ESPECTáCULOS

Los delirio sdel autoritarismo

“Contra fuego”, el programa que presentó el lunes Canal 9, trabaja en formato de ficción la concepción de la Argentina de Daniel Hadad.

 Por Alan Pauls

Como las películas que Carlitos Balá y Ramón Ortega perpetraron bajo la dictadura militar, “Contra fuego” (Canal 9, lunes de 22 a 23) es un policial de una literalidad asombrosa, que lleva al género a un grado inédito de pureza. La policía no es su tema (como lo fue en “Poliladron”, como lo es –más allá de las enceguecedoras camisas violetas de Raúl Taibo– en “099 Central”); la Policía, que lo ha concebido, también lo produce, lo escribe, lo dirige y lo actúa (y es de esperar, pensando en el rating, que también lo consuma). Segundo intento del flamante Canal 9 de hacer pie en la ficción, el programa protagonizado por Baby Echecopar mostró en su primer envío, que no le va a ser fácil despegarse del lastre testimonial-publicitario que arrastra. Porque los personajes de “Contra fuego” no son Bisleri (el Sérpico de botas salteñas y métodos expeditivos que interpreta Echecopar), ni su jefe en la Federal (Enrique Liporace), ni su rival mafioso (Enzo Viena), ni su partner en el patrullaje (Juan Ignacio Machado), ni siquiera su mujer y su hijo, diezmados –se supone– por la brutalidad delictiva, a los que visitó en el cementerio, alarde de amor o de culpa, dos veces en cuarenta y ocho minutos de televisión.
Los personajes de “Contra fuego” son la Policía Federal –cuyos uniformes, siglas, logos, colores, armas, autos, monosílabos y hasta protocolos operativos monopolizaron abrumadoramente la pantalla de la noche del lunes– y algunos productos fuertes de una cartera publicitaria singular, muy parecida a la que Daniel Hadad ya había impuesto en “Después de hora”, y que incluye, además del accionar policial y su merchandising (primicias, grabaciones telefónicas, estadísticas, información, etc.), chicas despampanantes (las mismas, probablemente, que engalanan de carne las dos últimas páginas del Infobae), medios de transporte aptos para la lujuria de los poderosos (en Después de hora eran jets privados; aquí fue un barnizadísimo velero) políticos corruptos, malvivientes aficionados a la ferocidad y las drogas y hasta medios de comunicación propios (enviado a cubrir la toma de rehenes, un cronista –quizás el mejor desempeño actoral de todo el capítulo– grita a cámara algo así como: “¡Estamos aquí, frente a la concesionaria de autos tomada por los delincuentes, junto con Radio 10 y los demás medios nacionales...!”).
En rigor, si “Contra fuego” fracasa como ficción –que es el casillero que se suponía debía ocupar en la grilla–, es porque su guión, más que contar una historia, se limita a deletrear los lugares comunes de la agenda de Hadad, una agenda que a esta altura ya es menos periodística que publicitario-propagandística. Un síndrome similar explica la enternecedora catástrofe en la que naufraga Baby Echecopar. Su Bisleri quiere parecerse a toda costa a Sérpico y a Columbo, pero olvida que para hacerlo, además de saber actuar, debería aprender a modular una frase, algo que haciendo de sí mismo –el “indignado común”, que confunde balbucear con pensar y maldecir con alguna vaga forma de coraje– es evidente que nunca necesitó hacer. Pero fracasa, también, porque nadie –y sus admiradores menos que nadie– puede querer ver actuar a Echecopar en una ficción. ¿Para qué? ¿Para sacrificar su único talento –la capacidad para sostener a cámara, frontalmente, toda su “visceralidad” de fascista espontáneo– en favor de un “personaje” que a duras penas puede fijar la vista en su compañero de escena, de una imagen que cree que cambiando de formato, textura y color se vuelve “moderna”, de unos decorados como de publicidad uruguaya, de unos diálogos que no terminan de nacer y ya han muerto? No: el lugar de Baby es el púlpito, no la ficción.
Quizá de ahí –de todos esos lamentables malentendidos– proceda la sensación de que “Contra fuego”, con sus escenas de acción, sus dobles de riesgo, sus estallidos, sus persecuciones, hace retroceder por lo menos veinticinco años a la TV. Y quizá de la metástasis de uniformes policiales que copó el primer programa proceda una sensación todavía más desvalida: la de que Canal 9 es más Azul que cuando era Azul. Azul Policía Federal.

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Una imagen por demás elocuente del programa de Baby Echecopar.
 
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