ESPECTáCULOS › ESTE JUEVES SE ESTRENA LA CUARTA EDICION DE “HISTORIAS BREVES”

Visita al gran semillero del cine argentino

En ediciones anteriores se vieron los primeros trabajos de gente como Lucrecia Martel, Adrián Caetano y Daniel Burman. Y los diez cortos que se verán a partir del jueves están a la altura, con un par de nombres a seguir.

 Por Por Mariano Blejman

Por Mariano Blejman

Un pibe de Chacarita Juniors está por hacerse el análisis de sangre que determinará su AFAF (Análisis del Factor de Adhesión Futbolística), algo que le permitirá (o no) jugar en Primera contra Atlanta. Un hombre que decide congelarse en la empresa Happy cool a la espera de un mejor futuro en un país –éste– lleno de desocupación. Un pueblo que recupera su memoria a través de su Epitafio. Una historia predestinada donde Dios parece reírse de los planes que el Hombre hace con su futuro. Esos son algunos de los diez cortos de IV Historias Breves, coordinadas por Bebe Kamin, que se estrenarán este jueves en los cines de Buenos Aires. En las tres ediciones anteriores del proyecto coordinado desde el Incaa tuvieron la oportunidad de trabajar por primera vez en fílmico directores ya consagrados como Daniel Burman, Adrián Caetano, Lucrecia Martel, entre otros, de allí que el interés se renueve, a diez años del primer ciclo.
Los ganadores de este año tienen una serie de lugares comunes: todos fueron filmados en seis días, desde octubre a diciembre del 2003, en 35 milímetros y con la producción de Kamin. Son dispares y de temáticas diversas, aunque la mayoría parece haber elegido el campo como set de filmación. Así quedaron reunidos Epitafio (Cecilia Ulrich), Avant premier (Daniel Bustamante), El señor de los pájaros (Camilo José Gómez Montero), Colombus (Martín Mujica), Paisanitos rubios (Fernando Tranquilini), Más quel mundo (Lautaro Núñez de Arco), Happy cool (Gabriel Dodero), El paraíso viviente (Pablo Pupato), Infierno grande (Paula Venditti y Jonathan Hofman) y Lo llevo en la sangre, de Pablo G. Pérez.
En Epitafio, de Ulrich, el muerto reciente Pandolfo Petrarca es un total desconocido. Un chico del pueblo, Pedro, busca datos de esa persona. Finalmente, descubre que Pandolfo amaba el mar y fue jugador de fútbol. Ulrich estudia Imagen y Sonido en la UBA y filmó en Naicó, un pueblo de La Pampa a punto de desaparecer después de los trenes. “Ahora son casas tomadas, así que costó bastante filmar”, cuenta Eleonora Rolandi, la productora. La idea surgió de la infancia de la directora, cuyo abuelo tenía un campo abandonado.
El segundo de los cortos es Avant premier, de Daniel Bustamante. Allí, Inés se vale de su parecido físico con otra Inés: Inés Carreño, actriz famosa. La Inés falsa firma autógrafos como si fuera la real. Pero el día del debut cinematográfico de la “real” Inés Carreño, la falsa encuentra que va hacia un suicidio. A partir de allí, Inés “falsa” decidirá el rumbo de su vida. En El señor de los pájaros, Gómez Montero pone su cámara en los senderos del Iberá: el director es de Corrientes, aunque estudió en la Universidad Nacional de La Plata. Y lleva a la pantalla grande el mito del Pombero, un personaje que asusta a los chicos. “Pero también tiene una función ecológica”, cuenta el director. Uno de los actores, Aníbal Maldonado, actuó en Historias mínimas, de Carlos Sorín. “Me encanta filmar en Corrientes: el interior mira al cine, el cine mira al interior. Pero se necesita venir a Buenos Aires para filmar.” Gómez Montero estudió en la Universidad de La Plata, la carrera de cine más vieja de Sudamérica.
Colombus, de Martín Mujica, cuenta en animación el encuentro de dos culturas, idea trunca desde hace 12 años, o mejor dicho, desde hace 512 años. Muestra a un avaro Colón que no busca especias –como cuenta la historia– sino oro. “A principios de los ’90, la animación tradicional fue reemplazada por lo digital. Ahora dicen que quieren sacarla de la competencia. Pero creo que debería ser una competición aparte”, denuncia Mujica. Paisanitos rubios, de Fernando Tranquilini, muestra a un camionero que recorre la Argentina, hasta que un encuentro con una prostituta cambia su rutina. El trabajo, cuenta Carlos Brown –su productor–, fue rodado de noche, aunque de los seis días pautados sufrió tres de lluvia.
