ESPECTáCULOS

Una película de terror que se cree su historia

“Jeepers Creepers, el terror existe” es una bocanada de aire fresco para un género ya sin mucho más que decir.

 Por Martín Pérez

Un auto, un camino solitario y una historia. La historia de una parejita en la que uno de cuyos integrantes perdió literalmente la cabeza. De eso hablan Trish y Darry, hermanos de recién superada adolescencia que atraviesan el campo para regresar a casa de sus padres a ponerle punto final a un año de estudios. Ella viaja sin un novio que ya no es pero sus padres aún no lo saben, él viaja con un bolso lleno de ropa sucia para que “mamá se sienta que aún la necesito”. Como buenos hermanos que son, Trish y Darry disfrutan hurgando en las debilidades del otro y, en tierra de predicadores y campo, se pelearán hasta que en el espejo retrovisor del Galaxie aparece un auto a toda marcha. Y esto, lejos de terminar aquí, no ha hecho más que empezar.
Porque Trish y Darry no son las habituales efímeras víctimas del prólogo de cualquier película de cine de terror con monstruo sino los protagonistas de punta a punta de Jeepers Creepers, el terror existe, un film que se toma tan en serio su historia como pocas veces ocurrió con el género de Scream en adelante. Y como además el director Victor Salva seguramente sabe que eso del auto amenazado por un camión golpeando su paragolpes trasero ya lo hizo Steven Spielberg (mucho mejor y para siempre) en su debut cinematográfico, el terror de su film poco tendrá que ver con semejante trama. La película, he ahí un guiño para cinéfilos, fue producida por la empresa de Francis Ford Coppola.
Con una canción de Johnny Mercer fechada en los años ‘30 como su leitmotiv, Jeepers Creepers tiene dos partes muy marcadas. La primera funciona como pequeño ensayo sobre la construcción del terror y el suspenso a partir casi de la nada. “Siempre hay un momento en las películas en el que los protagonistas hacen algo idiota”, le recordará Trish a su hermano cuando éste –impulsado por la curiosidad– dará el paso que impide la marcha atrás. Pero semejante advertencia también funciona para los responsables de las películas de terror: siempre hay un momento en que el director da el triste paso que atrape al film dentro de los límites del género. Y eso sucede aquí.
Cine de terror de Clase B, ideal para autocines que ya no existen, el film se toma su tiempo hasta que busca refugio en el paraguas del género. Pero finalmente lo hace. Y cuando eso sucede, queda claro que éste es un film de monstruo. Por lo tanto, cada escena en búsqueda del clímax de la persecución irá mostrando cada vez más al monstruo En el transcurso de este curioso strip tease monstruoso habrá parador en la ruta lleno de granjeros que se encogen de hombros, viejita no-tan-indefensa, atropellamiento condesmembramiento, una médium e incluso masacre de comisaría a-lo-Terminator. Pero el regusto final de semejante menú será más nostálgico que paródico. Algo que, sin embargo, se rematará con un final –hay que decirlo– con esperable peligro de secuela.

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El monstruo que aterrorizará a los hermanos, cuando al fin aparece.
El epílogo de la película hace prever que habrá una segunda parte.
 
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