ESPECTáCULOS › DOS FILMS ARGENTINOS, UNO RUSO Y OTRO COREANO EN EL CIERRE

Esperando la hora de los premios

La cuarta edición del Bafici empezó ayer a ensayar la despedida. Hoy al mediodía se conocerán los films elegidos por el jurado.

 Por Horacio Bernades

Con la presentación de las dos películas argentinas –Un día de suerte, de Sandra Gugliotta y Tan de repente, de Diego Lerman–, acompañadas del film ruso Un lugar en el mundo y la coreana Camel(s), se cerró la muestra competitiva del IV Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente. Ahora los jurados tienen la palabra: hoy al mediodía se sabrá cuáles son las películas ganadoras. Todas ellas se reprogramarán mañana domingo, en distintas salas y horarios, sumándose a las proyecciones oportunamente anunciadas para ese día en la grilla del festival. Concluidas las últimas funciones de mañana, habrá llegado la hora de bajarle la cortina a esta IV edición del Bafici y despedirse hasta el año próximo.
Opera prima de Sandra Gugliotta –quien se había dado a conocer en el marco de aquellas Historias breves de 1995, con su corto Noches áticas–, se entiende por qué Un día de suerte fue seguida con tanta atención, en febrero pasado, en el festival de Berlín. La película de Gugliotta transcurre en una Buenos Aires tomada por la gente, que manifiesta en las calles con furia y pancartas. No, no se trata de cacelorazos, porque Un día de suerte comenzó a rodarse hace tres años, en medio de aquel apagón que dejó a la ciudad a oscuras durante quince días. Pero en esas primeras broncas y barricadas bien puede adivinarse el antecedente de la toma de calles de diciembre en adelante. En el destino de la protagonista, que terminará emigrando ante la falta de oportunidades, se dibuja a su vez el de tantos jóvenes y no tan jóvenes, que hacen las valijas ahora mismo.
Con Valentina Bassi en el papel de una descendiente de italianos que terminará haciendo el viaje contrario al de sus mayores, Un día de suerte parece contagiada de la urgencia, el nerviosismo y la busca de un cable a tierra que definen a su protagonista. La cámara de Gugliotta parece conectada con ella a través de un cordón invisible, que jamás se corta. Mientras añora a un italiano con el que pasó una noche y fantasea con otros cielos, Elsa sobrevive a los tumbos, banca a su padre desocupado, se comunica con su abuelo tano (Darío Vittori) y se junta con su grupo de amigos. Junto a ellos pasa el rato, trafica psicotrópicos, utiliza tarjetas de crédito robadas, se fuma unos porros y goza lo que puede. En esa comunicación con sus protagonistas que jamás se quiebra y en su falta de juicio y de prejuicios con respecto a ellos, la película de Gugliotta encuentra un tono, una personalidad y una honestidad que le son bien propios.
Tono y personalidad tiene también, por qué negarlo, Tan de repente, que no es monótona sino atonal. Filmada en blanco y negro y en un 16 mm bien granuloso, la opera prima del jovencísimo Diego Lerman (25 años) está inspirada en novela La prueba, de César Aira. Más que historia, hay aquí una premisa argumental, consistente en el improbable cruce entre dos chicas lesbianas (que se hacen llamar Mao y Lenin) y una virgen gordita y acomplejada. La película comparte la deriva de sus tres protagonistas, que salen a la ruta sin destino fijo y terminan visitando a una tía rosarina, como podrían terminar haciendo cualquier otra cosa en cualquier otra parte. Si bien es cierto que la película pasa de una marcada sequedad a una cierta calidez, Lerman contempla al trío protagónico con la misma impasibilidad con la que ellas ponen una navaja en el cuello de un taxista o atropellan a un paracaidista caído en medio de la ruta. Y todo, filmado con un estilo que es como el grado cero de la escritura cinematográfica.
Filmada en pleno centro de Moscú por el moldavo de origen armenio Artur Aristakisjan, Un lugar en el mundo se anunciaba como una película shockeante, y sin duda lo es. Fotografiada en blanco y negro y actuada por verdaderos homeless, mendicantes y tullidos, el lugar en el mundo del que habla el título es un sótano hediondo en el medio de Moscú, paradójicamente bautizado “Templo del amor”. El “templo” está habitado por una comunidad de hippies tardíos que, de espaldas a la civilización, se proponen compartir el sufrimiento de los desposeídos. Comen restos de comida, comparten la crianza de los niños e ignoran la higiene y la atención sanitaria. Hay una mezcla de misticismo y masoquismo, de libertad sexual y salvacionismo en esta especie de secta, que tiene su propio salvador y alguna que otra María Magdalena. El film de Aristakisjan está jalonado de momentos extremos y a veces enervantes. Prácticamente sin sacar la cámara a la calle (cuando lo hace, lo que se ve es pura mugre y desolación) presencia, con una desconcertante mezcla de ironía y pietismo, de tormento interior y regodeo miserabilista, la implacable autodestrucción de esta delirante utopía mística-humanitaria.
Completando la trilogía de films en blanco y negro presentados en competencia, la diafanidad de las imágenes de Camel(s) resulta sorprendente, si se tiene en cuenta que su director, el coreano Park Kiyong, la filmó con una simple camarita digital. Un hombre y una mujer, ambos separados y alrededor de la cuarentena, son los protagonistas excluyentes. La película narra una escapada de fin de semana. Tanto él como ella (ella, sobre todo) hablan poco, y cuando lo hacen, sólo conversan de cosas visiblemente sin importancia. Ki-yong filma justamente esa superficie, debajo de la cual se adivina el peso de lo no dicho, todo aquello que los mantiene en un estado como de flotación. El hombre y la mujer desayunan, almuerzan, se alojan en un hotel, hacen el amor, se trasladan en auto, charlan sobre remedios y medicamentos. De estructura circular y atravesada de una melancolía que parece anunciar el escaso futuro de esa relación, en Camel(s) el tiempo pesa en cada plano, dejando la sensación de que los protagonistas no saben cómo aprovecharlo. Un Antonioni coreano marcó, entonces, el eclipse de la competencia.
Un día de suerte se exhibe hoy a las 23 en el Lorca. Tan de repente, hoy a las 22.30 en la sala 6 del Hoyts y mañana a las 19 en el Lorca. Camel (s), hoy a las 18.15 en el Hoyts 12 y mañana a las 14 en el Hoyts 9.

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Valentina Bassi y Darío Vittori (en su última actuación), protagonistas de “Un día de suerte”.
 
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