La segunda tanda (debido a la longitud del proyecto, la proyección se divide en dos partes) abre con Más quel mundo, de Lautaro Núñez de Arco, guionista de Mercano, el marciano, que tomó la cámara porque “alguien tiene que contar las historias que se le ocurren a uno”, dice. Núñez de Arco se mete con dos prototipos temidos: un perro y un niño. El perro es Betún, conocido en la televisión argentina por Los simuladores. Quien lo entrena es Jorge “Pampita” Montenegro, quien estuvo dos meses ensayando con un niño, protagonista del corto, también bailarín de folklore. “Hicimos un casting de doscientos bailarines de zamba coordinados por Pajarito y Coqui Saavedra”, cuenta. Núñez de Arco rodó en Cañuelas, y el motivo que lo llevó a filmar es claro: “Si sólo escribís no vas a festivales, no ganás plata, ni tenés minitas”, ironiza.
Happy cool, de Gabriel Dodero, del CERC (actual Enerc), imagina con un humor negro una empresa que congela a los desempleados a la espera de un futuro mejor. “Yo me congelo y chau”, dice un protagonista. “Escribí el guión en el ’95, lo presenté en un Historias Breves anterior pero recién cinco años después estaba pulido”, cuenta Dodero. Arranca en 1997, cuando la expectativa estaba puesta en la llegada a 2000. “Es una metáfora de estas empresas que aparecen con imagen de confiables y después resultan ser un bluff, como las AFJP”, opina. En El paraíso viviente, Pablo Pupato, de UNLP, muestra la historia circular de Mario y Oscar, dos amigos que viven juntos y se ven tentados de robar en el interior. Así deciden asaltar el almacén del pueblo, pero la aventura se convertirá en pesadilla con una vuelta borgeana.
Infierno grande es uno de los más cuidados estéticamente. Transcurre en un pueblo cualquiera donde alguien dice “ha muerto Lisandro, que se iba a casar con Lucía”. Es uno de los cortos más difíciles de contar, pero la historia que se resume adquiere fuerza, y mucha, por la forma de edición. Venditti y Hofman pusieron especial énfasis en el montaje que tardaron meses en terminar. Los dos venían del CERC, y uno de ellos estudió también fotografía. La participación de Lito Cruz tiene una presencia impactante. “Costó convencerlo pero su presencia fue determinante”: Hofman dice que se colgaron de la frase “Dios se ríe de nuestros planes futuros”. Filmaron en 50 asas, pero revelaron en 200 adquiriendo un grano fino, de contraste profundo. “Teníamos veinte versiones del corto final”, relatan.
El último de esta versión de IV Historias Breves, Lo llevo en la sangre, de Pablo G. Pérez, se llevó la mayoría de los aplausos, en la avant première realizada en el Gaumont el lunes. Cuenta, en tono de Alberto Migré, una historia bien distinta: Mario, un fanático de Chacarita, cuyo abuelo es fundador, tiene el anhelo por cumplir con su hijo Lucas, quien debutará en Primera contra Atlanta. Pero, para hacerlo, Lucas debe hacerse el Análisis del Factor de Adhesión Futbolística, análisis de sangre que determina de qué club es hincha. “La idea surgió de un amigo que vio un tipo que recibía un volante y lo rechazaba diciendo ‘qué te pasa, yo soy de Chacarita’.” El corto se rodó en Atlanta, incluso una escena donde se ve la tribuna de Chacarita. “Me amenazaron, me dijeron que me iban a arruinar, algo que parece ser peor que matarme”, cuenta. Pérez dice tener miedo para el día que se estrene en Atlanta, donde tal vez reciba silbidos impacientes. De algún modo, Lo llevo en la sangre plantea el asunto de la identidad. Nadie puede saber si la identidad del cine argentino está en este puñado de realizadores, pero al menos uno puede acercarse al cine para decir que disfrutó del comienzo.

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Lo llevo en la sangre, de Pablo G. Pérez, imagina un análisis que determina la pertenencia futbolística.
 

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