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La crítica llega hecha desde adentro

Curiosamente las miradas más despiadadas sobre el género de masas llegan desde el interior del reality show, a través de sus versiones de última generación (2004, 2005) protagonizadas por cantantes, farándula estadounidense y aspirantes a sucesor de Donald Trump. ¿Cómo se cuestiona el reality a sí mismo? En Simple Life atribuye la bobería máxima a la heredera frívola Paris Hilton y su compañera Nicole Ritchie y las traslada a vivir a granjas y otros tugurios para verlas fracasar en la convivencia. ¿Más pinceladas de ironía? En El aprendiz, el reality de Donald Trump, el nuevo reality convierte la expulsión (la unidad del género) en una patada bestial del verdugo a sus súbditos: nada menos que la tragedia del Gran Hermano & Co devenida en una farsa. Todavía hay más: los realities de cirugías invadieron las entrañas humanas expuestas en el quirófano parodiando (o saturando) la ambición de todo reality por lograr más intimidad. ¿Ahora están conformes? Y los realities de belleza (No te lo pongas, Queer Eye for the Straight Guy) se burlan, por exceso o tiranía, de los torsos en cueros y las camaritas metidas en el cambiador de las chicas, aquí desviados al discurso autoritario del policía o la fuerza militar. La coronación llega con La casa de los dibujos: estrereotipos de dibujos conviviendo en total descontrol para demostrar que todavía hay vía libre para que la sátira siga viva.

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