SOCIEDAD

Sospechados de corrupción protegen a otro sospechoso

En su disputa con el cardiólogo Martínez Martínez, el único médico detenido por el crimen fue protegido por gremialistas del Hospital de Clínicas que están investigados por fraude.

 Por Horacio Cecchi

No hace mucho, el médico Néstor Morelli sospechado del crimen del cardiólogo José Martínez Martínez supo transitar como activista gremial. En mayo del año pasado, la lista 3 Frente Unidad Marfil-Oro ganó las elecciones para la Comisión Interna del Hospital de Clínicas. Un año después, la cabeza del gremio (Apuba) descabezó a los marfileño-dorados e intervino a la interna tras comprobar una defraudación de al menos 370 mil pesos a la Universidad de Buenos Aires, en la que aparecieron vinculados unos cuantos delegados. ¿A cuento de qué viene Morelli? A que figuraba en esa lista como tercer vocal suplente. Aunque sospechado de homicidio, el médico no forma parte del grupo de sospechados de fraude. Pero sí existen evidencias de que era protegido por la cúpula de la interna: cuando Martínez Martínez pidió sancionarlo por ausencias, el sumario llegó a la Junta de Disciplina, integrada por tres médicos designados por la dirección y un representante de la comisión interna (María Eugenia García, segunda de la comisión interna intervenida y esposa de Miguel Skandar, titular de la misma). Los médicos le bajaron el pulgar a Morelli. García votó en disconformidad. Estaban en el análisis del caso cuando Martínez Martínez fue asesinado.
El domingo 22 y el lunes 23 de junio se harán las elecciones de la Comisión Interna en el Clínicas. El acto electoral viene demorado y con ruido. El 12 de mayo Jorge Arnó, secretario general de Apuba, dispuso la intervención de la interna y la separación del cargo de Miguel Skandar, cabeza de la comisión y ubicado en el tercer lugar en la conducción del gremio, que agrupa a todo el personal de la UBA con excepción de los docentes. Los motivos no rozaban sino que propiamente eran un escándalo.
En su papel de autogestionado, el Clínicas destina parte de lo recaudado al pago de un premio de 120 pesos mensuales por presentismo. En febrero, por pura casualidad, la Dirección de Contaduría del Rectorado descubrió una maniobra con ese paquete de dinero. En los listados de cobro correspondientes a diciembre de 2002, 34 personas aparecían cobrando un premio más jugoso que los 120 pesos. También comprobaron que esos excedentes surgían de los premios que correspondían al personal que por ausencias no los podían cobrar, y eran reorientados a los bolsillos de otros. De esos 34 hiperpremiados, 8 pertenecían a la comisión interna.
Contaduría investigó hacia atrás y descubrió que durante el 2002 el número de hiperpremiados se engrosaba. Ya no eran 34 sino 51. Comprobó que durante ese año se habían desviado 186.897 pesos. Siguió hacia atrás y advirtió que durante el 2001 se habían cobrado 179.190, y eran 50 los extrapresentistas. En dos años, la suma desviada alcanzaba 366.087 pesos. No fue necesario seguir hacia atrás para que saltaran más de una docena de apellidos de la interna. Algunos cobraron en dos años 1600 pesos. Otros, en el mismo tiempo, embolsaron más de 12 mil.
El 29 de mayo, el director del Clínicas, Hermes Pérez, firmó la resolución 00997/03 –a la que tuvo acceso Página/12–, intimando a los hiperpremiados a devolver el dinero “cobrado indebidamente en el término de diez días hábiles a partir de la fecha de notificación”. Ese plazo aún no venció, pero todavía nadie devolvió nada. En la resolución se anexa el listado de los descubiertos in fraganti.
Según ese listado, Skandar deberá devolver 2000 pesos. Raúl Bravo, tercero en orden de importancia en la ex comisión interna, 10.980. Gabriel Raga, de Personal, y que reconoció haber desarrollado el sistema para derivar los premios, 2800; Myriam Raga, 12.050, la suma más alta descubierta hasta ahora; Adolfo Ivancich, director de Compras del hospital, 1600. Y la lista sigue. Hay amigos, esposas, amantes, y hasta un albañil que pintó la casa de uno de los hiperpremiados y a quien su trabajo le fue pagado (4380 pesos) con dinero desviado de los premios. Morelli, que fue suspendido por ausencias a su puesto, logró hasta el momento cosechar un elogioso ausente: no figura en la lista de hiperpremiados. Aunque no es definitivo: el listado se engrosa a medidaque avanza la investigación. “Van investigando mes por mes y empleado por empleado –señaló una alta fuente de la investigación–. Demora mucho porque en el Clínicas hay 2700 empleados.”
Morelli sí estuvo ausente, y en reiteradas ocasiones, pero de su puesto en la guardia. Fue ese motivo el que impulsó a Martínez Martínez a solicitar una suspensión de cinco días. “Habitualmente en 48 horas, una semana como mucho, se aplican”, señaló a este diario un empleado del hospital. Pero en el caso de Morelli, la sanción se estiró como un chicle. A esa altura, enero de este año, seguía siendo gremialista. Ocupaba el puesto tercero de los vocales suplentes en la comisión interna de Skandar, tras las elecciones del 19 y 20 de mayo de 2002, donde la Marfil-Oro se erigió como conducción del Clínicas. Hay quienes sostienen que el humilde lugar en la lista no vincula al crimen de Martínez Martínez y las internas del hospital. Y en cierto modo, no dejan de tener razón: hasta el momento ninguna prueba parece acercar el caso a las internas. Pero lo que sí parece entreverse de los hechos es que Morelli recibió, al menos, cierta protección gremial en sus entuertos con el cardiólogo.
Como se dijo antes, el pedido de sanción se estiró en forma desacostumbrada. Tres meses después Martínez Martínez reclamó por la tardanza. La demora llevó a la Dirección del hospital a sancionar a Morelli con diez días de suspensión por no haber concurrido a una citación de Martínez Martínez. Recién entonces el pedido del cardiólogo comenzó a avanzar por el camino de la burocracia. Tras pasar por la oficina de legales, llegó hasta la Junta de Disciplina, que está constituida por tres médicos designados por la Dirección del hospital y un representante de la comisión interna. En este caso, ese rol estaba cubierto por María Eugenia García, segunda en importancia en la gremial y esposa de Skandar.
Los tres médicos votaron por la sanción. La gremialista salió en su defensa. La sanción se demoró al subir a la Dirección. No hay ninguna evidencia que vincule en forma directa el crimen con el entuerto entre el jefe y su subordinado. La única coincidencia es la casualidad. Casualidad porque en esos días, Morelli fue sancionado y Martínez Martínez apareció asesinado.

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Hermes Pérez, director del Clínicas, intimó a los estafadores.
 
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