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Un puente musical entre los paulistas y cariocas

Hoy y mañana, el pianista y cantante Zé Miguel Wisnik pondrá otra de las notas distintivas en las “Noches brasileñas”, presentando su más reciente disco, “Pérolas aos poucos”.

 Por Martín Pérez

Pianista, compositor y profesor de literatura. Destacado intelectual y melodista natural. Todo eso es Zé Miguel Wisnik, indiscutido protagonista de la escena musical e intelectual paulista. Un estudiante de piano clásico que a los 17 años llegó a solista de la Orquesta Sinfónica de San Pablo, y luego ingresó a la Facultad de Letras, donde realizó una maestría y un doctorado en teoría de la literatura. Con temas propios grabados por Zizí Posse, Gal Costa y María Bethania, Wisnik supo componer con Tom Zé y produjo el último álbum de Elza Soares. Un currículum que se completa con tres discos propios, el último de los cuales se acaba de editar en Brasil. Se llama Pérolas aos poucos, y en él Wisnik por primera vez ubica al piano en el centro de su música. Y además canta mejor que nunca, la única actividad que se lanzó a hacer en su vida sin preparación previa.
“Eso es verdad”, confirma y se ríe Wisnik, llegado para tocar hoy y mañana junto al músico y compositor Luiz Tatit y la cantante Na Ozzetti en el ND/Ateneo. “Como pianista me escondí durante décadas, pero a la hora de cantar simplemente me puse a hacerlo. Así que le tengo cierto cariño a esa decisión de cantar mis canciones.” Su voz no es la de un cantante sino de un compositor, y por eso es que ocupa un lugar perfecto dentro de sus canciones. Tan perfecto que, cuando aparece acompañado por Caetano Veloso en el tema “Assum Branco”, es la voz del bahiano la que, en vez de distinguirse, parece acomodarse a la suya. “Es algo conmovedor. Creo que después de todo este tiempo escuchando atentamente las voces privilegiadas que interpretaron mis canciones y aprendiendo a saber encontrar mi voz, es que terminé mereciendo semejante honor”, dice con una sonrisa incrédula.
A la hora de definirse, este artista nacido hace 54 años en San Vicente, en el litoral de San Pablo, muchas veces se ha presentado como “un paulista con mar”. Con su anterior álbum, Sao Paulo–Rio (2000), Wisnik intentó hacer un puente entre la musicalidad carioca y la intelectualidad paulista. Pensar en las diferencias musicales y geográficas entre ambas ciudades, y tratar de caminar esa distancia real y metafórica que las separa. Alguna vez, Caetano Veloso dijo que el rock estadounidense era lo real mientras que el inglés era una reflexión sobre lo real, una metáfora que –según acepta Wisnik– se puede aplicar perfectamente a Río y San Pablo. “Pero hay que destacar que al mismo tiempo San Pablo es un ciudad muy real, porque es una ciudad de masas. Eso sí, mientras que Río es una ciudad que se comunica con la cultura popular del Brasil, Sao Paulo siempre miró más a la vanguardia o al rock.”
A la dialéctica entre Río y San Pablo se le suma, desde el título de su disco, una preocupación por la relación entre lo popular y lo erudito. Pérolas aos poucos se puede traducir como “Perlas para pocos”, juego de palabras que se refiere a una frase popular brasilera, “Pérolas aos porcos”. Es decir, margaritas a los chanchos. “Pero el título no celebra un elitismo, sino que se enfrenta a una concepción que tiene la industria musical brasileña, que concibe a lo popular sólo como masivo. Yo sugiero algo que se conoce de a poco”, explica Wisnik, que no adhiere a la discusión sobre la mala calidad de la música masiva que se lee en la prensa brasileña. “El problema es esa división tajante que la industria hizo entre la música de entretenimiento masivo y otra de calidad superior, a la que deja sin un lugar en el mercado. Brasil tiene una cultura musical dentro de la cual se consiguió tener música de calidad en gran cantidad, y para mí siempre lo más importante fue ese diálogo entre lo popular y lo culto, que hoy en día parece casi imposible.”
Album que de tan leve y sutil parece transparente, Pérolas aos poucos tal vez sea el mejor de la carrera de Wisnik. “Antes en mis discos había ideas que se disparaban hacia todos lados, mientras que en este todo confluye hacia un centro”, explica. Un centro avalado por la producción de Ale Siqueira, coproductor junto con Wisnik del álbum de Elza Soares y del de Tribalistas, producidos fuera de los cánones de la industria. “El de Elza no lo quería editar nadie, pensaban que era un personaje de museo y no ese eje de la dinámica musical brasileña histórica y contemporánea que demostró ser. Y el álbum de Tribalistas fue un suceso construido por fuera de los conceptos de la industria musical, algo que demuestra que aquel diálogo entre lo popular y lo culto aún sigue siendo posible”, se entusiasma Wisnik, que recibe una pregunta difícil de contestar. ¿Cuál es la edad de Elza Soares? “Es un verdadero enigma. Yo diría que ella podría tener 2500 años, que es más o menos cuando fue escrita Las Bacantes, de Eurípides, o la edad que tiene mi hija menor, 8 años. Porque el concepto convencional de edad cronológica no es algo que se aplique a Elza, ella es como una esfinge”, dice, y no puede dejar de reírse.

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