ESPECTáCULOS › EL ACTOR LORENZO QUINTEROS ESTRENA UNA OBRA DE HAROLD PINTER

“La exclusión es un tema mundial”

“El cuidador” es una obra de los años 60 de un dramaturgo y guionista (de films como “El sirviente” y “La amante del teniente francés”) influyente para la escena argentina. El actor y director la estrena en su propio Teatro Escuela.

 Por Hilda Cabrera

La intriga y la ambigüedad, y hasta el raro deseo de permanecer en la incertidumbre antes que tomar decisiones definitivas, caracterizan a las historias y a los personajes de las piezas teatrales creadas en los años sesenta por el inglés Harold Pinter, también autor de ensayos y artículos de corte político, y guionista de radio y cine (entre otros, de los guiones de El sirviente y La amante del teniente francés). De aquellas obras de los ‘60, algunas breves y de importante difusión, como El montacargas y La colección, sobresale El cuidador (The Caretaker), donde tres marginados de la zona oeste de Londres se azuzan por motivos no totalmente claros. Estos personajes son Mick, su hermano Aston, un joven con trastornos emocionales y aspecto de quebrantado redentor, y el viejo Davies, un mendigo arrogante a quien Aston lleva a su casa, salvándolo de una golpiza en un bar. Sobre esta obra, retrato de un submundo, el actor y director Lorenzo Quinteros realizó una puesta afín a la exclusión y la marginalidad social que se experimenta en la Argentina. Esta pieza podrá verse en funciones especiales mañana y el jueves a las 21 en el renovado Teatro-Escuela El Doble, de Aráoz 727, que fundó y conduce Quinteros. Las funciones siguientes serán de viernes a domingo en ese mismo horario. Participan del elenco los actores Mauricio Minetti, Pablo De Nito y Antonio Ugo. La escenografía y el vestuario son obra de Ariel Vaccaro y Gabriela Fernández; la música es original de Rick Anna, y Santiago Young asiste en la dirección. Entrevistado por Página/12, Quinteros asocia la situación que viven los personajes de El cuidador con otros climas, y no únicamente el argentino. “La exclusión es un tema mundial y el crapulismo se da en todos los países y en todos los niveles sociales. La mentira se constituyó en sistema”, define. “Es una forma de relacionarse que practican tanto los poderosos como los que están en el llano.” A este artista, que ha desempeñado importantes papeles en teatro, cine y televisión, Pinter le atrae sobre todo por ser “un maestro en la construcción de la trama”. Destaca la concisión de los diálogos, “disparadores y a veces violentos”, y sus monólogos “rememorativos”. Lo considera un creador de gran influencia también en la dramaturgia argentina actual, aun cuando obvia algo que considera vital en el autor inglés: “hablar de la realidad de manera descarnada”.
–Fuera de esta actividad en el teatro y la docencia, ¿qué le atrae de la televisión, donde se lo ve en un programa sobre historias de crímenes reales?
–La televisión me llega como extraña a mí, porque organizo mi vida en función del teatro, de la escuela y los proyectos de El Doble. Cuando aparece una propuesta la acepto, pero sin demasiadas expectativas. A los actores nos ayuda tener un poco de pantalla. Este en que trabajo, Historias del crimen es un programa hecho en serio y desde un punto de vista periodístico. Además, el tema de la criminalidad me atrae. Siempre me pregunté cómo se llegan a desencadenar las tragedias cotidianas y los crímenes pasionales.
–¿Llevó alguna vez a escena una obra sobre el crimen?
–No. En Hormiga Negra trabajé sobre la muerte, pero sin truculencia. Muchos de los crímenes que aborda el programa de televisión en el que trabajo se cometen en lugares chicos, en pueblos un poco perdidos. Aunque esto cambió: ahora suceden en los countries.
–¿Esa alternancia con la televisión modifica su trabajo escénico?
