SOCIEDAD

Radiografía del crimen perfecto

Los barrios con más homicidios dolosos son Nueva Pompeya, Barracas, Villa Riachuelo y Constitución. Los menos sangrientos son Saavedra, Recoleta, Almagro y Villa Crespo. Las muertes en robos son un tercio del total. Hay una participación creciente del personal de las fuerzas de seguridad. Un estudio realizado por especialistas derriba varios mitos sobre el crimen en la ciudad.

 Por Mariana Carbajal

En la ciudad de Buenos Aires, los homicidios en ocasión de robo representan sólo el 32% del total, pero en ellos se observa una participación creciente, tanto en calidad de víctimas como de imputados, de policías y de personal de otras fuerzas de seguridad y de agencias privadas. Los datos surgen de un profundo análisis de los expedientes judiciales de los hechos ocurridos durante 2002, en donde se destaca que en los últimos cinco años hubo un paulatino aumento de casos de asaltados que matan al asaltante. La investigación –a la que tuvo acceso en forma exclusiva Página/12– revela quiénes matan, quiénes mueren y en qué circunstancias se muere y se mata en el territorio porteño, información que permite desentrañar un delito que es indicador por excelencia de la violencia urbana.
El trabajo, que acaban de finalizar especialistas de la Dirección Nacional de Política Criminal, la Dirección de Estadísticas y Censos del gobierno porteño y el CELS, derriba algunos mitos: muestra, en primer lugar, que la mayor parte de los homicidios dolosos –aquellos que no se producen en forma accidental– no suceden por la inseguridad; en segundo lugar, que la mayoría de los asesinatos no tienen lugar en los barrios donde hay más delitos; y en tercer lugar, que es pequeño el porcentaje de menores involucrados en este tipo de hechos: los adolescentes de menos de 18 años son apenas el 4% de los imputados. En cambio, resultan el 9% de las víctimas.
Los investigadores cruzaron la información judicial con la policial y hallaron que en 2002 hubo en el ámbito porteño 214 homicidios dolosos que dejaron 230 víctimas. Esta cifra significa que la cantidad de personas muertas por este delito se incrementó en un 111% a lo largo de la última década: en 1991 se habían producido 121 muertes menos que en 2002.
El estudio revela otros datos significativos:
u En la mayor parte de los casos hubo sólo una víctima mortal. Sólo se registró un 6% de hechos con dos víctimas mortales y un 1 % con tres.
u En dos de cada diez hechos hubo además personas heridas: en la mayoría sólo un lesionado por caso.
u Si se analizan sólo los homicidios dolosos ocurridos en villas y barrios linderos, se observa que conforman el 23% del total de los hechos registrados en la ciudad.
Las estadísticas de 2003 todavía no se terminaron de procesar, pero datos extraoficiales indican que se habrían registrado alrededor de 177 casos en la ciudad, es decir, el año pasado habría sido menos violento, con un descenso del 23% en el número de hechos. En el caso de los homicidios en ocasión de robo, se produjo un salto a partir de 1993 hasta el 1996, y luego la cifra se ha mantenido estable hasta hoy.
¿Dónde se mata?
El estudio muestra que los barrios más violentos se ubican de la avenida Rivadavia hacia el sur y son Nueva Pompeya, con 3,14 homicidios cada 10 mil habitantes, seguido por Barracas, con 2,59; Villa Riachuelo, con 2,14 y Constitución, con 1,91. Los menos sangrientos están en el centro y norte de la ciudad y son Saavedra, Recoleta, Almagro y Villa Crespo, con tasas que van de 0,20 al 0,12 asesinatos cada 10 mil habitantes (ver aparte). Es interesante señalar que la mayor parte de los homicidios dolosos no ocurren en los barrios con índices delictivos más altos. “Las dos comisarías con mayor cantidad de homicidios –la 36ª y la 32ª– no son las que presentan tasas de delitos más altas, sino que están por debajo dela media de delitos existentes en la ciudad”, indica el trabajo. Incluso, si se considera sólo los homicidios cometidos en ocasión de robo, de todos modos tampoco se observan semejanzas. Por lo que el estudio concluye que “los homicidios dolosos parecen presentar un comportamiento propio y diferente del observado en el resto de los hechos delictuosos”.
Según el Sistema Nacional de Información Criminal, en 2002 se registraron en la ciudad 202.315 delitos: considerando que hubo 214 homicidios dolosos, éstos representaron el 0,1% del total.
