ESPECTáCULOS › TERMINA AQUESEM MIARAUMIARAUMIAU

Rep, un dibujo que muestra sus armas

Hoy termina o culmina –mejor– en el Centro Cultural Recoleta la muestra de Rep: una batalla descomunal de sesenta metros...

 Por Juan Sasturain

No sé por qué Rep le puso Aquesem Miaraumiaraumiau a la maravilla que ha hecho en el Centro Cultural Recoleta en estas últimas semanas. Sé o creo saber lo que es esa jaculatoria o trabalenguas –una especie de conjuro que se repetía para dormir, de chico–, pero no cuál es su relación con esto que se ha propuesto realizar y realizado. En lugar de colgar nada, Rep cubrió la totalidad de las paredes perimetrales de la gran sala con una franja de dos metros de alto de papel madera clásicamente marrón. Le quedó un friso descomunal de sesenta metros y desde el 22 de septiembre se puso a dibujar allí “una batalla”, según ha dicho. Su idea fue saturar el friso a puro dibujo y marcador negro para terminarlo y dejarlo listo hoy, Día de la Madre y 17 de octubre –Día de la Lealtad (o del padre) para muchos– cuando a la hora de cerrar o mañana a más tardar juntará todo y supongo que se lo llevará a su casa en un rollo descomunal que seguro no va a caber en un taxi y tendrá problemas con el ascensor.
Todo muy raro. Y muy hermoso. Porque se trata de un proyecto original con el que Rep, tras su reciente paso por el Malba, parecería aspirar simultánea y definitivamente al Museo y al Guinness. O tal vez no: acaso lo que busque sea todo lo contrario. Es lo que creo, bah.
Porque no cabe duda de que esto que se llama –Rep sabrá por qué, repito– Aquesem Miaraumiaraumiau tiene varios aspectos para considerar. El primero, la categoría de muestra. ¿Qué muestra? ¿Muestra obra? También, pero no básicamente. La idea ha sido laburar ahí, no exponer otra cosa que no sea el trabajo mientras se va haciendo, el work in progress, digamos. Y cuando hoy termine, se irá con todo, no lo dejará para que lo sigan viendo. Es decir: Rep ha trasladado durante 26 días literalmente el taller a la sala no para hacer “algo plástico” –porque está en un museo, en una sala–, sino para trabajar, como todos los días, como gráfico diario que es, dibujando contra reloj. Ha hecho el lápiz y “pasa a tinta” en público o después de hora, solo, porque lo tiene que entregar, dejarlo terminado: la obra es una tira desaforada con tema obligado, una prueba de fuerza, el resultado de su trabajo de 26 días.
Como si hubiera querido subrayar la condición temporal, intencional, motivada, a diferencia de los plásticos que se rompen el alma hasta último momento para tener qué colgar, Rep –como el Iván Ilich del memorable cuento de Tolstoi, que sufre la muerte hasta que finalmente sólo descansa cuando muere– ha convertido la agonía (en sentido literal) del trabajo en espectáculo, expuesto la cocina porque no tiene nada que ocultar ni mitificar, y sí mucho, todo por compartir.
Primero que nada, comparte el espacio mismo con sus artistas invitados –entre citas célebres de Bellas Artes y manos amigas de colegas que intervienen en la obra con sus propios dibujos–; después, comparte con la gente asomada sobre su hombro o sentada en el suelo a su lado, su extraordinaria destreza para resolver, cada vez con trazo diferente pero siempre suyo (con alusiones múltiples, claro), todas y cada una de las miles de figuras y figuritas que desfilan pro el friso. Y en tercer lugar comparte con todos el jocoso espanto ante la imbecilidad de la guerra sin tiempo que recorre la historia de la humanidad como una plaga, una peste sin vacuna ni esperanza de sanar.
Ahora entiendo: Aquesem Miaraumiaraumiau era un conjuro contra las pesadillas. Estos dibujos funcionan igual.

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