ESPECTáCULOS › CINCO TITULOS DESTACADOS DE LA COMPETENCIA OFICIAL

Por una vez, el banco pierde

El film australiano “The Bank” parece a la medida del espectador argentino: un ácido thriller sobre un banquero inescrupuloso.

 Por Horacio Bernades

Mientras se aguarda la llegada del film ruso Un lugar en el mundo –una de las películas más esperadas de la competencia–, se registra un hecho curioso: varios de los films vistos hasta ahora en esa muestra (y muchos de los que se exhiben en las paralelas) podrían llevar el mismo título. Por más que los orígenes, registros e intenciones sean bien diversos, eso es lo que parecen buscar los protagonistas de las películas programadas en la competencia del IV Bafici, ya se trate de la australiana The Bank como de la alemana Bungalow, pasando por la francesa Amour d’enfance y la italiana Tornando a casa. Hasta los jóvenes amantes de Chicken Rice War, despatarrada relectura de Romeo y Julieta que el malayo CheeK filmó en Singapur, buscan también su lugar en el mundo.
Thriller anticapitalista, The Bank, opera prima de Robert Connolly, es como la versión en formato de entretenimiento de algunos documentales que, en la muestra paralela “Globalización y barbarie”, le toman el pulso al mundo unipolar. “Odio los bancos”, dice el protagonista de The Bank. Si todavía hubiera algún argentino que no llegó a la misma conclusión, The Bank terminará de convencerlo. Sin más sucursales que cerrar ni personal que despedir, un alto ejecutivo bancario pergeña un último recurso para obtener beneficios: predecir un crac financiero y sacar ventaja de la situación, aplastando a la competencia para siempre. Un geniecillo de las matemáticas es el único que puede ayudarlo. Pero como se trata de un thriller, las sorpresas estarán a la orden del día.
Solidísima en todos los rubros, con excelentes actuaciones y un guión detalladamente construido, esta película venida de los antípodas parece hecha a la medida del espectador argentino, permitiéndole asistir, por una vez, al triunfo de los pequeños deudores y el colapso de una todopoderosa institución bancaria. A su turno, el napolitano Vincenzo Marra en Tornando a casa y el francés Yves Caumon en Amour d’enfance entablan, a la distancia, sendos diálogos con corrientes que los preceden: el neorrealismo y el cine de Marcel Pagnol. Ambientada en Nápoles, Tornando a casa narra, en tono de crónica realista y con actores no profesionales, las penurias económicas y los aprietes mafiosos que sufren los miembros de una lancha pesquera. Un giro final arranca al protagonista del mundo de La terra trema y lo aproxima al de Antonioni: como en El pasajero, terminará optando por la desaparición, la pérdida de identidad, el deseo de ocupar un no-lugar.
Amour d’enfance comparte con los films de Pagnol (Manon de Manantial, La mujer del panadero) un mismo espacio físico, la campiña francesa, aunque el tono sea menos festivo y más interno, en sintonía con su protagonista, que vuelve al pueblito de su infancia para asistir a los últimos días de su padre enfermo. Lejos de todo pintoresquismo y de falsas nostalgias por un paraíso perdido, el film de Caumon pone a su protagonista en la contradicción entre quietismo y cambio, repetición y modificación, pasado y futuro. Y allí lo deja plantado. Resolución poco tranquilizadora para un film que, de otro modo, podría correr el riesgo de la falta de riesgos. En una encrucijada semejante parece hallarse el adolescente de Bungalow, opera prima del alemán Ulrich Köhler, quien, como Caumon, pone la película al servicio de su personaje.
Abúlico y hermético en apariencia, el Paul de Bungalow, hijo menor de una familia burguesa, jamás verbaliza lo que le ocurre. De hecho, da toda la sensación de no saberlo. Pero sus acciones hablan por él, desde la primera escena (cuando deserta de la colimba de modo casi casual) hasta la última (un plano secuencia tan elocuente como enigmático, que lo deja huyendo o entregándose, nunca se sabrá). En el medio, Paul duda, inventa, fabula, se evade, fantasea y coquetea. Pero todo casi sin moverse. De allí que su realizador hable de Bungalow, con gran precisión, como de “una road movie que nunca sale al camino”. Cruzar a Shakespeare con el mundo de la historieta Archie, entre vendedores de arroz con pollo en Singapur, es sin duda una operación arriesgada. El malayo CheeK (seudónimo de Chee Kong Chea) la encara con el espíritu de quien entra en una fiesta. Película feliz, insolente y gozosa, Chicken Rice War es una de esas que, como asegura Quintín en el catálogo, “se supone que los festivales serios no deben admitir”. Por suerte, los programadores del Bafici no se guían por esa clase de prejuicios, y esto permite el aterrizaje en competencia de este film descarado, que se permite convertir la tragedia de Verona en una de esas comedias juveniles que se atreven a cualquier cosa. CheeK hace volar por el aire platos de comida, incorpora dos gordos que no se sabe si funcionan como coro griego o como los viejitos de los Muppets, le toma el pelo y homenajea al mismo tiempo el Romeo + Julieta de Baz Luhrmann, y filma la ordinariez con total y festiva ordinariez. A Zeffirelli es difícil que le guste, y ésa es otra de las razones que permite sopesar el riesgo y el acierto de la elección.
The Bank se exhibe por última vez hoy a las 16.30 en el Hoyts 6. Tornando a casa, hoy a las 22.45 en el Hoyts 9, mañana a las 16.15 en el Hoyts 6 y el sábado a las 18.30 en el Lorca. Amour d’enfance, hoy a las 14 en el Hoyts 11 (última proyección). Bungalow, hoy a las 15 en el Hoyts 9 y mañana a la misma hora en la sala 10. Chicken Rice War se proyecta por última vez hoy a las 23.30 en el Hoyts 10.

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El film de Robert Connolly es una oferta ideal para estos tiempos.
 
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