EL MUNDO › CHAVEZ NO CERRO EL MERCADO Y HASTA HIZO AJUSTES

En lo económico, bastante ortodoxo

En contraste con su retórica encendida, la política económica de Chávez no fue populista: abrió el mercado financiero, que hoy controlan los españoles, privatizó telecomunicaciones y fondos de pensión, y sólo se reservó el petróleo. Para contener la inflación, fue casi cavallista.

 Por Claudio Scaletta

El “populista” Hugo Chávez nunca construyó un estado populista. Su mayor herejía fue conservar la propiedad estatal sobre el principal recurso de exportación de Venezuela, el petróleo, fuente de más del 50 por ciento de los recursos fiscales. A contrapelo del propio discurso contra los peligros del neoliberalismo, las críticas a la globalización y la voluntad declarada de sustituir importaciones, Chávez nunca cerró la economía. Antes bien, propició la apertura de las finanzas –hoy controladas principalmente por la banca española–, de las telecomunicaciones y los fondos de pensión. También intentó una política antiinflacionaria basada en la contención del consumo y en la búsqueda del equilibrio fiscal que, finalmente, llevó a la sobrevaluación de la moneda, la consecuente fuga de capitales y el mantenimiento del 13 por ciento de desocupación. La ortodoxia nunca le perdonó su política independiente dentro de la OPEP ni la búsqueda de alianzas regionales por fuera del ALCA. Y los sectores más postergados se cansaron de esperar que las promesas se hagan realidad. El resultado fue el peor: Chávez fue depuesto.
Los datos de la macroeconomía de Venezuela no son, en términos latinoamericanos, los de un país en grave crisis. Su deuda externa se redujo entre 1995 y 2001 de 38.000 a alrededor de 30.000 millones de dólares. De acuerdo con datos de la CEPAL, las exportaciones de bienes y servicios fueron en los 3 años de mandato de Chávez de 22.122 millones de dólares en 1999, 34.394 en 2000 y de 28.157 en 2001. Alrededor del 80 por ciento de estas cifras se explican por las exportaciones de petróleo. A pesar del aumento de las importaciones y la fuga de capitales generados por la sobrevaluación del bolívar, en los últimos tres años los saldos positivos en la cuenta corriente de la balanza comercial fueron de 3557, 13.112 y 5100 millones de dólares, respectivamente.
Al margen del meneado discurso populista de Chávez, quien en su habitual programa dominical de 4 horas “Aló Presidente” no desdeñaba los ribetes clasistas y la emprendía contra “los ricos”, el proyecto económico del gobierno se basó en dos ejes centrales: el mantenimiento en poder del Estado de la empresa Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) y el declarado intento de pasar de una cultura “de renta a una de producción”.
Cuando Chávez asumió, la privatización de PDVSA era un proceso en trámite. La “constitución-programa” de 1999, aprobada en referéndum con 70 por ciento de votos favorables, estableció que la firma sería una sociedad anónima con el 100 por cien de las acciones en manos del Estado. En este punto cabe recordar que en el Chile de los Chicago Boys de Augusto Pinochet, a quien nadie se le ocurriría tildar de populista, no se privatizó el cobre. Si bien preservó la principal fuente de divisas del país, el gobierno depuesto abrió los restantes sectores de la economía, lo que rápidamente calmó a los socios comerciales extranjeros, al menos en apariencia.
En distintos reportajes, Chávez insistió en que su gobierno no firmó acuerdos con el Fondo Monetario Internacional y no realizó recortes del gasto. Por el contrario, el control del excedente petrolero le permitió duplicar los presupuestos de educación y de salud manteniendo el equilibrio fiscal. También, en previsión de los malos tiempos, creó un fondo de reserva con los mayores ingresos generados por los aumentos en el precio del petróleo. Además aplicó impuestos a las tierras improductivas que irritaron a los terratenientes. Sin embargo, el temor a los efectos de la inflación en la distribución del ingreso lo llevó a aplicar una política antiinflacionaria clásica y mantener un tipo de cambio alto. Previsiblemente, el bolívar sobrevaluado generó fuga de capitales y un aumento de las importaciones. El proceso minó las perspectivas de desarrollo industrial sustitutivo e impidió la baja del desempleo que hoy se mantiene en el 13 por ciento de la población económicamente activa. Finalmente la sobrevaluación terminó en enero de este año con la libre flotación de la moneda, corridas cambiarias y una devaluación del 30 porciento. El reciente aumento del salario mínimo en un 20 por ciento no alcanzó para aplacar el descontento, lo que explica en parte la desidia de los sectores más pobres frente al golpe. Los “ricos”, en tanto, siempre tragaron saliva con los discursos del presidente, con su amistad con Fidel Castro y su supuesto coqueteo con las FARC colombianas.
Siguiendo el manual del golpe clásico, la deslegitimación final fue dada por los muertos en una protesta movilizada por burócratas sindicales. El nuevo presidente de facto, Pedro Carmona –ex titular de Fedecámaras, la principal central empresaria del país– realizó su primera aparición pública rodeado por un exultante Estado Mayor de las Fuerzas Armadas en uniforme de fajina.
Caído el “ex golpista” que llegó al poder con el 90 por ciento de apoyo popular, Brasil será el único país de la región en oponerse al ALCA. El FMI se mostró inmediatamente “dispuesto a colaborar con las nuevas autoridades”. El Canciller español expresó “su solidaridad con el pueblo venezolano”. El primer anuncio de la dirección de PDVSA fue que ya no exportará a Cuba “ni un solo barril de petróleo”. El jefe de ventas de la compañía agregó: “Venezuela no debería regir su producción de acuerdo con las cuotas de la OPEP”.

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Cuando falló el plan antiinflacionario, el dólar subió un treinta por ciento y hubo inflación.
 
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