ESPECTáCULOS › ENCUENTRO MULTICULTURAL EN LA TRIPLE FRONTERA

Tierra de cruces y tormentas

El festival Música sin fronteras reúne durante buena parte de este mes a artistas argentinos, paraguayos y brasileños. Tarragó Ros y Cacho Castaña animaron este fin de semana.

 Por Karina Micheletto
Desde Puerto Iguazu

Todos los años, durante el mes de julio se reúnen en Misiones músicos y bailarines de la Argentina, Paraguay y Brasil en un festival que, ya desde su nombre, Música sin fronteras, desafía la condición limítrofe de una provincia custodiada por el río. Esta vez, pasaron por Puerto Iguazú ballets que representaron a los tres países, y distintos músicos locales de folklore y tango, como el posadeño radicado en Foz de Iguazú Raúl Garnica. El sábado, Antonio Tarragó Ros ofreció una síntesis del espíritu del festival con un espectáculo en el que se sumaron acordeonistas y arpistas de orígenes diversos. Y el domingo, en un día tormentoso, cuando ya todos imaginaban que el festival se suspendía, Cacho Castaña mostró lo suyo frente a una hinchada refugiada bajo los paraguas. El festival, organizado por la Subsecretaría de Cultura de Misiones, comenzó el 9 de julio pasado y seguirá hasta el próximo domingo con distintas presentaciones de música y danza, todas al aire libre y con entrada gratuita.
Cuando se menciona la Triple Frontera, en la asociación más inmediata aparecen imágenes relacionadas con el contrabando. Cuando se cruza a Ciudad del Este, paraíso paraguayo de la compra y el regateo, y al volver se comprueba que nadie lo revisa (y tampoco se molestan en preguntar qué hay en los bolsos de todo tamaño que se acumulan en los pasillos del colectivo), estas imágenes se refuerzan. Pero si las aduanas resultan escasamente efectivas ante el contrabando institucionalizado –que en lo cotidiano significa la forma de subsistencia de paseros y puesteros de uno y otro lado de la frontera– el intercambio cultural es aún más eficaz: el idioma, las costumbres, las fiestas y, por supuesto, la música y la danza van y vienen sin pedirle permiso a nadie, generando ricas mixturas y desdibujando cualquier frontera impuesta. Por eso un festival que se presenta como Música sin fronteras transmite algo de esa realidad fronteriza, la de las fronteras constantemente burladas, por una u otra razón.
Algo de eso apareció escenificado cuando Antonio Tarragó Ros subió al escenario rodeado de músicos de la región, ejecutantes de acordeones, verduleras y arpas, en lo que anunció como un homenaje a su padre, el recordado Tarragó. Hizo chamamés, por supuesto, pero también un schotis brasileño o una polca paraguaya, Lucerito Alba, cantada en guaraní. Escuchados entremezclados, es fácil advertir cuántos préstamos mutuos hay en estos ritmos. A este segmento de su actuación, que abrió y cerró con el saludo musical que acostumbraba a usar su padre, Madrecita, Tarragó Ros sumó otro en el que presentó los temas de su último disco, Jineteando la vida, donde retoma distintos momentos de su carrera. Así pasaron desde clásicos como El toro, Carito o María va, Che alma misionera, hasta un tema con letra de Fontanarrosa, La oruga gigante.
Entre los músicos que acompañaron a Tarragó Ros hijo había experimentados acordeonistas como Ramón Rocha, de 68 años, que nació en la provincia de Corrientes y ahora vive en Posadas. Después de jubilarse de YPF, Rocha se dedicó a lo que siempre le gustó, y formó el conjunto Gato Moro. Nunca estudió, dice; le enseñó un correntino de Loreto y salió tocando el acordeón. Juan Ramón Núñez también dice que toca “por hobby”, porque se gana la vida como empleado, pero el hobby fue tan fuerte que se lo transmitió a sus hijos, dos jóvenes músicos que ahora están recorriendo Europa con el Chango Spasiuk, Juan y Marcos, Los Hermanos Núñez. Miguel Melgarejo, un paraguayo que vive en Misiones, cuenta que tiene en su haber una participación cinematográfica: cuando tenía 17 años tocó el arpa en una escena de El trueno entre las hojas, con Isabel Sarli, filmada en el aserradero de un pueblito que se llama Kilómetro 37, en Paraguay.Por el lado de la danza, en Música sin fronteras Paraguay, Brasil y Argentina estuvieron representados por el Ballet Municipal de Ciudad del Este, el de la Fundación Cultural Foz de Iguazú y la Compañía Tango-Ballet de Cecilia y Ariel. Pasaron schotis, chamamés, milongas, tangos, polcas, guaranias, poniendo en escena las mixturas en la música y la danza. El domingo, cuando parecía que la tormenta haría suspender el festival, se anunció que Cacho Castaña cantaría con lluvia y todo. La hinchada que se formó bajo los paraguas, o refugiada en los barcitos cercanos, tenía ganas de escuchar, y Cacho respondió con oficio y cancha. Anunciado con bombos y platillos (literalmente) hizo su entrada triunfal de smoking de tafeta, chalina blanca al cuello, pelito al pecho, anillos al dedo, peinado resistente a la lluvia. Con su repertorio autorreferencial (Cacho de Buenos Aires, Traficante de ilusiones, Voy camino a los 50) y de homenaje (Garganta con arena, La Gata Varela, Tita de Buenos Aires), levantó el ánimo de los que se animaron a esperarlo arengando a la platea femenina (“para las señoras que tiraron la chancleta”, “con este tema muchas mujeres quedaron embarazadas”). Como siempre, dejó para lo último el set fiestero de hits de los ’70, que funcionó, también bajo la lluvia.

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Tarragó Ros convocó a acordeonistas y arpistas de orígenes diversos.
 
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