ESPECTáCULOS › EL CICLO “LA ARGENTINA EN EL ESPEJO DE LOS LIBROS”

La historia desde la página

 Por Karina Micheletto

Dentro de las actividades programadas en la Feria, el encuentro nacional “La Argentina en el espejo de sus libros” se propone repasar de qué manera las obras de los grandes escritores argentinos reflejan las condiciones políticas, sociales y económicas del momento en que fueron escritas. El miércoles, los escritores Silvia Saitta y Blas Matamoro analizaron los posibles contactos entre la ficción y lo real en Los siete locos, de Roberto Arlt, y Ficciones, de Borges, en una mesa coordinada por Mario Goloboff.
Saitta, quien escribió una minuciosa biografía de Arlt, recordó las particulares condiciones sociales del momento en que Los siete locos fue escrita, entre 1928 y 1929. “Arlt comienza a escribirla en los meses previos a las elecciones que llevarían a Yrigoyen a la presidencia. Son momentos atravesados por violentas discusiones y una altísima confrontación política. Se está consolidando el contubernio que busca evitar la llegada de Yrigoyen al poder, y la idea de la dictadura militar ya estaba en la cabeza de muchos”, recordó la escritora. Este clima virulento aparece retratado en los personajes de Los siete locos y, más adelante, en Los lanzallamas, “pero no como un reflejo exacto sino como un espejo curvo, destinado a producir imágenes distorsionadas”, aclaró la ensayista. “Arlt hace una radiografía de una sociedad inestable y en crisis, refleja esa realidad, pero extrañándola, exagerándola, exacerbándola para lograr retratarla, si se quiere, mejor”, explicó.
Otro de los puntos analizados sobre la obra de Arlt fue un mito que él mismo se encargó de construir: la capacidad de su literatura de predecir el futuro. De adelantar, por ejemplo, el golpe de Estado que sobrevendría a la edición de Los siete locos, en los discursos alienados del personaje de “El Mayor”. “En la tercera edición del libro, en 1931, Arlt agrega una nota de autor, aclarando que las palabras del Mayor no le fueron dictadas más que por su imaginación. Quizá buscaba evitar la censura de su novela, pero también hacer gala de su olfato político. Seguramente está captando un clima de época que hasta entonces no estaba dicho, pero no deja de ser impresionante cómo terminan pareciéndose los delirios de un loco o un impostor de su ficción con los de los generales golpistas que llegarían al poder después”, explicó Saitta.
“Lo de Borges tiene otra particularidad. Lo suyo no es ficticio como opuesto a lo real, sino una ficción en segundo grado”, advirtió Blas Matamoro respecto de Ficciones. “Borges no finge que cuenta algo, sino que finge que finge, finge que escribe. Finge que va a contar un policial y sale ‘El jardín de los senderos que se bifurcan’ o ‘La muerte y la brújula’; finge que va a contar la biografía de un escritor que no existió nunca y sale examinando y comentando sus obras”, ejemplificó el ensayista.

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