Al analizar el mapa de los homicidios, surge claramente que los que están vinculados con la resolución de conflictos interpersonales ocurren con mayor frecuencia en los barrios del sur de la ciudad: Barracas, Nueva Pompeya y Balvanera se reparten el 12, el 11 y el 10% de los hechos, respectivamente. En el caso de los homicidios en ocasión de robo, la mayor cantidad se registran en Palermo y Nueva Pompeya (9%) y Caballito y Barracas (7%).
La investigación fue realizada a partir del análisis minucioso de los expedientes judiciales. Así, los especialistas pudieron determinar que los homicidios dolosos más frecuentes en la ciudad de Buenos Aires son el resultado de “formas violentas de resolución de conflictos interpersonales”. Tiene esa característica el 49% de los hechos registrados en 2002 en el territorio porteño; pero en las villas son aún más recurrentes y trepan al 75%.
En todo el ámbito de la ciudad, los asesinatos ocurridos en ocasión de robo, en cambio, representan el 32% y aquellos sucedidos en operativos de control policial, el 5%. Estas dos variables conforman el segundo tipo más frecuente, con el 37% de los casos. En la mayor parte, se trata de “asaltantes que matan al asaltado”: sobre un total de 65 casos, 36 tuvieron esa característica. Pero la investigación destaca el “paulatino incremento” de casos de “asaltados que matan asaltantes”: estos últimos pasaron de ser un 12% de los casos en 1997 a un 17% en 2002, una cifra similar a la de “policías que matan asaltantes”. Resulta llamativo que no haya diferencias entre el número de asaltados que opusieron resistencia y el de aquellos que no lo hicieron: en ambos casos hubo 13 víctimas fatales, aunque hay 10 hechos en los que no se conoce este dato.
¿Quiénes matan?
El 95% de los imputados identificados por homicidio en ocasión de robo son varones; el rango de edad que concentra el mayor porcentaje (33%) es el que va de 18 a 24 años, seguido del de 25 a 34 años (22%); los menores de 18 años representan sólo el 8%. Sobre un total de 104 imputados, casi el 30% tenía algún vínculo con una fuerza de seguridad: el 17% eran policías en servicio; el 6%, retirados; 2 %, de franco, y otro 2%, personal de otras fuerzas de seguridad. En este punto los investigadores que participaron del estudio hacen una salvedad: cuando el homicidio se produce en un operativo policial, es habitual que al inicio de la causa judicial resulten imputados todos los uniformados que estuvieron presentes, lo que no significa que todos sean culpables. De ahí que tengan tanta presencia en los cómputos de presuntos culpables.
Pero los uniformados no sólo aparecen como victimarios sino también víctimas, aunque en menor medida: en el 17% por los casos. En este subuniverso de homicidios relacionados con un asalto, las víctimas son mujeres sólo en un 13% de los hechos. Una importante cantidad de los muertos en estas circunstancias estaban armados (43 %), la mayoría con armas de fuego.
En el caso de los homicidios relacionados con la resolución de conflictos interpersonales, el vínculo más repetido entre víctima y presunto victimario identificado es la de “conocidos” (43%), luego –aunque en un rango mucho menor– sigue la de “vecinos” (12%) y la de pareja (11%). En todos estos casos, en una abrumadora mayoría, las víctimas no estaban armadas (92%) y las armas causantes de sus muertes fueron principalmente las de fuego y las blancas (50 y 30%, respectivamente) (ver aparte). Las mujeres tienen en este tipo de homicidio doloso una mayor presencia como víctimas y también como victimarios: constituyen el 20% de los asesinados y el 9% de los asesinos.
Los investigadores concluyen que en la ciudad de Buenos Aires “los homicidios dolosos no son, fundamentalmente, resultado de la dinámica delictiva (consecuencia de la comisión de otros delitos) y por ende parte de la cuestión criminal”. No sólo su peso cuantitativo, sino especialmente el análisis de las modalidades de su ocurrencia “permiten señalar la necesidad de analizarlos también en su carácter de fenómeno resultante de formas sociales violentas, lo cual por cierto no deja de referir a un escenario preocupante, pero sí, notablemente más heterogéneo del que postula el discurso de la seguridad”.

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