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¿Qué pasó en ese vuelo?

Para Sandra Massoni, el contexto nos crea y no es algo exterior a cada uno de nosotros. Por tal motivo la tarea comunicacional supone una ponderación situacional y estratégica más allá de los mensajes y de su circulación como pretendidas fórmulas de verdad.

 Por Sandra Massoni*

La pregunta ¿Qué pasó en ese vuelo? anegó mi mente y ya no pude pensar en nada más. Decido ponerte como ejemplo de lo que quiero plantear como crítica respecto de ese formato comunicacional típico en muchas campañas de comunicación pública, especialmente las de comunicación ambiental. Mostrar que en esta época la fuerza motriz de lo comunicacional pocas veces reside en lo que se dice y que por eso mismo la comunicación hoy es estratégica y no lo fue antes.

Tu figura asalta e invade mi memoria. La primera vez que te vi, recuerdo que me molestó ese gesto desentendido con el que despegabas de tus dedos el envoltorio del helado que terminabas de comer. Llevabas tanto ornamento de bisutería en tus manos que quizás es más propio decir que apartabas a ese insignificante de-secho de tus fabulosos anillos y pulseras. El movimiento era como un rasguido de guitarra, pero sin guitarra. Veloz, preciso, determinado, pero sin música, claro. Más bien sonaba como el quiebre súbito y triste de algo que se rompe. Lo presencié esa y cada vez que coincidimos en la espera para retirar a los niños de su clase. Ese ruido se quedó un rato resonando en mi pecho y sembró allí como un atisbo de vergüenza ajena. Fueron cuatro o cinco veces: siempre llegaste apurada, dejaste el auto en doble fila y entraste al bar como una tromba para comprar y engullirte con velocidad notable tu helado americano. Y al terminar: tu gesto, desentendido pero exacto, con ese sonido desgraciado para deshacerte del envoltorio justo antes del fin de la clase y salir corriendo rumbo al auto mal estacionado arrastrando al niño. Recuerdo a otras personas levantando el papel que acababas de arrojar al suelo antes de irte para ponerlo en su lugar, e incluso –en la última clase–, haber movido de sitio el cesto de residuos, en la esperanza de que donde estaba ubicado anteriormente no lo hubieras visto. Fue un viernes.

El domingo te vuelvo a ver. Más bien te oigo. Eras la misma persona, pero en Europa. Apenas en el aeropuerto. Retirabas tus valijas al otro lado de la cinta transportadora cuando sentí el sonido conocido y triste de tus pulseras. Mientras hacía la fila para el taxi te veo venir comiendo un helado y supongo erróneamente la reiteración del ritual ya conocido, pero no: al terminar tu helado, no sólo depositaste el envoltorio en el cubículo, sino que colocaste el palito de madera también en el recipiente de separación correspondiente y lo hiciste sin dudarlo, respetuosamente, como con militancia ambiental. Fue allí cuando la pregunta ¿Qué pasó en ese vuelo? anegó mi mente y ya no pude pensar en nada más.

Viajamos juntas. Sé que en la aerolínea no hubo lavaje de cerebro a los pasajeros. No hiciste tampoco un curso intensivo de conciencia ambiental mientras en ese vuelo cruzabas el Océano Atlántico. Nada de eso. Y sé –más allá de tu miserable caso que tomo hoy como muestra– que algo similar sucede en otras áreas de la acción ciudadana de los locales en el exterior: ¿a alguien se le ocurriría evadir impuestos en los Estados Unidos y sentirse un piola por lograrlo?, ¿a alguien se le ocurriría conducir su vehículo en contramano en Alemania para estacionarlo sobre la vereda? La misma maniobra sería muy normal en otros sitios, por caso en Nápoles o incluso en Roma. Allí nadie se avergonzaría por verlo.

Lo que estoy tratando de destacar es que muchas campañas de comunicación pública con pretensión moralizante parecen olvidar que el contexto no es algo que nos rodea, exterior a cada uno de nosotros como individuos, sino ese tejido que nos constituye comunicacionalmente hablando y nos impone acciones y sentidos compartidos en el entorno de una especie de conversación micro/macro social. Los analistas de la disciplina lo denominamos el recorte comunicacional y es la llave de entrada a la cuestión estratégica a partir del reconocimiento de la multidimensionalidad siempre presente en este fenómeno núcleo de nuestro mundo actual.

Saber cuál es la dimensión comunicacional dominante, la que está articulando las acciones en cada situación, es lo estratégico. El contexto nos crea. No es algo exterior a cada uno de nosotros. Lejos de eso, es lo que impone a mi comedora de helados una acción marcadamente contrapuesta tan sólo con un vuelo de por medio. La tarea comunicacional implica entonces una ponderación situacional más allá de los mensajes y de su circulación como fórmulas de verdad. Es comprender a la comunicación como encuentro en la diversidad en tanto acciones y sentidos compartidos por un grupo o sector social. Comunicación como un tipo particular de vínculo intersubjetivo complejo que genera una resonancia especial, un eco entre el individuo y su sociedad. Un habitar el mundo en el que me comunico que da sentido a la pregunta disparadora de este texto: ¿qué pasó en ese vuelo?

* Directora de la Maestría en Comunicación Estratégica/Especialización en Comunicación Ambiental (UNR).

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