ejemplo cotidiano a través de las intervenciones del personaje de Margarita, se relaciona con la teoría de la complementariedad que formuló Bohr. El se refiere a la estructura subatómica, pero, filosóficamente, aquella es aplicable a cualquier realidad de la existencia y a las contradicciones propias del ser humano.
–¿Algo semejante ocurre respecto del principio de indeterminación? J.C.G.: –Efectivamente, como explica Heisenberg sobre este postulado (que sustituyó al de causalidad y fue formulado en 1927), es imposible predecir concretamente los fenómenos futuros, el recorrido total de una partícula o de otra cosa. Esto es lo mismo que decir que la incertidumbre es constitutiva de la existencia humana.
–¿De qué manera influyen aquí los recuerdos y las propias acciones? En Copenhague la memoria del salvataje de un hijo muestra dos comportamientos distintos (los de Bohr y Heisenberg) pero un mismo desenlace. ¿Puede considerarse esa secuencia una reflexión sobre la valentía?
J.C.G.: –¿Quién puede saber exactamente qué es un acto de valentía o cobardía?
–Mas allá de cuestionar esos calificativos uno no puede dejar de pensar en qué cosa debió haber hecho ante una situación límite...
J.C.G.: –En mi opinión, ésas son reacciones emocionales. Que tengan un contenido conceptual es otra cosa. Es decisivo además quién aplica esos calificativos. Existen tantos héroes en la historia de la humanidad que no se consideraron tales. Esas valoraciones reflejan nuestra esencial incertidumbre. Lo dice Heisenberg sobre aquello que aún es posible preservar: un sentimiento o un hecho. Ninguno de éstos puede ser definido del todo. En ellos quedará siempre “ese último núcleo de incertidumbre que subyace en el corazón de todo lo que existe”.
–¿Cómo ven este estreno hoy? ¿Creen que propiciará un debate sobre ciencia y ética?
Alberto Segado: –Hay algo esencial al conocimiento, que es no detenerse. Como muestra esta obra, los programas científicos superan a sus creadores. La utilización que se hace de las personas es un hecho, y a veces ocurre lo que propone Heisenberg: “Todo lo que podemos hacer es actuar y luego mirar atrás y ver qué pasó.” En realidad no sólo los científicos, hoy nos hemos convertido todos en instrumento de lacircunstancia, incluso los que han actuado de buena fe. Cada vez es más difícil preservar la individualidad.
J.C.G: –Pienso que sí, que puede despertar polémica. En Londres fue un éxito y en Estados Unidos generó debates. Supongo que todavía los científicos que estuvieron de alguna manera vinculados al equipo de Los Alamos, y aunque algunos estén muertos, guardan un resto de culpa. Todavía se discute sobre el comportamiento de Heisenberg, sobre si él saboteó o no las investigaciones de la Alemania nazi sobre la bomba atómica. Este es un tema que allá crea incomodidad. Acá no se vivirá de la misma manera, pero al menos saca a la luz un asunto algo olvidado.
A.S.: –Como la excusa que siempre tienen a mano los poderosos para aplicar sanciones. Había que adelantarse a Hitler en la carrera por obtener la bomba atómica. Creo que parte de la polémica que desatan estos temas en Estados Unidos se relaciona con la función que proclaman: la de erigirse en salvadores del mundo.
J.C.G.: –Lo terrible es que, como lo ventila la obra, era cierto que los nazis estaban en lo mismo.
A.S.: –Pero este no es el único punto interesante de Copenhague. También se habla de la desmemoria y del hombre y sus circunstancias de modo general. En la obra está el recuerdo de la guerra, pero deja el camino abierto a otras destrucciones. Pienso en la que estamos padeciendo hoy en nuestro país, en nuestra propia quiebra de valores e identidad. En esta experiencia de vivir entre escombros, que deben ser removidos para empezar a limpiar y construir algo nuevo.

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El autor de la obra, Michael Frayn, plantea el reencuentro de los dos científicos en una “sobrevida”.
 
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