–Me produce una sobrecarga que a veces me favorece, porque me muevo con un poco más de inconsciencia, y es lindo soltarse un poco. Me solté en Hormiga Negra y en Florita, la niña perseguida. Podía hacerlo porque en esas obras había un aire popular y provinciano. Siempre me gustó el circo criollo, con sus personajes de trazos gruesos. Las imágenes que me vienende esas obras se relacionan con el olor a pasto, con la sensorialidad. También por eso me atrae Pinter, porque es un autor de una gran sensorialidad. Los diálogos de El cuidador son precisos, no sobra ni falta nada, pero los personajes son individuos que cometen errores, que huelen mejor o peor, hablan entre ruidos, se quejan y tienen un humor que puede parecer odioso. Ellos son pura materialidad escénica.
–Menciona que Pinter habla de la realidad de manera descarnada y lo contrapone con los nuevos dramaturgos argentinos. ¿Lo dice porque cree que la dramaturgia creada por los más jóvenes se desentiende de lo real?
–En general esa nueva dramaturgia local se queda en la intriga y no le da demasiada importancia al hombre como habitante de un mundo que está en permanente peligro. En Pinter, esa acechanza de lo real sobre el individuo es fundamental.
–Una amenaza que es también interior...
–Sí, en El cuidador los personajes son, además de mezquinos, provocadores de desastres.
–¿Relaciona esto con un pesimismo de época?
–No. Diferencio a Pinter de Ionesco, que es más caricaturista, y de Beckett, que está más cerca de una actitud nihilista, porque no les encuentra salida a las situaciones ni a sus personajes. Pinter, en cambio, espera que las cosas se cumplan. Sus personajes tienen ilusiones, pero no saben cómo realizarlas. Es como si estuvieran “inhabilitados” para crear.
–¿Le parece inocente alentar esperanzas aun sintiéndose “inhabilitado”?.
–No, si se buscan y encuentran las herramientas para concretar esas ilusiones. Si trasladamos ese estado de cosas a nuestra sociedad, vemos que en la Argentina no faltan proyectos. El problema es que siempre andamos tropezando contra todo tipo de obstáculos. Están las piedras que nos ponen los de afuera y las que colocamos nosotros. Nos pasa que cuando aparece algo positivo, inmediatamente lo bajamos de un hachazo, o gestamos mal los proyectos, como si lo hiciéramos a propósito para que se autodestruyan. En este aspecto de las ilusiones, Pinter se diferencia claramente de Ionesco y Beckett. Además, no crea entelequias sino personajes de carne y hueso. Individuos bien terrenales, desvalidos y solitarios como Davies, el que insiste en merecer zapatos nuevos.
–¿La incomunicación sigue siendo un tema básico?
–Diría que sí. Aquí hay dos hermanos, Mick (especie de ángel y demonio) y Aston, que no pueden establecer un diálogo ni confluir, salvo presionados por la existencia de un tercero en discordia. Solamente se unen ante la presencia de un elemento extraño.
–¿Ha modificado la obra?
–La hacemos de un tirón: sin intervalo. Esta es una obra condensadora, donde el tiempo escénico es importante, como en todas las piezas de Pinter, para quien las palabras carecen de significado si no salen de una boca real, de un intérprete que maneje, acotando, silencios y pausas.
–¿Cuál sería la correlación con los excluidos de hoy en la Argentina?
–La marginalidad existió siempre, pero después de la caída del gobierno de De la Rúa la vivimos como una explosión. No intentamos con El cuidador testimoniar una realidad argentina sino conservar y transmitir los rasgos universales de esta obra que, a pesar del tiempo transcurrido y de tratarse de una acción ubicada en otro país, resuena como si fuera nuestra. Tampoco yo haría una obra inglesa porque sí. No me interesan los homenajes. Lo que siento es que Pinter es sinónimo del más puro teatro y no un pensador que eligió la escena para desarrollar sus pensamientos.

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Quinteros eligió la obra para hablar de la exclusión y la marginalidad social en la Argentina de hoy.
 
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