UNIVERSIDAD › DEBATE ENTRE DOCENTES E INVESTIGADORES DE LA UBA

La exclusividad que ya no es

La comunidad académica discute sobre la vigencia de las dedicaciones full time en un contexto de salarios empobrecidos.

 Por Javier Lorca

Entre las consecuencias que el ahogo presupuestario hace sufrir a la universidad pública desde hace años, quizá las más profundas sean las que se instalan como prácticas habituales, naturalizadas. Una de las tantas fue justamente puesta en cuestión en los últimos días, a partir del debate entre profesores e investigadores de la UBA sobre un caso ocurrido en la Facultad de Ciencias Exactas. Los docentes con dedicación exclusiva, ¿pueden realizar otro trabajo? Normativamente, es obvio que no: una exclusiva implica 40 horas de trabajo semanal y la incompatibilidad con otros empleos. Pero las cosas no son tan sencillas. La pauperización de los salarios del sistema educativo y científico ha empujado a muchos profesores a sumar otros ingresos para poder sostener el nivel de vida: desde dar clases en otras universidades hasta ofrecer servicios, asesorías y más.
La dedicación exclusiva a la docencia y la investigación fue el pilar sobre el que se construyó, desde fines de los ’50, la mejor historia de la universidad pública argentina. La carencia de financiamiento, sin embargo, llevó a que su peso fuera cada vez más leve en el sistema educativo superior. De acuerdo con las estadísticas oficiales, la planta docente en universidades nacionales incluye 130.747 cargos. Sólo 15.160 son cargos de dedicación exclusiva, apenas el 11,6 por ciento. En las universidades más grandes, la cantidad de profesores full time es aún menor, ya que el crecimiento de la matrícula estudiantil tiende a ser atendido con más personal de dedicación parcial o, directamente, ad honorem.
En la UBA, la discusión sobre la vigencia de las exclusivas y sus incompatibilidades se abrió la semana pasada, cuando el consejo directivo de Exactas comenzó a analizar la situación de dos docentes con dedicaciones completas que, según se comprobó, tienen otros trabajos. “Hay muchos matices para discutir. Por ejemplo: ¿es inconstitucional la dedicación exclusiva? ¿No limita el derecho al trabajo?”, preguntó, en diálogo con este diario Néstor Correa, titular de AGD, el gremio docente que defendió a los implicados. “Nosotros estamos a favor de las exclusivas con salarios que permitan una dedicación completa a las tareas académicas. Pero, en la situación económica actual, creo que hay que exigirle al docente que cumpla con sus ocho horas diarias de docencia e investigación, y que después haga lo que pueda –agregó–. Históricamente, la exclusiva surgió cuando la universidad era más chica y se sostenía con profesores que, además de su trabajo, daban clases. Entonces, para desarrollar una universidad más fuerte, investigadora, tenía lógica fomentar el trabajo exclusivo en la universidad.” Para el dirigente gremial, hoy es necesario rediscutir el régimen.
El debate continuó en los foros virtuales donde intercambian noticias y opiniones los miembros de la comunidad académica y científica. Para muchos docentes, más allá de que los sueldos sean evidentemente pobres e injustos, se deben sostener las condiciones implícitas en la dedicación exclusiva, entre otras razones porque vulnerar la incompatibilidad de cargos sería un fraude perjudicial para las instituciones, la calidad educativa y para quienes podrían ocupar el cargo con real exclusividad. “La gente que privilegia el vivir sin dificultades económicas generalmente aspira a cargos de dedicación parcial o semiexclusiva, que les permiten trabajar en otras cosas. Los que adherimos a la dedicación exclusiva es sabido que sacrificamos a la familia y muchas aspiraciones de objetos tangibles... Una cosa es el derecho a mayores sueldos, que debemos defender y pelear, y otra es el tomarse justicia económica por mano propia y decidir que las reglas que rigen a otros no corren para uno... O aceptamos las leyes o no. Si no las aceptamos, entonces es la ley del más fuerte, en todo sentido”, sostuvo un profesor de Exactas.
Otras voces plantearon una posición diversa. Un docente de Sociales recordó que el régimen vigente de incompatibilidades se deriva de la misma ley (la 29.046, de 1998) que fijaba una recomposición de los salarios docentes: si el Estado no cumplió con su parte del pacto, ¿por qué se enfatiza la necesidad de que cumplan los docentes con la suya? Una profesora de Humanidades distinguió entre quienes se dedican a profesiones liberales, para los que sería más fácil dejar de lado una exclusiva, y quienes se especializan en temas de inserción mayoritariamente académica, para los que no hay muchas más opciones que la docencia. Otra profesora, desde Medicina, defendió “la igualdad de derechos para todos los docentes” y resaltó que, con criterios poco claros, muchos profesores de la UBA son autorizados a realizar tareas en principio incompatibles. “Los argumentos a favor y en contra son muchos y habría que discutirlos, así como habría que discutir otros temas, como la existencia de docentes ad honorem o los sueldos que no llegan a la canasta familiar... Pero mientras se demora la discusión y se esperan asambleas universitarias que las autoridades nunca convocan, no deben sancionar a docentes que intentan ser tratados con los mismos derechos que otros.”

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