ESPECTáCULOS › TELEVISION. COMO FUNCIONA LA LINEA HOT DEL COMFER

Hola, te estamos llamando

Página/12 pasó una tarde en el call center del Comfer, donde se reciben reclamos del público sobre la TV: madres indignadas, fundamentalistas cristianos y... solos en busca de compañía.

 Por Julián Gorodischer

Al call center del Comfer llegan a diario historias de gente indignada con la tele, o de madres espantadas por no poder irse “a planchar tranquilas” (sic), y hasta de algún alma solitaria en busca de compañía, o al menos de una voz en el teléfono. “Hola, mis pollitos”, saluda Laura, la veterana telespectadora que se pasa el día fiscalizando la radio y la TV, con una copia de la Ley de Radiodifusión, y que con el tubo en la mano se define como “una de ustedes, una informante de lujo”. Desde el 18 de noviembre hubo un record de 2200 llamados, un monitor ideal para saber en qué está pensando el escandalizado argentino promedio, ése al que desvelan “los avances impúdicos”. Dicen las señoras (una mayoría de mujeres entre 49 y 75 años son las habitués) que ya no pueden dejar tranquilas al nene porque aparece el anticipo de Locas de amor a la hora de Floricienta. La propuesta es insólita: “Que los hagan sin imagen, como en la radio”.
¿Explicaciones para el aluvión de llamados? “Un país que baja su conflictividad social hace que la gente ponga el ojo en temas más suntuarios”, dice un directivo del Comfer. “En diciembre de 2001 nadie llamaba porque la violencia estaba en la esquina, la muerte en la Plaza de Mayo. Ahora vuelven a mirar la tele.” El escandalizado promedio odia que le llenen la tarde de “escenas de sexo y violencia” (en el tope de los reclamos), y ya está anticipando lo que pasará en enero. “Hoy, por ejemplo, me llamaron mucho por un avance de Zona roja”, cuenta Susana Fanzeri, una de las “orejas” del organismo. “Es un programa de Canal 13 que todavía no está en el aire, y anticipan imágenes de prostitutas ingresando a los autos por la ventanilla.”
–¿Pero ya se están quejando antes del estreno?
–Es que el que llama, en general, se fija en el detalle.
Los teléfonos arden y muchas de las “chicas” del otro lado son madres indignadas por la muerte de Juan Gil Navarro en Floricienta (en el segundo puesto), con el argumento repetido de que sus hijos no se pueden dormir y se quedan pensando. Otras mujeres atacarán la desnudez en todas sus gamas, seguida de cerca por la abundancia de la fórmula “tipo, nah”, que ya no las deja vivir tranquilas. “Las madres notan que sus hijos se despiertan y no se pueden volver a dormir”, dice Sebastián Ruiz, otra de las orejas que, después de ocho horas al teléfono, termina con la cabeza inflada. “Y también llaman muchos docentes quejándose de No hay 2 sin 3. Piden una regulación de ese vocabulario, que lo que ellos construyen de día se destruye a la noche.”
Y por fuera del ranking de los más votados (a los que habría que agregar la desnudez perpetua de Luciana Salazar, la sola presencia en pantalla de Florencia de la V y la violencia de Telenoche) llegan insólitos reclamos colectivos que hacen más amena la tarde de “las orejas” del Comfer. Es ese minuto en el que a alguien se le extiende una semisonrisa. “Más de veinte profesores de tenis mandaron cartas documento para protestar contra un aviso de Volkswagen en el que un profe seduce a su alumna: dicen que ofende su buen nombre y trayectoria”, recuerda Diego Cabra, del equipo. Cuando retrocede el factor moral, las líneas del Comfer –que no son gratuitas para que nadie “se cuelgue hablando”– parecen guionadas por la imaginación febril de un novelista.
“Familiares de quemados se ofendieron por la publicidad de SMG Seguros en la que un tipo se enciende”, recuerda Cabra. “Y los amantes de los animales están indignados con Marley. ¿Cómo puede ser que maltraten así a un chanchito en Odisea?”, agrega Ruiz. Por lo visto, las rarezas, al menos, entretienen más que el cliché del escándalo. Según Anabella Dragone, “un hombre me llamó para que un programa de Radio Mitre de solos y solas le pida disculpas por haberle presentado a una mujer que no era de su nivel”. Por un código interno, los que atienden nunca pueden rebatir el argumento fascistoide, ni levantarle la voz a algún pesado. Aplacan al que pide “que vuelvan los militares”, lo van llevando a un lugar más conveniente para no putearlo: de vuelta a la TV. ¿A ver señor, diga usted...? Y el tipo (un abogado salteño) vuelve a quejarse como todas las semanas de que “la homosexualidad se presente en Los Roldán como algo natural. ¡Es preocupante!”. Juan Manuel (otra oreja) acaba de cortar con expresión de asombro. “Recién atendí a una señora que se quejaba de la promo de un libro sobre homosexuales en el horario de Contalo, contalo. No le parece bien que no pueda dejar a su hijo solo frente a la tele.” Sin que el Comfer se lo proponga, la línea es el imán del ultraconservador, un tipo o su mujer que presionan con extraños métodos.
La Asociación Argentina del Mañana, que también lidera una campaña contra la retrospectiva de León Ferrari, satura las casillas del organismo con 400 mails diarios pidiendo “sanciones ¡ya!”. Hace poco, fueron la presión más eficaz para que Antonio Gasalla levantara un sketch de Soledad y pidiera disculpas por bromear con la Virgen. “Reaccionan con mucha fuerza cuando se toca a colectividades”, dice Diego Cabra. Los italianos están muy enojados porque se dijo “italianos de mierda”, en una broma de Compatriotas de Canal 7. Pero llamativamente no hubo reclamos por Mosca y Smith: el que lo vio asumió que el discurso era muy evidente.
En cambio, la publicidad cada vez congrega a más escandalizados. Como la Sociedad Protectora de Animales, que lidera una acción colectiva para levantar avisos que se burlen de las mascotas: el de la nafta que se carga al perro en vez de al tanque, o el comercial en el que se mete a un gato en un microondas. Entre tanta ira, allí donde a diario se pelean el bien y el mal, suena simpático el llamado de Nilda, en defensa de su ídola de los mediodías. “¡No puede ser que en radio La Red el periodista Guillermo Blanc nunca dé a conocer el rating de la señora Mirtha Legrand!”

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La consigna de las “orejas” del Comfer es la paciencia: nunca levantarle la voz a nadie.
 
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