EL PAíS › VALDES DEJA LA CANCILLERIA COMO FUSIBLE POR LA CRISIS CUBANA

Bielsa perdió a su mano derecha

Eduardo Valdés, principal operador político del canciller, fue reemplazado por Aníbal Gutiérrez, secretario privado de Bielsa pero de perfil público mucho más bajo. El relevo se produjo luego de la escalada pública de la crisis con Cuba, que estuvo a punto de terminar en un estallido diplomático.

 Por Martín Granovsky

Tal como había anticipado este diario el jueves, el presidente Néstor Kirchner confirmó ayer su decisión de relevar a Eduardo Valdés, colaborador del canciller Rafael Bielsa y su principal operador político, luego de la escala de conflictos que convirtió en crisis diplomática y política una controversia con Cuba que antes solo existía en los canales más reservados.
El reemplazante como jefe de Gabinete es Aníbal Gutiérrez, actual secretario privado, que reúne a la vez la condición de persona de confianza de Bielsa y la característica de no apasionarse por las negociaciones políticas fuera del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Después de la grave crisis que generó la cuestión cubana dentro del Gobierno, la designación de Gutiérrez significa varias cosas al mismo tiempo:
u Kirchner recortó el poder de Bielsa al confirmar la decisión de que se desprendiera de su mano derecha, Valdés.
u Al mismo tiempo el Presidente no intervino la Cancillería. Permitió que Bielsa designara él mismo a su nuevo jefe de Gabinete.
u Quedó confirmado el vicecanciller Jorge Taiana, a quien en los últimos días Bielsa y Valdés acusaron de subir los decibeles de la crisis.
u Esa confirmación evitó que el conflicto quedara como una simple interna en la que había dos bandos y que, como consecuencia de esa guerra, el Presidente tuvo que laudar para permitir la continuidad del trabajo.
u El hecho de que Gutiérrez no tenga antecedentes de operador político territorial, como Valdés, quitará protagonismo diplomático al nuevo jefe de Gabinete, con lo cual el vicecanciller lo será de manera más neta que antes. Algo de esto había sucedido cuando Martín Redrado pasó de la Secretaría de Relaciones Económicas de la Cancillería a la presidencia del Banco Central.
u Un efecto es que quedarán más limpias las esferas de poder, con un número uno nítido, Bielsa, y un dos también nítido, Taiana.
u De ahora en adelante se abren varias posibilidades. La línea de funcionarios políticos puede empezar a funcionar en equipo, cosa que hasta ahora sucedió parcialmente, o quedará patentizada la imposibilidad de la convivencia entre Bielsa y Taiana.
u Gutiérrez, que según los diplomáticos se alegró que cada designación que rompiera con la tradición de relaciones carnales, tiene buena relación personal con el vicecanciller y su equipo de asesores.
Bielsa habló ayer tanto con Kirchner como con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Todavía tenía esperanzas de retener a Valdés, que fue su jefe de campaña cuando construyó su partido, Gesta, y en quien confía para un eventual proyecto de pelear por la jefatura del gobierno porteño en el 2007. En la gestión, además, ante cada crisis Valdés fue perceptivo para desprenderse a tiempo de los mayores lastres internos entre los diplomáticos de carrera, como el ex masserista Federico Barttfeld, y no dudó en impulsar la designación de diplomáticos de espíritu más crítico hacia los años ‘90 y la dictadura como Gregorio Dupont en el consulado en Miami. Siempre conservó, eso sí, su coincidencia con Fernando Petrella, a quien propuso como principal consejero de Bielsa para la visita del canciller al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
La decisión de que Valdés se fuera ya estaba tomada por Kirchner, pero por la mañana empeoró la situación la serie de versiones según las que habría dos sectores. Uno, con Bielsa y Valdés. Otro, formado por Taiana y Kirchner.
El razonamiento en los funcionarios de Presidencia era que si Bielsa compartía esa forma de ver las cosas estaba poniendo en riesgo su vínculo con el propio Kirchner, porque era obvio como se resolvería ese presunto enfrentamiento.
“Era absurdo”, dijo a Página/12 un funcionario que pidió reserva de identidad. “Si esa versión era correcta Rafael tendría que dejar la Cancillería, y el Presidente no buscaba eso sino terminar con un problema que veía como gratuito.”
La crisis por Cuba estalló cuando quedaron enlazados varios hechos sobre la base de una negociación dificilísima, pero hasta ese momento discreta, por el derecho a salir de Cuba de Hilda Molina, padre de un médico residente en la Argentina y casado también con una argentina.
El martes, el canciller dijo que había convocado a Buenos Aires al embajador en Cuba, Raúl Taleb, cuando la semana anterior un comunicado formal de la Cancillería había negado esa convocatoria, que en diplomacia es una protesta formal. Bielsa planteó el problema con Cuba como un problema de “dignidad”. E hizo esas declaraciones luego de entrevistarse con el saliente secretario de Estado Colin Powell. Un funcionario próximo al canciller dijo a Página/12 que la declaración de Bielsa no fue impulsada por Powell y que en la reunión Bielsa no había planteado el tema de ese modo. Pero este diario recogió también una información que contradice una parte de la anterior: en la entrevista con Powell, justo cuando después de hablar de Bolivia y de Cuba, pero solo al paso, las comitivas estaban por tocar la situación venezolana, Bielsa tomó la palabra y habló largamente, durante diez minutos, del caso de la médica Molina y la falta de respuesta del gobierno cubano, como si fuera un tema bilateral entre Buenos Aires y Washington.
Pero el episodio más conflictivo sucedió el miércoles. Hay dos hechos incontrastables: uno, que Hilda Molina entró a la embajada argentina en Cuba antes de las seis de la mañana, fuera del horario habitual de atención; el otro, que antes Bielsa y Valdés dieron orden a los diplomáticos de que le abrieran la puerta a la médica.
Lo único que está en discusión, a esta altura, es el porqué de la decisión, que no había sido consultada con el Presidente. La explicación oficiosa de Bielsa y Valdés es que abriendo la puerta se evitaría el mal mayor de que la médica se encadenase a la embajada, en protesta contra el gobierno de Fidel Castro. Es obvio que Kirchner interpretó la movida como fruto de la impericia y la buena fe, y no de un plan urdido para crear una crisis de grandes proporciones, porque de otro modo ayer hubiera pedido también la renuncia del canciller. El hecho es que la sucesión de declaraciones, presiones públicas, falta de conocimiento de cómo trabar relación con Cuba en cuestiones humanitarias, autonomía de movimientos y apertura de la embajada a deshora generó una crisis que fue resuelta en parte pero deja heridas de todo tipo.
Una de esas heridas, que se explican en las notas de las páginas dos y cuatro, es una mayor fisura en la relación entre Kirchner y Bielsa. El Presidente suele ser acusado de abrir demasiados frentes de conflicto. En todo caso esta semana se puso en juego su vocación por tener el monopolio de la decisión en ese tipo de peleas. Y la batalla con Cuba o por Cuba era una que no había elegido. Aun sin la guerra fría Este-Oeste, Cuba será siempre un tema complicado de la política latinoamericana por su efecto simbólico. Más allá de la mayor o menor simpatía por la Revolución Cubana y por la situación de las libertades individuales, los gobiernos de América latina suelen tomar la decisión de coexistir con el régimen de Castro e integrar a La Habana más que confrontar abiertamente con ella. El argumento es que el bloqueo norteamericano enrarece la situación, y que solo habría un tipo de discusión diferente sin el embargo impuesto a la fuerza hace más de 40 años.

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Eduardo Valdés, negociador político de Bielsa, cuando llegó la comitiva china.
 
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