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“Quiero humanizar a los que están en la cárcel”

Así define Pablo Nisenson el concepto detrás de “El grito sagrado”, un documental que pone el foco en una nueva generación perdida, en este caso por las extrañas desviaciones de la Justicia argentina.

 Por Oscar Ranzani

Tres historias de vida integran el telefilm El grito sagrado, documental de Pablo Nisenson que muestra la problemática de quienes tienen que pasar parte de su vida en una cárcel. Esas tres historias son el reflejo de los testimonios desgarradores de personas detenidas, que permiten descubrir la mirada humanista con la que Nisenson documentó el relato. El director filmó en Olmos, Mercedes y Los Hornos, donde se topó con la realidad de los que no tienen condena y esperan, el hacinamiento, los olores nauseabundos, la infraestructura precaria, la superpoblación. A estas situaciones del universo carcelario argentino, que dan cuenta del incumplimiento de normas y tratados internacionales sobre derechos humanos, Nisenson agregó un tono intimista, con confesiones de detenidos que apelan a la sensibilidad del espectador. El grito sagrado se verá hoy a las 16.30 en el Teatro del Viejo Concejo, 9 de Julio 513, San Isidro.
Fabi tiene 19 años y su historia fue el disparador para que Nisenson se calzara la cámara al hombro. El joven nunca tuvo una relación fluida con su padre y fue apresado por robar 56 pesos en un mercado de la provincia de Buenos Aires: desde hace dos años espera condena en Olmos. Otro caso es el de Marisa, una joven de 21 años que también robó y está detenida en la cárcel de Mercedes, con un pasado familiar sumamente conflictivo. Marisa tiene dos hijas: Daniela, de 5 años, y Candela, de 3, a la que sólo vio un par de veces. El otro caso tiene como protagonista a Cristina, de 47 años, que lleva seis detenida por asesinar a su esposo.
“Yo quise decir que hay una franja de edad entre los 18 y los 21 años que la Justicia progresista llama la ‘franja de mayor vulnerabilidad’, que son los pibes que delinquieron o que están en grave riesgo de delinquir”, dice Nisenson a Página/12. “Hoy yo no sé qué porcentaje de la población carcelaria es, pero es altísima. Por eso tomé el caso de este pibe Fabi y de la otra piba Marisa que están en esa franja de edad”, sostiene el realizador. Para la elección de los testimonios, Nisenson también buscó que provocaran, en lo posible, una empatía con el espectador. “Porque si yo registro un asesino serial o a un tipo que violó a la hija, a la abuela y a la madre, va a haber mucha gente que diga ‘y bueno, está bien, que se pudra’. Pero cuando lo que vemos es que están reventando a nuestros pibes nuevamente, haciendo mierda a una generación, me parece que hay que tomar cartas en el asunto. No se pueden esperar políticas a largo plazo”, agrega. “Es la franja que más está siendo reprimida a nivel nacional. Y la elección está bien porque esta franja es la que está en mayor riesgo.”
–¿Y la mujer que mató?
–El caso de Cristina lo elegí porque sostenemos que la mayor impunidad y la mayor injusticia nace en la Argentina con la última dictadura militar. Cuando comienza el viva la pepa en el tema justicia y la impunidad. Cristina es un caso que ilustra esta situación. ¿Por qué? Porque convive con su marido, al que mata, y sufre de parte de él las mismas torturas, violaciones y vejámenes que él le aplicaba a sus víctimas porque era un ex grupo de tareas. Un tipo que trabajó para la dictadura, torturador, represor. Cuando Cristina se empieza a dar cuenta de esto después de sufrir toda su historia también se entera que este personaje muy posiblemente violaba a su hijo de un año. La torturó y un día ella no pudo más, no tuvo ningún tipo de ayuda y lo mató. Este tipo no hubiera sido asesinado por Cristina si no hubieran existido las leyes de punto final y de obediencia debida. Por eso en la película digo que es el mundo del revés: una víctima está presa por victimaria.
–¿Qué espera del espectador?
–Espero que se dé cuenta de que no son malos por un problema genético, como dicen en Canal 9: “Estos delincuentes, estos negros de mierda son peligrosos, hay que cuidarse”. El discurso entra en lo que quiere el poder, un discurso publicitario que excluye a estos pibes. La solución: balas, cárceles. La película pretende mostrar lo otro, que son producto de una historia, de un conflicto, que son gente. Son hijos, padres, hermanos. Seres humanos. No sólo sujetos que roban, que caen muertos, que se los ve en la calle rodeados de policías contando las balas que dispararon. La TV en general lo que busca es deshumanizarlos. Y yo con la película lo que quiero es tratar de humanizarlos frente a la mirada del espectador.

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“Están reventando a nuestros pibes nuevamente”, dice Nisenson.
 
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