EL MUNDO

El golpe teledirigido

 Por Miguel Bonasso

Hugo Chávez no ha caído por el peso de los errores que sin duda cometió –como Juan Perón en 1955–, sino por una conspiración ultraconservadora alentada y bendecida por Washington, realizada por una patronal reaccionaria (Fedecámaras), una central de sindicalistas corruptos y burocráticos (CTV) que apenas tienen agremiados al 12 por ciento de la fuerza laboral, una jerarquía católica ultramontana y –de manera muy especial– los dueños de los grandes medios privados de comunicación que hicieron propaganda de guerra y desinformaron a su país y al mundo. Para que no faltara un pimiento en la ensalada apareció un grupo de “sérpicos” llamado “Bandera Roja” que en las horas previas al golpe provocó a la Guardia Nacional. No fueron los únicos: agentes de civil de la DISIP (la vieja policía política organizada por la CIA y entrenada por terroristas cubanos anticastristas) iniciaron los incidentes disparando sobre manifestantes favorables a Chávez.
La caída del presidente constitucional estaba cantada por Washington desde mucho antes que cometiera ningún error por parte del think tank fascista que conduce el general Gordon Sumners Jr. y el académico Lewis Tambs y edita sus libelos como Documentos de Santa Fe. Este grupo, que asesoró también a Ronald Reagan y a George Bush padre (y aconsejó los asesinatos del líder panameño Omar Torrijos y el presidente ecuatoriano Jaime Roldós), sentenció hace casi dos años al mandatario venezolano, a quien calificaba ya de “dictador castrista”. El texto fue publicado en enero último por Página/12.
Estados Unidos no sólo alentó el golpe mediático-militar, sino que lo celebró para que no le quede duda a nadie en este hemisferio. Ayer el portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer, culpó al gobierno derrocado por “alentar acciones antidemocráticas” y elogió al ejército y la policía por negarse a “disparar contra manifestantes de la oposición”. Según cables procedentes de Washington, “evitó definir lo ocurrido como un golpe de estado”. Seguramente le parecerá un happening.
Por su lado, el portavoz del Departamento de Estado, Philip Reeker, batió todos los records propagandísticos al manifestar textualmente: “A pesar de que los detalles aún no están claros, acciones antidemocráticas cometidas o alentadas por la administración de Chávez provocaron la crisis de ayer en Venezuela”. A pesar de no tenerla clara, el señor Fleischer arriesgó muy suelto de cuerpo que “simpatizantes de Chávez, cumpliendo órdenes, dispararon contra manifestantes desarmados, pacíficos, lo que dejó más de 100 muertos y heridos”. La cifra de muertos que barajaba ayer el propio “trust” televisivo de las cadenas privadas era de 12. Fleischer parece pues un buen discípulo de Joseph Goebbels y su sentencia: “Una mentira repetida varias veces acaba por convertirse en verdad”.
Hace un par de meses, en una sesión de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, el director de la CIA, George Tennet, había señalado tres puntos de preocupación hemisférica para EE.UU. Venezuela, Colombia y Argentina. En Colombia se rompió la tregua y las FARC fueron asimiladas al “terrorismo” tal como lo aconsejaba el Santa Fe IV y en Venezuela acaban de derribar al presidente Chávez. ¿Qué novedad le aguardará a la Argentina cuando la suma de desaciertos de Eduardo Duhalde provoque algún nuevo tipo de protesta social?
El vocero Reeker también dedicó un párrafo a la famosita libertad de expresión, al consignar que “el gobierno impidió que cinco estaciones de televisión independientes informaran los hechos”. Sin decir, claro, que todas estas emisoras “independientes” habían violado la ley al propiciar un virtual asalto cívico-militar al Palacio de Miraflores. Las “víctimas” del “tirano depuesto” fueron las impolutas cadenas Globovisión, Radio Caracas Televisión, Televen, Meridiano TV, CMT y Vale TV. Cuya prédica propagandística con expresiones como el “asesino comunista” proferidas por algunos de sus cronistas y movileros, volvieron a la carga cuando las fuerzas armadas y de seguridad derribaron ilegalmente a Hugo Chávez Frías. Estas cadenas, que instalan en el mundo moderno la peligrosa idea del Big Brother que todo lo unifica, tuvieron el eco vergonzoso de todos los canales de TV argentinos sin excepción, con especial demérito de “Todo Noticias” cuyos comentaristas, sin estar en el teatro de los hechos y ostentando una total ignorancia sobre la historia venezolana, repitieron como loros amaestrados lo que decían los “colegas independientes”. (No se sabe muy bien de qué son independientes).
Todavía ayer, a las 17.30, TN insistía en que Chávez había renunciado, sin consignar otras versiones (como hace el periodismo realmente independiente), según las cuales había sido sacado por la fuerza de Miraflores a las cuatro de la mañana y llevado al Fuerte Tiuna donde está preso. La noche anterior, irresponsablemente, había dado la cifra de 27 muertos.
En declaraciones telefónicas a Stella Calloni, corresponsal del diario mexicano La Jornada, formuladas pocas horas antes de que lo derrocaran, Chávez habló de “una insurrección mediática” y de “lo que eso significa para el futuro de todas las democracias”. El presidente depuesto enumeró la serie de rumores y falsedades que esas cadenas habían propalado antes de que se les revocaran legalmente las licencias: “Trajeron engañada a mucha gente diciendo que yo estaba preso y que iban a tomar Miraflores”.
Los medios locales ignoraron declaraciones de dos ministros del gabinete de Chávez denunciando que el presidente constitucional (tres veces refrendado en comicios libres) no había renunciado. Uno de estos ministros, el de Educación, Aristóbulo Istúriz, denunció –además– que la masacre supuestamente perpetrada por partidarios del presidente era un complot. “Los golpistas –dijo– tomaron los edificios que están alrededor de Miraflores y ubicaron francotiradores de Alfredo Peña (el alcalde de Caracas), con la Policía Metropolitana y Militantes de Bandera Roja. Además había policías de Chacao y Baruta vestidos de civil”.
Seguramente, a medida que pasen los días, este aspecto de la conspiración irá sumando nuevos datos. De momento hay que atenerse a los hechos: demostrativos de la nueva concepción de la democracia que maneja Washington (ver en este diario “El dedo del emperador”, publicada el 4 de marzo último y “¿La democracia pasó de moda?”, el 24 del mismo mes).
Los generales gordos y preverbales que vimos ayer –acostumbrados a las prebendas del ex mandatario Carlos Andrés Pérez– pusieron al frente de la Presidencia de Venezuela a un Martínez de Hoz tropical: el empresario Pedro Carmona Estanga, líder de Fedecámaras y uno de los cerebros de la conspiración teledirigida por Washington.

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