ESPECTáCULOS › LA CULTURA ARGENTINA, EN LA ERA DE LOS CACEROLAZOS

Las respuestas a la desesperación

Como hombre que aportó una mirada original sobre la historia del país, Eloy Martínez considera que la situación actual no encuentra paralelismo con ninguna otra. “Es un momento único, la única transición comparable es la que se produce entre Juárez Celman y Pellegrini, aunque la diferencia central es que la Argentina no estaba vendida como está ahora, es decir que podía refundarse. En definitiva, no hay un nivel de gravedad comparable al que vemos ahora, sobre todo porque no hay ningún intento verdadero de reforma. No sólo parece haber una resignación frente a la pérdida total de soberanía, sino que además existe una comprobación de que la burocracia que gobierna es incapaz de recrearse a sí misma”, señala en la entrevista con Página/12.
–Eso a nivel de la clase política, pero ¿qué opina de las formas alternativas y espontáneas de protesta que han surgido, como los cacerolazos, las asambleas barriales? ¿Es optimista?
–El “que se vayan todos”, la arenga anárquica, me parece un despropósito: decir eso es decir “que desaparezca el país”. No creo en personas que no están organizadas, ni tienen un aparato político que las sostenga, ni estructura. Sí creo que en las segundas y terceras líneas de los partidos hay gente que puede ser útil a una transformación. Es decir que no estoy a favor de la aniquilación de la clase política, ni creo que se puedan crear instituciones nuevas con gente sin ninguna experiencia. Las asambleas son un síntoma del malestar, pero no creo que puedan llegar a mucho más que eso.
–Definitivamente, no es optimista al respecto...
–Lo que con suerte ganaremos es una mayor cultura de la solidaridad, que la dictadura militar y Menem se encargaron de destruir por completo, y una mayor cultura de la austeridad y de la producción, que venga a reemplazar esta cultura de la especulación financiera.
–¿Qué papel puede jugar en esta evolución el desarrollo y la exportación de la cultura argentina?
–Soy un convencido de que la cultura es nuestro mayor capital. Ojalá llegue pronto el día en que dejemos un poco de lado la discusión en torno de las variables económicas y nos dediquemos a difundir y valorar los potenciales que poseemos en este sentido. Afuera se maravillan del llamado nuevo cine argentino, de las obras literarias que se producen acá, y se preguntan cuántos escritores, plásticos, cineastas, músicos, están todavía en las sombras, imposibilitados de desarrollar una obra. La cultura, junto con la ciencia y la técnica, es una de nuestras últimas posibilidades de oxigenación, y por supuesto que son altamente exportables. El día que descubramos eso, también nosotros, tendremos otro país. Y seremos otros.
–¿Cómo explica, en este marco, que los argentinos sigan consumiendo cultura tanto o más que antes?
–El pueblo argentino es sorprendentemente culto y busca formas de salida ante las crisis extremas, como decía George Orwell, autor de 1984, cuando comprobó la cantidad de novelas de lectores que aparecieron en Inglaterra cuando este país sufrió los primeros ataques de los nazis. Los libros, las películas, las canciones son respuestas a parte de las preguntas desesperadas que se hace la gente.

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