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Max Bialystock: –Usted decía que, bajo las circunstancias adecuadas, un productor puede hacer más dinero con un fracaso que con un éxito.
Leo Bloom: –Sí, es bastante posible.
M.B.: –Se la pasa diciendo eso, ¡pero no dice cómo!
L.B.: –Bueno... es simplemente una cuestión de creatividad en la contabilidad. Asumamos, sólo por un momento, que es usted es un hombre deshonesto...
M.B.: –No lo asuma... ¡se lo confirmo!
L.B.: –Muy bien. Cuando usted produjo su último show juntó 2 mil dólares más de lo que necesitaba. Pero podía haber sido un millón, producir un fracaso de 100 mil dólares y guardarse el resto.
M.B.: –Pero, ¿qué hubiera pasado si mi show era un éxito?
L.B.: –Bueno, en ese caso hubiera ido a la cárcel. Vea, en lugar de vender el 100 por ciento de un show a sus inversores, usted hubiera vendido el 1000 por ciento. Así que, si fuera un éxito, no habría manera de pagar a los inversores. ¿Entiende?
M.B.: –Ajá. Así que para que nuestro esquema funcione tenemos que encontrar un fracaso seguro.
L.B.: –¿Nuestro esquema? ¿Qué esquema?
M.B.: –¿Qué esquema? Su esquema, mi pequeño genio.
L.B.: –Yo no di ningún esquema. Sólo presenté una pequeña teoría contable de tono académico. Fue sólo un pensamiento.
M.B.: –Bloom, el mundo gira gracias a ese tipo de pensamientos, ¿no se da cuenta? Mi querido Bloom. Mi glorioso Bloom. Es tan simple. Primer paso: encontramos la peor obra jamás escrita. Segundo paso: contratamos al peor director teatral disponible. Tercer paso: juntamos 2 millones de dólares...
L.B.: –¿Dos?
M.B.: –¡Sí! Uno para mí, otro para usted. Hay un montón de inversores incautos por ahí. Cuarto paso: contratamos a los peores actores de Nueva York, estrenamos en Broadway, y antes de que usted pueda decir quinto paso, bajamos la obra, agarramos los 2 millones, y partimos a Río.
L.B.: –¿Río? No, no funcionaría.
M.B.: –¡Oh... Dios! ¡Quiero ese dinero!